—Yo tampoco, por eso te necesito aquí —dije. No era un político ni un orador público, pero como Alfa interino se me exigiría asistir y hablar en nombre de mi manada. Atlas tenía el don de la persuasión y podía convencer a cualquiera de cualquier cosa, así que necesitaba su ayuda para sonar convincen
—¡Aria! —Exclamé, una mezcla de rabia y alivio en mi voz. Aunque me alegraba verla con vida, me horrorizaba que estuviera literalmente en manos de Chris Hansen. —Esa es la esposa de Henry Bergmann —susurró alguien. —¿Qué hace ella con Hansen? —¿Realmente podría haberla secuestrado? —No p
—Lady Avaroux vino a verme muy angustiada hace unos días —dijo Chris con tristeza—. ¡Ella estaba loca de miedo y me rogó que le diera refugio! Una dama de su estima y reputación, ¿cómo podría rechazarla? —Después de calmarla, le pregunté por qué estaba tan lejos de su casa y buscaba refugio en lo
—Observa, Noah —comenzó Atlas, —por mucho que te quiera a ti y a Aria, y desee liberarla de las garras de esa criatura asquerosa... no puedo hacer nada por ustedes en esta prueba. Soy de la ciudad baja; mi opinión no tendrá peso en el Alto Consejo. —Te escucharán si te unes a mi manada —respondí—
Sus abogados presentaron imágenes de video de las cámaras de vigilancia de la calle que mostraban a Aria mientras deambulaba por el barrio rojo a lo largo de los años, lo que indicaba que en realidad provenía de los barrios marginales. Luego presentaron el anillo de bodas que contenía el hechizo
—Su Señoría, la persona que se alega que es Chris Hansen en ese metraje podría haber sido cualquier persona —intentó explicar el abogado de Chris—. Sí, mi cliente casi quedó atrapado en la explosión, pero lo que apareció después no podía ser él. Debe ser una ilusión creada por Bergmann. El juez,
Chris apretó los dientes y mi corazón se elevó un poco con esperanza. Pero esto todavía estaba lejos de terminar. —Aun así —dijo Chris, con el rostro contorsionado, —incluso si lo que estás diciendo es verdad y usé esta magia prohibida, no es un delito hacerlo. No existe ninguna ley que me convie
Mis ojos no podían dar crédito; mi padre estaba despierto. Aunque lucía fatigado y sus ojos mostraban signos de agotamiento, estaba despierto y frente a mí. Todos en la habitación lo miraron con mezcla de preocupación y curiosidad. —Papá —murmuré, dejando que mi cuerpo se moviera por la habitació