Mi vida al lado del hipocrita
Mi vida al lado del hipocrita
Por: Antonio Manzur
Capítulo 1
—Ding—

Le llegó una notificación al celular en la cual se volvía a mostrar aquella publicación que había estado colgada desde hacía ya medio mes.

En la cual se veía cómo Roberto Hester había comprado una lujosa casa súper cara, plantó un jardín lleno de rosas y preparó todo para celebrar las bodas de madera con su esposa, era el quinto aniversario de su matrimonio.

Por eso una vez que anunció que su amor era solo para Bellona Aliotti, no tardaron en llover los comentarios de los envidiosos.

—¿Y quién dijo que no es bueno enamorarse de un hombre más joven? La mejor propuesta que le haya podido hacer señor Hester a su esposa es darle su amor incondicional. Se dice que su esposa es seis años mayor que él, y más que el señor Hester la persiguió durante tres años hasta que la conquistó.

—Más aún, ¿quién no sabe que el señor Hester se encuentra perdidamente enamorado de su esposita? Hace dos años, durante un fuerte temblor, su esposa quedó atrapada. El señor Hester no dudó en arriesgar su vida para entrar al edificio a rescatarla. Cuando salió, a ella se le veía algo lastimada, pero no dejó ni un segundo de consolar ni cuidar de su esposa asustada. En las noticias que se vieron de aquel suceso, el señor Hester la abrazaba llorando.

—El año pasado, un medio amarillista y metido, se burló de la edad de su esposa, diciendo que quizás ya era tan vieja que no podía tener hijos, y el señor Hester demandó a ese medio por calumnia y lo llevo a la quiebra. El señor Hester también fue más allá, al declarar públicamente que le daba igual tener o no hijos, pero lo que sí no permitiría era que nadie lastimara a su esposa.

Al ver aquel comentario, Bellona no pudo evitar sonreír amargamente.

En efecto nunca permitió que nadie la lastimara, Roberto en verdad había cumplido con su promesa. Pero tristemente, la daga que la hirió rastreramente había sido la suya, la que él mismo había empuñado.

Cuando confirmó que estaba embarazada, Bellona no pudo esperar más para darle a Roberto las buenas nuevas.

Más antes de hacerlo, recibió un mensaje de un desconocido.

Aquel mensaje era una foto editada de una mujer también embarazada.

La joven mujer sonreía dulcemente en el retrato, mientras que a Roberto se le veía de rodillas, besando su estómago abultado por el embarazo, se le veía alegre y satisfecho.

Las lágrimas cayeron a chorros.

Aquel dolor de seis intentos fallidos con fecundación in vitro, por el que había pasado solo para obtener al final un resultado positivo, parecía contrastar y burlarse de ella.

El día de su boda, Roberto había jurado por lo más bendito que en su vida solo la amaría a ella.

Pero, tristemente, su vida, aquella vida juntos, no habían sido más que de cinco años.

Si ese era el caso preguntar, ella ya no amaba a Roberto.

Y su hijo tampoco nacería bajo una mentira.

La puerta se abrió.

Bellona, con los ojos enrojecidos, se encontró con Roberto. Él se puso inmediatamente nervioso.

—¿Ocurre algo mi amor? ¿Por qué andas con esa cara tan larga? No llores mi nenita, que tu esposo te ayudará en todo.

Él se dio cuenta de la ecografía al lado de ella, pero no le prestó atención y solo la abrazó.

—Si la fecundación in vitro no funciona, de veras eso ya da igual. Incluso si no tenemos hijos, no me importa, tan solo con tenerte a mi lado, con eso me basta.

—Pero cálmate, por favor, no llores, me duele el alma de verte así.

Bellona esbozó una sonrisa que era más amarga que las lágrimas. Un hipócrita. Le decía eso cuando él estaba esperando un hijo fuera de su matrimonio.

Roberto no notó la diferencia en ella, aunque seguía consolándola.

—Amorcito, en una semana será nuestro aniversario de bodas, las bodas de madera. Tengo una gran sorpresa, he preparado un mar de rosas para ti, y también fuegos artificiales de color azul. ¿Te gustaría dar un vistazo?

—¿El color del cielo siempre te ha gustado, a que sí?

Bellona lo miró fijamente, sonrió y otra lágrima cayó. Parecía que él no lo recordaba, nunca le había gustado aquel azul.

—Vale, entonces, dentro de una semana, yo te daré a ti también un buen regalo de aniversario.

Los ojos de Roberto se iluminaron de sorpresa, y con cuidado, le secó las lágrimas de felicidad.

—Amorcito, estaré esperando con ansias cuál va a ser tu sorpresa.

Bellona permaneció en silencio, mirando la ecografía. Esperaba que, para entonces, Roberto sintiera aquella sorpresa.

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