Capítulo 9
El mensaje que mandó Bellona fue respondido por Roberto.

—Cariño, voy para allá en un momento, no puedo esperar para saber qué sorpresa me tienes.

Pero hasta que los fuegos artificiales empezaron a iluminar el cielo, Roberto no recibió noticias de Bellona, y una extraña sensación comenzó a crecer en su pecho.

Justo cuando pensaba en llamarla, Nadia presionó su celular.

—Roberto, me prometiste que esta noche te quedarías conmigo.

—No puedo dejar a Bellona tan sola.

Roberto se quedó pensativo, con la mente llena de Bellona.

No estaba ahí, y no sabía cuánto se estaría preocupando.

Los fuegos artificiales del quinto aniversario de boda, tenía que verlos con ella para que todo fuera perfecto.

—Pero ahora, si vas, ya no llegarás a tiempo. ¿No importa si te demoras un poco más?

Nadia enredó la cinta de su bata en su dedo, tirando suavemente de ella.

La bata se resbaló hasta el suelo.

La respiración de Roberto se volvió más rápida, pero aun así dijo:

—No seas boba, déjame tranquilo.

Nadia se acercó más a él.

—Te dije que quería recompensarte, ¿realmente no lo quieres hacer?

La respuesta de Roberto fue un gruñido ahogado.

Nadia sonrió de manera seductora.

Roberto la jaló hacia él y la besó con furia.

El teléfono en la mesa sonó varias veces, pero nadie contestó.

Dos horas después, Roberto se cambió de ropa y manejó hacia el jardín de rosas.

Los voladores ya se habían acabado, y fuera del jardín de rosas solo quedaban unos pocos curiosos.

Roberto se arregló un poco la ropa en la entrada antes de abrir la puerta.

—Esposita, perdóname, llegué tarde, haz lo que quieras conmigo...

Pero dentro, además de los empleados que seguían trabajando, no había rastro de Bellona.

—¿Dónde está la señora?

—Señor Hester, la señora no ha llegado.

Roberto se quedó mirando.

—¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que no ha llegado todavía?

—Pero de verdad, la señora no ha estado aquí.

La garganta de Roberto se sintió seca, y la sensación de inquietud en su pecho creció más y más.

Sacó su celular para revisar, pensando que las llamadas perdidas podrían ser de Bellona.

Pero no era así.

Siete llamadas seguidas, todas de la mamá de Roberto.

Roberto revisó su celular otra vez, pero no encontró ni un solo mensaje de Bellona.

¿Pero cómo podía pasar todo esto?

Instintivamente, Roberto marcó el número de Bellona, pero ella había apagado el celular.

Su cara se puso pálida, y salió corriendo del jardín de rosas para manejar de regreso a casa.

—Esposa, todo es mi culpa, tu hermano tuvo un problema con alguien, fui a resolverlo, por eso...

Llegué tarde.

La voz de Roberto se cortó al entrar a la sala. No había rastro de Bellona.

La casa vacía parecía una casa modelo, y todas las cosas de Bellona ya no estaban.

Roberto miró automáticamente hacia un lado, donde solía colgar una gran foto de boda.

Pero ahora, tampoco estaba allí.

La idea más absurda cruzó por su mente.

¿Había dejado Bellona a Roberto?

No podía ser, todo lo que había hecho era no acompañarla a ver los fuegos artificiales.

Ella era la más tierna, solo tenía que haberse tomado el tiempo para consolarla y comprarle su sándwich favorito.

—Cariño, no me vuelvas a asustar, sabes que eres lo más importante para mí, no verte me preocupa y mucho.

—¿No dijiste que la sorpresa que me tenías ya estaba lista? Todavía no sé qué me has preparado.

Roberto dijo mientras subía las escaleras.

No había nadie en la habitación tampoco. Roberto caminó hasta el armario.

Estaba medio vacío, y lo único que no estaba allí era la ropa de Bellona.

La mente de Roberto explotó, la oscuridad lo envolvió, casi no pudo mantenerse de pie.

Escuchó pasos acercándose.

Como si hubiera encontrado su salvación, Roberto se dio la vuelta de golpe.

Pero, el que entró fue un empleado.

—Señor Hester, la señora dijo que te dejó una sorpresa.
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