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.2. Primer día de trabajo.

Mina

No lo puedo creer ¿Qué acabo de hacer?

Mientras camino de un lado para otro en la habitación y sujetó mi cabeza, me repito eso una y otra vez. Pequeñin también lo hace conmigo, sigue cada uno de mis pasos. Me detuve y me senté en la esquina de la cama mientras proceso todo y me levantó para ir al clóset y comenzar a empacar, sé que me van a despedir.

Que hermoso despedida, el primer día de trabajo.

Cuándo me voy adentrar en el closet escuchó que tocan a la puerta, tragó grueso y miró a Pequeñin quién se detuvo también y miró a la puerta. Con pasos lentos me acerqué y la abrí, puede ver los ojos azules de Loan observarme con el ceño fruncido.

—Lo siento yo…  no lo sabía y de verdad pensé que era un ladrón —musité con pena.

El levantó las cejas e hizo un movimiento con la cabeza.

—¡Pasó por encima de las rejas!  —exclamé —. Cualquiera pensaría que es un ladrón!

—Es un chico muy atlético señorita Mina, y se le quedó el control de mando. Es el porqué tuvo que pasar por encima de las rejas —pronunció con enojo.

—Tenía puesta la capucha de su sudadera. Un punto más hacia mi.

—No le gusta mucho el Sol —comunicó él. 

Dejé caer mis hombros y lo miré con tristeza.

—Ay bueno ya… iré hacer mis maletas —me alejé.

—¿Para donde te vas? —inquirió detrás de mi y me detuve.

Giré sobre mi eje y lo observé, él hombre se encuentra con el ceño fruncido.

—Irme, después de los sartenazos que le di probablemente me corra y me iré antes que lo haga —hice una mueca de tristeza.

—Bueno, por los momentos no me ha dicho nada —se encogió de hombros —. El señor quiere que bajé a desayunar.

Pestañeé y junté mis cejas sintiendo mis mejillas arder —¡Ay no que pena! —tapé mi rostro con ambas manos —. No quiero verlo, que horrible, me da tanta vergüenza.

—Cálmate quizás no te contraté como niñera, sino como su guardaespaldas personal —comentó con diversión.

Alejé mis manos de mi rostro y lo observé —Uy que risa —se note el sarcasmo.

—No enserio baja, aquí el desayuno es muy importante y ya es hora —avisó.

Asentí lentamente —Claro yo iré ¿Qué desayunara Pequeñin? 

El rubio bajó la mirada y observó al perro, después me miró — Pequeñin debe salir conmigo. Una salida de chicos. Baja.

El se retiró y yo salí cerrando la puerta detrás de mi y lo seguí con Pequeñin en mis brazos, al bajar las escaleras nos fuimos por el pasillo de la cocina pero después cruzamos a la derecha y entramos a un lugar grande con una mesa rectangular de vidrio y mármol es de diez puesto, hay cuadros muy bonitos y todo es muy fino. No hay nadie.

—Me llevaré a Pequeñin —Loan se acercó y lo sujetó con cuidado colocándolo sobre sus brazos con delicadeza —. Le diré al jardinero que le de una ducha profunda.

Asentí.

  

El se fue del comedor, yo comencé a ver los cuadros, que llaman mucho la atención son muy bonitos. Escuché que alguien carraspeó detrás de mi e inmediatamente me giré y ¡Dios mío! ¿Cuándo subí al cielo?

—Buenos días Señorita Black —su voz gruesa me hizo mojar.

Me acomodé mi postura y lo observé fijamente.

Usa un traje ejecutivo de dos piezas color negro y una corbata de color azul claro, su cabello es color rubio oscuro y se ve que es largo pero no exagerado y está peinado hacia un lado, sus ojos son grises muy claros, su labios son ni gruesos ni delgados algo rojizos, su piel es blanca y es alto. Su perfume me hizo suspirar, huele rico.

Me desconecté. Es hermoso, es espectacular, la belleza de esa criatura. La verdad me imaginaba uno gordo y feo o un anciano.

—Buenos día señor —tragué grueso mirándolo fijamente a sus ojos grises.

El extendió su mano mirándome con el ceño fruncido —Soy  Lecomte.

Vamos Mina, la primera impresión cuenta, así le hayas dado unos sartenazos. Tu solo actúa tranquila, normal.

Sonreí ampliamente —Señor Lecomte —sujeté su mano y la agite con delicadeza mientras lo observó fijamente a sus ojos —. Mina Black. Bueno ya debe saber mi nombre.

El curvo sus labios —Si. Ya se todo de usted —me miró detenidamente por un momento —. Y también se que golpea duro — introdujo su mano derecha en  su pantalón aún con la mirada sobre mi.

Mis mejillas ardieron. Recordé todo lo que sucedió está mañana. 

Junté mis cejas sonriendo con pena — Lo siento… yo no quería hacer eso.

El relamió sus labios e hizo una afirmación —No se preocupe. Olvidemos el incidente.

En ese momento entro una señora con un carrito y comenzó a colocar la comida sobre la mesa. Pude ver qué un niño pequeño de cabello rubio oscuro y rizado, tiene lindos rizos no tan largos y muy bien cuidados, sus ojos son verde y es blanco con pequitas en su nariz. La verdad es demasiado hermoso y adorable.

Pasó cerca de mí con un avión entré sus manos, mientras corre alrededor de la mesa haciendo sonido de ñuum con su boca. Usa un uniforme que me imagino que es el de la escuela, después se detuvo frente a mi y extendió su mano.

—Hola señorita. Un gusto soy Milan Lacomte —saludo él.

Que elegancia.

Me incliné hacia adelante y estreché su pequeña mano —Hola niño hermoso —le regalé un amplia sonrisa —. Mina Black pero para usted, solo Mina.

—Entonces para usted solo Milan —él me regaló una sonrisa adorable.

Me incorporé y miré a su hermano, el niño retrocedió y lo abrazo a la cintura.

—Ella será desde hoy tu niñera Milan —le comunicó su hermano mirándolo —. Así que espero te lleves muy bien con la señorita.

El niño se alejó y me observó — Recuerda tengo que ir a mis clases de piano —comunicó con seriedad —. Es sagrado para mí.

Asentí —Claro Milan —miré a su hermano quien ya me estaba mirando.

—Le gusta el piano. Que sorpresa —asentí con una pequeña sonrisa.

—Si y mi hermano no lo entiende desde que llegamos solo me llevó dos veces a las clases —reclamó mirando al chico alto. 

Su hermano rodó los ojos — He estado muy ocupado Milan. Creo que hice mucho en cuidarte y a la misma vez ir a la oficina — esta vez me observó —. Recién llegamos de Bélgica y aún tengo cosas que poner en orden y con Milan solo, sin la atención de alguien, no podré.

—No se preocupe yo lo voy a cuidad muy bien — miré al niño y le sonreí.

—Eso espero —él soltó un suspiro —. Bueno vamos a desayunar.

Eso hicimos nos sentamos en los respectivos asientos de la larga mesa que ahora está llena de una selección gourmet, en ese momento llego Loan y tomó asiento a mi lado.

—¿Y pequeñin?

—¿Quién es Pequeñin? —inquirió mi joven y atractivo jefe.

Loan y yo nos miramos.

—Es su perro —aclaró Loan mirando al rubio oscuro.

El chico detuvo su desayuno y frunció el ceño mirándome —¿Tienes un perro…?

—Si —confirmé —. Lo rescaté de la calle —piqué mis panqueques.

El chico afirmó.

—¡Yo quiero conocerlo! —exclamó el niño con alegría.

—Es uno de sus animales favoritos —musitó Loan mirándolo con una diminuta sonrisa.

—Ya quiero jugar con —él niño hizo un gesto triste mirando su plato de panqueques con miel encima —. El mío se desapareció hace un año.

—Lo siento… —le regalé una cálida sonrisa —. Pronto lo volverás a ver, ya verás.

El afirmó rápidamente sonriendo.

—Esta bien Milan, lo puedes cargar  y jugar pero será luego e la escuela, porque Pequeñin está en el salón de belleza —expresó Loan.

—Esta bien —murmuró él niño.

—Hedía a cluaca —susurró solo para mí.

Reprimí la risa y continúe mi desayuno.

Después de eso tuve que ir con mi jefe a su despacho ya que teníamos que hablar. Es un lugar muy elegante. El escritorio es de madera pulida, hay se encuentra una laptop Apple color negro entre otras cosas, todo está bien organizado e impecable, me senté en el sillón de terciopelo color ciruela, él ya se encuentra sentado en su sillón cómodo y grande. Pude ver qué abrió uno de los cajones y sacó una carpeta, luego la abrió y sacó una hoja.

—Bueno le explicaré con claridad —comenzó él mirándome y se recostó del respaldo de su asiento luego dejó la hoja en su lugar anterior.

Lo miré ida, cada fracción de su rostro y con la elegancia que se expresa al hablar. Se me hace imposible concentrarme en lo que me dice.

—Bueno, quiero una persona que esté pendiente de Milan desde que se levanté hasta que se acueste, que lo lleve a sus clases de piano, a pasear, este pendiente de la escuela y que lo ayude con sus tareas, pendiente de su salud —hizo una pausa breve —. No puedo hacer nada de eso mayormente estoy en la empresa y es por eso que necesitó una persona no tenga hijos, ni responsabilidades ya que obviamente cuidar a Milan gastará la mayor parte se su tiempo.

Asentí mirándolo con seriedad.

El continúo.

—Tendrás libre los fines de semana, ya que esos días para nuestra familia son sagrados, es algo tradicional que inculcaron nuestros padres, y yo esos días estaré con Milan —él miró a otro lado —. Bueno en fin Se te dará hospedaje, comerás aquí… Para resumir serás parte de la casa y será tuya también. Tú paga será buena obviamente — me observó despreocupado —. Lo que no debes hacer : Fiestas, traer amigos ya sabe… —hablé de inmediato.

—Si no se preocupe, de igual forma no conozco mucha gente de este lugar —le regale una pequeña sonrisa —. ¿No hay problema con el perro?

El me observó con seriedad por un momento.

—No —miró la hoja y la deslizo con lentitud hasta mi lado del escritorio —.  Por favor firme el contrato y recuerde será por un año, señorita Black —colocó la pluma sobre la hoja.

Observé la hoja y comencé a leer. Es lo primero que dicen, antes de firmar debes leer.

—Listo —deslicé la hoja hasta él junto con la pluma y mi firma en ella. Al ver lo que me iban a pagar mis ojos brillaron y de inmediato firme.

El ojos grises miró la hoja y frunció el ceño — Tu firma tiene una estrella incluida…

—¡Oh sí! Me gustan las estrellas —miré a varios lados.

—Es extraño… espero no sea falsa —guardó la carpeta en el cajón con recelo.

El chico se levantó y extendió su mano yo la sujeté.

—Bienvenida y espero que la estadía se de su agrado.

Alejemos nuestras manos.

—Gracias señor —también me levanté.

—Por cierto cualquier cosa que necesites infórmale a Loan y por auto no se preocupe busca Robert —comunicó.

Asentí.

Salimos del despacho y él se fue por su lado y yo me fui por el mío, en busca de Milan. Me detuve frente a la puerta del niño y al escuchar adelante entré.

Observé la habitación. Es con paredes color azul y tiene una colección de aviones en una repisa, su cama es del tamaño de la mía con mantas de aviones color azul y blanco, es la típica habitación de un niño, pero no la que tiene autos, sino aviones.

—No te preocupes ya estoy listo —avisó el mirándome mientras pasa la mochila por su hombro.

—Muy bien entonces bajemos Milan.

Y eso hicimos bajamos y salimos de la casa, afuera ya la camioneta negra. Se encuentra frente a la casa y Robert igual. El hombre castaño abrió la puerta trasera y Milan y yo subimos, él subió al asiento de adelante y comenzó a conducir. 

Al salir de la casa, que queda unos minutos alejada de la ciudad, no fuimos vía al instituto privado de Milan. Había algo de tráfico pero logramos detenernos justo a tiempo, frente al gigante instituto.

Tiene siete años, así que no creo que tenga algo malo en acompañarlo. Entonces bajé junto con él y nos encaminamos dentro del instituto. Es muy lindo y se ve que solo los niños con padres adinerados estudian aquí. El niño me guío hasta su salón de clases y ya varios de sus compañeros se encuentran allí.

—Bueno Milan que tengas un buen día —le acomodé un mechón de su cabello que cae por su frente. Es tan igual a su hermano pero versión pequeña.

Jaaay su hermano…. Mi subconsciente suspiro. 

—Gracias Mina —él sonrió con dulzura.

—Y recuerda si algún compañero te intenta hacer algo malo, golpearlo juntos en la nariz —él niño hizo un gesto de malicia mientras eleva las cejas.

—¿Funciona…? —inquirió interesado, aún con rastros de esa sonrisa.

Afirmé con seriedad —A mi si —confesé.

El sonrió ampliamente mostrando los dientes y afirmó —Perfecto.

No sé si esa sonrisa debe inquietarme pero se ve tranquilo.

Milan entro a su aula y yo esperé a la profesora, que no se tardó mucho y le pedí un momento para hablar con ella.

—Hola seré quien cuidará a Milan Lecomte —extendí mi mano y ella la sujetó para estrecharlas.

—Soy Brenda y si Milan un niño muy aplicado y educado —ella miró en dirección al niño rubio, quién se encuentra sacando sus cosas ya sentado en su asiento.

—Bueno solo quería informarle que todo lo que tenga que ver con Milan me lo comuniqué a mi, ya que yo seré quien estará con él desde ahora en adelante.

La pelinegra asintió rápidamente mirándome —Por supuesto señorita, así será.

—Muy bien y bueno —sonreí —. Hasta luego.

Me retiré pero antes agite mi mano en dirección a Milan quién también lo hizo y sonrió con ternura. Es un angelito.

Salí del instituto y Robert está fuera del auto esperándome. Al verme abrió la puerta de la camioneta. Antes de subir me detuve y lo miré.

—No lo hagas —le pedí con seriedad.

—¿Hacer qué? —cuestionó confuso.

—Abrir la puerta para mi. No lo hagas, me haces sentir inútil —cerré la puerta de la camioneta y le sonreí —. Eso es solo para princesas y reinas. Y… créeme yo no lo soy.

El hizo una afirmación —Así será señorita.

—Mina, Rob. Solo Mina — miré al cielo —. Hoy salió el sol en Londres caminemos, debo ir al salón de belleza donde tienen a mi Pequeñin.

—¿Pequeñín está en un salón de belleza? — inquirió él estrechando la ceja.

Asentí y comencé a caminar el me siguió. 

—Si… —lo miré sobre mi hombro.

—No sabía que los perros tenían salón de belleza.

Me detuve y lo observé con seriedad, él igual lo hizo.

—¿Dónde vives? —inquirió con seriedad —. Doo siglo veintiuno llamando a Robert ¡Por supuesto que los perros tiene salón de belleza! —continúe mi caminó y él me siguió.

Caminamos varias cuadras y varias calles y logramos llegar al sitio. Al entrar vi a varios perritos con sus pelajes lacios y brillantes perritas con lazos en sus ojeras ….

—¿Por qué le puso lazos rosas a mi perro?  — inquirí mirando a la chica rubia que de inmediato se sonrojo.

—Yo… esperé —ella levantó la pata del perro y miró, luego la bajo. Elevó su mirada hasta mí —. Si ya me doy cuanta, lo siento… he… déjeme quitarle todo eso.

—Espero…

—¿Qué le gustaría colocarle de ropa? ya que es macho —interrogó nerviosa.

Miré a Robert y lo señale —Viste lo como él.

—¿Segura? —inquirí él mirando al perro que seguir sentado lamiendo su hueso.

Miré a la chica —Si. Pequeñin hoy se vestirá de chófer.

—Ya lo traigo.

La mujer lo sujetó y se lo llevó. Nos quedamos un rato esperando y luego de un rato pequeñín salió con un trajecito de chófer. Sonreí ampliamente mirándolo y lo sujeté, esté de inmediato me comenzó a lamer. Se que me quiere y yo a él. Amistad a primera vista.

Salimos del lugar y nos regresamos a la camioneta y subimos para irnos de vuelta a la casa. Al entrar solté a Pequeñin y este me siguió a la cocina allí puede ver a dos mujeres con vestido negros y cabellos atados, me senté una de sillas de madera de la barra de desayuno.

—Hola —las saludé con una sonrisa mientras observó la cocina. Es gigante y completamente de color beige todo último modelo. Si bueno es normal, es casa de ricos.

Las mujeres me saludaron también con una sonrisas en sus rostros.

—Soy Mina Black —me presenté mientras las miró. Están de aquí para allá en la cocina.

—Yo soy Sheila —comentó la castaña mirándome.

—Y yo Nicolle —la señora de cabello teñido me miró con el ceño fruncido.

—Igual un gusto —comenté mirándolas.

—¿Entonces ustedes son las chefs?

Ambas asintieron.

—El desayuno estuvo muy rico —agarré una manzana de la cesta de frutas que hay sobre la barra.

—Gracias —agradeció Sheila.

—Ya debo irme —comunicó Nicolle a Sheila y se quitó el delantal —. Nos vemos luego Mina.

—Hasta luego —la miré irse.

—Bueno me toca a mi —soltó Sheila lanzando un suspiro.

—¿A dónde irá?

—Cosas personales —ella me regaló una sonrisa.

—Bueno yo debo hacer algo, nos vemos después —le pegué un mordisco a la manzana y me retiré de la cocina.

Subí las escaleras de caracol junto con mi perro e inicie mi caminata por el largo pasillo, la señora de limpieza estaba terminando de hacer su labores y todas las habitaciones están abiertas huele muy rico. Entré en la habitación de Milan y busque entre sus cosas el horario y lo conseguí entonces elabore un horario para hacer las cosas con él.

Lunes luego de clase le toca su sienta, obviamente los niños deben dormir, las escuela  cansa. Luego de su siesta hacer las tareas que sería más o menos una hora, luego llevarlo a sus clases de piano y después salir algún lugar de la ciudad  para que se distraiga. Eso será de lunes a viernes. El fin de semana no lo toco. Revisé a ver qué le falta y lo anoté en una hoja después salí de la habitación, pero ya por la mitad del pasillo me di cuenta que Pequeñin no estaba.

—¡Pequeñin! — lo llamé y no escuché ni ningún sonido departe de él. Me supuse que bajo así que continúe mi caminata.

Vi a la mujer de limpieza que llegó corriendo frente a mi. Con el teléfono de la casa en la mano.

—Es del instituto del señorito Milan — comunicó ella con la respiración acelerada y cara de preocupación.

Agarré el teléfono y lo puse en mi oreja.

—Hola —contesté.

—Señorita Black queremos que venga ¡Ya! Al instituto.

Mire a la mujer blanca frente a mi y se encogió de hombros y luego se alejó.

—De acuerdo pero ¿que sucedió?

—¡Preséntese de inmediato por favor! —exclamó la mujer enojada.

Colgaron alejé el teléfono y lo miré confusa. Sin perder más tiempo bajé las escaleras corriendo y al llegar a la puerta principal salí y busqué a Robert quién se encuentra hablado con uno de los jardineros.

—¡ROBERT! —grité de inmediato.

Y el se giró y se comenzó acercar, le hice un ademán con mis manos que se apurará y el comenzó a caminar más rápido.

—Debemos ir al instituto dónde estudia Milan —abrí la puerta de la camioneta y subí al los asientos traseros y el subió al asiento de siempre para comenzar a conducir.

Después de minutos Robert se detuvo en frente y bajé rápidamente para ir hasta el salón del pequeño. En cuanto me detuve toque a la puerta y la profesora salió.

—¿Qué sucedió? —inquirí inquieta.

Ella me observó con el ceño fruncido.

—Vamos. El niño está en la dirección.

Ella comenzó a caminar y después de pasar varios pasillos, entramos en una oficina allí se encuentra Milan, sentado en una de las dos sillas que hay allí y la que me imagino es la Directora. Su expresión de pocos amigos me asustó.

—Por favor —señaló la profesora Brenda señalado la silla sola vacía al lado de Milan.

Eso hice y miré al niño que está cruzado de brazos con el rostro fruncido.

—¿Qué sucedió? —inquirí mirando a la señora con traje elegante y ojos azules, quién está con los labios fruncidos.

—Sucede que este niño es un delincuente — miró a Milan.

—No… lo creo. La profesora dijo que es un niño muy educado y aplicado —miré a Brenda quién observa a la Directora —. Creo que es una falta de respeto decirle así —me quejé.

—Pues déjeme informarle que si niño “Educado” hizo una banda junto con sus amigos y atacaron a otros dos niños de otro salón.

Miré a Milan que no dice nada está en la misma posición y aún serio.

—¡El con sus amigos golpearon a esos niños en la nariz! —exclamó alarmada —. Y dijo una frase “El Norte recuerda” Creo qué deberían de vigilar las cosas que ve.

—¿Y como sabe usted que es algo que ve?

Yo si sé, de dónde viene esa frase.

—Pues lo interrogue y me dijo que es una serie llamada Juego de tronos —ella entrelazó sus manos —. Entonces investigué y es horrible lo que súdese en esa serie de televisión.

—Milan ¿eso es cierto? —interrogue con suavidad.

El sintió con lentitud aún con esa expresión en su rostro.

—¿Ellos te estaban haciendo algo malo? 

—Siempre —miró a la Directora con seriedad —. ¡Siempre están molestándonos  y entonces decidimos atacar! — exclamó molesto.

—¡Hey! Calma. El sol se va ocultando — acaricié su cabello y miré a la directora —. Si no detiene a eso niños, entonces el Norte seguirá recordando —me levanté molesta —. No es solo su culpa él solo se defendió.

—Si —afirmó Milan.

—Además él es un niño tranquilo lo conozco desde hace mucho y nunca se había comportado así. Pido disculpas por las molestias —miré a Milan quién se levantó de la silla —. Pero si los niños vuelven atacar él se defenderá.

La Directora no dijo nada solo me observó.

—Yo hablaré con él, pero los padres de esos niños también deben hacerlo —expresé enojada.

—Bueno Milan ya que dices eso entonces debo hablar con los padres de esos dos niños. Ahora vuelve a tu clase —ordenó la Directora.

El niño se retiró con su profesora y yo miré a la Directora — Estaré pendiente de su internet y hablaré con él.

Ella asintió — Claro señorita.

Sin decir nada más me retire, pero como ya faltaba poco para que Milan salga simplemente lo esperé, después nos fuimos a la casa.

—¿Dónde viste Juego de tronos Milan? —inquirí mirándolo mientras subimos las escaleras.

El bajó la mirada —En la sala de cine —confesó.

Una sala de cine. Ya se dónde voy a ver Spiderman.

—Oye desde hoy está completamente prohibido que entres allí y el uso del internet será solo para las tareas —lo miré con seriedad .

—Esta bien… pero ya me vi las ocho temporadas —confesó haciendo pucheros.

—¿Cómo es que lo hiciste? ¿ Tú hermano no te prestaba atención o qué? — inquirí confusa.

—Lo hacia en la noche mientras el dormía —se encogió de hombros.

—¿Entonces te acuestas tarde? — inquirí.

—A las doce.

Negué — Lo niños se deben dormir a las ocho. Así que de ahora en adelante a esa hora te acostaras a dormir.

 

Llegamos al pasillo.

—¿Y tu perro? —Inquirió él.

Verdad que sí ¿Dónde está?

En ese momento vimos que un hombre alto de caballo negro salió de una de las habitaciones, Milan al verlos salió corriendo.

—¡Adam! —él niño lo abrazo.

Lo que me llamó la atención, fue que Pequeñin salió de esa habitación y se acercó hasta mí lugar con tranquilidad. Me incliné y lo sujeté está algo liviano.

—¡Hola corazón! Estabas perdido… Debes tener hambre—comenté mirándolo y acariciando si pelaje.

—Estaba en la habitación de Kiev —confesó él hombre —. ¿Es un chófer?

Entonces allí duerme mi jefe, justo al lado de la mía. Interesante…

—Si...

—Por cierto soy Adam Smith —estrechamos nuestras manos.

—Mina Black. Cuidaré Milan —le sonreí.

—¿Te quedarás a comer?  —le preguntó Milan.

—No Milo saldré almorzar con tu hermano —su teléfono sonó y él atendió.

Solo pude escuchar.

—Hola amor.

—Si ya voy, tengo un hambre horrible.

Este hombre es gay ya lo vi. Su forma de hablar y todo.

—Kiev no seas idiota. No vemos allá.

¿Saben cuál ese el sonido de un vidrio al romperse cuando impacta con el suelo volviéndose migajas? Así sonó mi corazón al escuchar esa llama. ¿ Mi jefe es gay? ¿Ese hombre tan bellos es ¿Gay? No tengo problema con los Gay peor …. ¿El?

—¡Hey! señorita la tierra la llama…

Lo miré a sus ojos azules.

—Ha… dígame —pestañe saliendo de mis pensamientos.

—Fue un placer y vigílalo es algo travieso — advirtió él sonriendo.

Asentí también sonriendo —Claro.

El se fue y acompañe a Milan hasta su habitación.

—Dúchate que en veinte minutos bajamos a almorzar —le advertí.

El niño entró en su habitación y yo entre en la mi.

Durante todo el día me hacia esa pregunta, y la conversación de esa llamada en mi cabeza se repetía un y otra. Hice la tarea con Milan, fuimos a las clases de pieno y luego paseamos por el parque comiendo helado, después de todo eso volvimos a casa.

Las horas pasaron y llegó la hora de m****r a dormir a Milan.

—Bueno hablemos acerca de lo que ocurrió hoy —lo miré él ya se encuentra acostado en su cama listo para su siesta.

—Sé que no debo ver más la serie…

—Ya la viste que tanto —me encogí de hombros —. Solo voy a decir que es malo ser tan agresivo pero siempre hay defenderse. Solo se puede ser agresivo con personas que nos golpean o atacan —le regalé una sonrisa —. Pero es malo hacer Bullying a otros niños.

El hizo una expresión triste. Es tan lindo de todas formas, sus mejillas rojas al igual que sus labios.

—Lo sé… sé qué es malo pero ellos molestan mucho a mi amigo.

Asentí.

—Eso debes decírselo a la Directora.

El asintió.

—Milan cualquier cosa que te estén haciendo o diciendo tu dímelo ¡Bien! —lo miré con seriedad —. Puedes confiar en mí.

El asintió rápidamente con una sonrisa en sus labios.

Me levanté de la cama — Y otra cosa no prestes atención a lo que te dije, sobre golpear en la nariz.

—Peo ya lo hice —levantó sus manso con inocencia.

—Bien. Pero.. promesa Pinky —me acerqué y ambos juntando nuestros dedos meñiques —. Promete que solo lo harás si alguien te ataca.

El asintió —Lo prometo.

Me aleje de él y apague la lámpara.

—Ahora a dormir.

Caminé hasta la puerta pero escuché que hablo nuevamente en voz baja.

—Mina…

—Que… —respondí en un susurro.

—Me agradas.

Sonreí ampliamente.

—Tu también… —respondí de vuelta.

Salí de la habitación y justo en ese momento mi jefe sexy iba entrar a la de él.

—Hola jefecito ¿Cómo le fue? —sonreí  mirándolo.

El se detuvo y también me miró.

—Me fue bien ¿Y a usted?

—Muy bien gracias por preguntar —asentí —. ¿Le puedo decir una cosa?

El frunció el ceño y afirmó.

—No me diga usted, que apenas tengo Veintitrés y me siento vieja —le regalé una sonrisa tierna.

Su rostro se suavizó y medio sonrió —Claro así será.

—Gracias. La gerencia. Que tenga buenas noches.

—Buenas noches.

Ambos nos adentramos en nuestras habitaciones cerrando al mismo tiempo. Lo que hice a continuación fue entrar en la tina puse música y me duche. Después me coloqué un mono y una sudadera grande para dormir, peine mi cabello mojado y lista me acosté en la gigante y cómoda cama, cubrí mi cuerpo con el cubre camas y lancé una última mirada a Pequeñin que duerme plácidamente en su nueva cama y entonces decidí dormir.

Escuché un gritó.

—¡UN BICHO! 

De hombre.

—¡EN MI CAMA! 

O mejor dicho de Kiev.

Rápidamente me levanté y me puse mis pantuflas. Para cuando salír, ya Loan se encontraba dentro de la habitación de Kiev quién se encuentra en bóxer y sin camisa.

Me fue imposible no mirar sus abdomen marcado, sus brazos músculos. Es algo pálido pero DIOS está buenoteee.

—Creo que ahí entre mis sábanas hay algo — habló él señalando con inquietud.

—¿Te picó? — inquirí preocupada mirando su cuerpo.

Aprovechándome del momento.

—No, no pero pude tocarlo.

—¿Y cómo es? — inquirió Loan buscando entre las sábanas.

—Es delgado y algo viscoso. No lo sé es extraño.

—Huele mal ¿No les pega? — inquirió Loan quien anda en pijama.

Yo Negué.

—Un poco. Si —afirmó Kiev ya más calmado.

Después Loan se quedó quieto y soltó un suspiro.

—Es excremento de perro —me lanzó una mirada —. Y no es un bicho son tres bichos.

—¿Qué? —vi que Kiev se acercó para mirar.

—Yo… Ha… Me iré creo que Milan me está llamando —me giré para salir de la habitación.

—Mina… —escuché la voz gruesa y sería de Kiev detrás de mi.

M****a.

Me giré y lo miré —¿Qué desea mi jefe?

El levantó una ceja aún con el ceño fruncido.

Le sonreí con ternura.

 

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