Capítulo 4
Me sujeté la cabeza, el dolor era insoportable y las lágrimas nublaban mi visión.

Basta, no sigas. Cada palabra hacía que mi mente reviviera esos momentos dolorosos de nuestro pasado. Mi corazón latía con un dolor punzante.

Emilio tenía razón, alguien como Alejandro no conoce el remordimiento.

En aquella época, Alejandro era un jugador profesional de snooker, aclamado como un "talento prodigioso" que había tomado el mundo por sorpresa. Era la estrella del momento.

Yo era árbitro de snooker, encargada de recolocar la bola blanca después de cada tiro.

Hace siete años, durante un partido, mientras me inclinaba para colocar una bola, un jugador extranjero comenzó a hacer movimientos obscenos detrás de mí.

Era acoso sexual en pleno torneo.

El público quedó conmocionado.

Me sentí avergonzada y furiosa, pero siendo de naturaleza tímida y solo una simple árbitro, no me atreví a decir nada.

Para mi sorpresa, Alejandro le propinó un puñetazo en la cara al jugador extranjero, como un dios vengador. Mi corazón empezó a latir frenéticamente.

No, en realidad, mi corazón ya latía por Alejandro desde hacía tiempo.

Mi padre había sido jugador de snooker, así que este deporte siempre formó parte de mi vida. Era inevitable que me fijara en Alejandro, a quien los medios alababan tanto.

Yo lo admiraba desde antes que los medios, desde que empezó a destacar. Guardaba copias impresas de todas sus fotos sosteniendo trofeos, grandes y pequeños.

En otras palabras, estaba enamorada de él en secreto.

Pero nuestras posiciones eran como el cielo y la tierra. Además de ser uno de los mejores jugadores de snooker del mundo, era el heredero del Grupo Núñez en nuestro país.

Rico y poderoso.

Yo, en cambio, era solo una simple árbitro. Aparte de ser considerada atractiva y llamada por los medios "la árbitro más bella del snooker", no tenía nada especial.

Así que aquella noche, después de que golpeara al jugador, cuando me acorraló contra la pared fuera del baño de mujeres, me sentí feliz y nerviosa a la vez.

Me sujetó la barbilla, obligándome a mirarlo.

Y me besó.

Fue embriagador.

Luego, con voz seductora, me dijo: "Me descalificaron del torneo por golpear a ese imbécil por ti. ¿Cómo vas a compensarme?"

"¿Siendo mi novia?"

¿Qué?

¿Pero los medios no hablaban constantemente de su romance con Sofía?

Titulares como "El prodigio del snooker Alejandro y la hermosa actriz Sofía Ramos, juntos. Sus familias parecen aprobar la relación" eran comunes.

Yo sabía que él tenía a alguien más en su corazón.

Lo miré confundida y nerviosa.

Sus labios húmedos se movieron diciendo "Lo mío con ella es solo un rumor", y como hechizada, asentí y acepté ser su novia.

Al principio, me convencí a mí misma de creerle con esperanza.

Si decía que lo de Sofía era solo un rumor, entonces yo lo creería.

Pero con el tiempo, quizás me volví más codiciosa.

Si solo era un rumor, ¿por qué nunca lo aclaraba?

¿Necesitaba la publicidad? Pero la fama no ayudaba a Alejandro a meter bolas con precisión y ganar partidos.

Entonces, ¿qué era yo, su novia secreta?

Alejandro podía moverse entre su amante y yo sin remordimientos, pero yo no me atrevía a confrontarlo abiertamente.

Nuestro amor fue desigual desde el principio. Temía que me dejara.

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