Nancy se despertó sobresaltada, había tenido una maldita pesadilla. No sabía en qué momento se había quedado dormida, ya que su idea había sido buscar una película que había sido estrenada recientemente y que, según la crítica, era lo mejor de lo mejor; no obstante, al parecer no era más que una bazofia, dado que de lo contrario no se hubiese dormido.Estirándose y bostezando se incorporó en el sofá y observó en derredor, parpadeando repetidas veces, en un intento de localizar su teléfono móvil.Parándose de un salto, al no hallar el bendito aparato, comenzó a revolver todo el departamento de Amy. ¿Dónde diablos lo había dejado? Le había prometido a su amiga estar al tanto de sus mensajes y no solo se había quedado dormida, sino que también había perdido el bendito teléfono.Cuando ya comenzaba a desesperarse y su corazón latía desbocado, recordó qué diablos había hecho con el aparato. Agitada, y con la adrenalina al mil por ciento, se encaminó hacia el dormitorio que actualmente comp
Suspiró, pensando en su novio. Le dolía en lo más profundo que viviera en la otra punta del país y solo pudieran verse contadas veces en el año por culpa de los estudios de ambos, ya que, por ese motivo, pasaba su tiempo completamente en soledad sin nada más que hacer que dedicar sus horas al estudio, al trabajo —al cual aún no había regresado de sus vacaciones— o a las series y películas que le gustaba ver en su tiempo libre. Por supuesto, había momentos que compartía con Amy, no era como que se apartaba por completo, pero no era lo mismo. Le costaba estar sola consigo misma, porque en esos momentos la introspección se hacía presente y terminaba sufriendo más por lo que sentía.Había intentado con todas sus fuerzas seguir los consejos de su analista, no obstante, aquel sentir estaba tan arraigado a ella que le era difícil dejar de experimentarlo.Tragó saliva, mientras miraba su teléfono móvil, y se mordió el labio inferior, pensativa. Tenía que llamar a su amiga, una cosa eran sus s
La mañana en Tramore Beach se presentaba hermosa. El sol iluminaba las calles de la ciudad costera y hacía que todos los detalles brillaran como joyas pulidas. O, al menos, así era como lo apreciaba Denise, quien ese momento caminaba a paso tranquilo, tomada de la mano de marido, mientras este la observaba con embeleso; porque sí, no importaba cuántos años pasaran, cada día la amaba más que el anterior y ver su rostro maravillado e iluminado por la Golden hour, hacía que su corazón se retorciera de placer.Habían llegado el día anterior, ansiosos por dirigirse a la playa, por recorrer el lugar, por llenar sus pulmones de aquel fresco, dulce y salitroso aroma que inundaba el aire de la costa sur de Irlanda.—¿Qué quieres hacer ahora? —preguntó Denise, tras regresar al hotel de la larga caminata.—¿Lo preguntas enserio? —La mujer asintió—. Lo que sea, mientras sea contigo —respondió, haciéndola sonreír.—Eres un viejo cursi —dijo, mirándolo con cariño.—No lo soy, simplemente te amo y m
Cuando Nancy despertó la mañana del domingo, lo hizo con el corazón en la boca. Le había costado muchísimo conciliar el sueño durante la noche, dado que su amiga parecía no querer dar señales de vida. No obstante, había llegado un momento en el que el cansancio la había vencido y se había sumergido en un sueño repleto de pesadillas.—¿Amy? —preguntó, con la esperanza de que su amiga hubiese regresado mientras ella dormía. Sin embargo, no obtuvo ni la más mínima respuesta. Por el contrario, el silencio parecía haberse intensificado y solo era roto por el sonido que ella producía al arrastrar los pies.A pesar de la ausencia de respuesta, se encaminó hacia la habitación a la espera de encontrarla allí, quizás, había llegado demasiado tarde y aún se encontraba durmiendo, aunque ni siquiera sabía qué hora era.No obstante, al entrar en la habitación, vio, para su desgracia, que todo se encontraba tal cual recordaba haberlo dejado la noche anterior. Sinceramente, lo que antes había tomado
Al oír a Nancy, Denise se dejó caer sobre la cama con la mirada perdida en un punto fijo, ignorando por completo los intentos de Liam por llamar su atención.—Entiendo, veré qué podemos hacer. Estamos en Tramore Beach, pero ahora mismo salimos para allí —dijo, sin demostrar ninguna expresión en su rostro. Se sentía completamente adormecida, como si le hubiesen volcado un balde de agua helada en la cabeza, en pleno enero.—¿Qué sucede? —preguntó Liam, cada vez más impaciente, obteniendo como única respuesta un gesto de la mano, pidiéndole que aguardara un momento.—Entiendo. Sí, haz lo que te diga Alahan. ¿Tienes el número de Brendan? —preguntó, alzando la mirada hacia su esposo y bajándola nuevamente un segundo después—. Bien. Llámalo y dime lo que te dice. Llamaré a los Warren. ¿Cómo que para qué? —dijo, frunciendo el ceño—. Creo que necesitan estar al tanto de la situación, teniendo en cuenta de que Brendan fue el último en verla. —Guardó silencio, escuchando atentamente a Nan—. Est
Adam caminaba impaciente de una punta a la otra de su oficina, con el móvil pegado a la oreja. ¿Qué demonios sucedía con su hijo que no le atendía el bendito teléfono? ¿En dónde demonios se había metido?Luego de hablar con Denise y escuchar lo que tenía para decirle, Adam había llamado a su hijo de inmediato sin obtener ni la más mínima respuesta. No obstante, no desistiría; lo llamaría cuántas veces fueran necesarias. Necesitaba que le dijera todo lo que supiera acerca de la supuesta desaparición de Amy, mientras en su interior rogaba porque ambos hubiesen hecho las pases y que la ausencia de respuesta de los dos muchachos se debiera a que estaban el uno en compañía del otro.Cuando comenzaba a hartarse de la ausencia de respuesta de su primogénito, y de que le entrara una y otra vez el buzón de vos, Adam oyó el sonido característico de conexión, lo cual lo alivió sobremanera.—Hola, papá —oyó que decía Brendan, arrastrando las palabras—. ¿Qué sucede?—¿Has bebido? —preguntó, frunci
A la hora de la siesta y completamente cansados y preocupados, Liam y Denise se adentraban en Dublín. Habían decidido viajar directamente desde Tramore Beach hasta la capital irlandesa, con la intención de demorarse lo menos posible y efectuar en persona la denuncia que la policía no le había querido tomar a Nan. Denise se había prometido a sí misma y a su esposo que no se movería de las dependencias de la gard hasta que le aseguraran que, no solo habían tomado su correspondiente denuncia, sino que ya mismo se estaban poniendo manos a la obra.Adam se había comunicado con ella mientras iba por la M11 camino a la capital, informándole que había hablado con el comisario a cargo de la comisaría que se encontraba en la cercanías del café en el que su hija había sido vista por última vez, y que este los esperaría para poder hablar directamente con él sin pasar por ningún cargo inferior. Su jefe y amigo le había comunicado también la vaga información que había logrado sonsacarle a su hijo,
Nancy se paseaba de una punta a la otra del departamento de Amy. Se le había formado un nudo en el estómago, la bilis se arremolinaba en la garganta y el llanto no la dejaba tranquila. Sabía que, en cierto modo, se estaba comportando de forma un tanto exagerada, pero no lo podía evitar: Amy Carter era más que su amiga, era una hermana de la vida.Pero, ¿y si le había sucedido algo malo? «No», se dijo, cortando sus pensamientos en seco. No podía permitirse pensar de ese modo. Amy estaba bien. Sí, lo estaba. ¡Tenía que estarlo!Mientras se debatía entre su lado pesimista y el lado que la tranquilizaba asegurándole que todo estaría bien, el sonido del timbre rompió el silencio en el que se encontraba sumida la vivienda, haciéndola dar un brinco del susto.Con la mano en el pecho, se acercó al intercomunicador y pulsó la opción que le permitía ver quién se encontraba en el exterior.Suspiró, un tanto más tranquila, y tras indicarles que podían entrar, tras darle a la opción correspondient