—Mi madre no ha dejado de llamarme —dijo Isabella mirando las llamadas perdidas de su celular. Tenía al menos una docena de ellas.
Su avión había aterrizado apenas una hora atrás y ya estaba deseando regresar a París.
Los últimos días se habían sentido de ensueño. Luka la había llevado a recorrer la ciudad. Habían visitado museos, parques, puentes, restaurantes. Incluso habían podido visitar uno de los clubs. Era la primera vez que había ido a uno solo por diversión y no por cumplir con algún compromiso.
Durante todo ese tiempo se había asegurado de pensar lo menos posible en su madre, no quería que ella tuviera posibilidad de arruinarle la diversión. En algún momento tendría que lidiar con ella, pero todavía no estaba preparada.
—¿Qué quieres que quiera?
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Luka observó a Isabella alejarse queriendo seguirla para cerciorarse de que estaba bien. Sin embargo, tenía que hacer algo primero. Centró su atención en Adelaide, la causante del sufrimiento de la mujer que amaba. No le importaría no volver a verla otra vez y si era tan inteligente como para tomar en serio las palabras de su hija, era eso lo que iba a suceder.Adelaide estaba en completo silencio en el mismo lugar donde se había detenido cuando su hija habló por última vez. Era tan fácil compararla con una estatua de mármol. No solo tenía la apariencia, sino también era fría como una.Sacó su celular y ordenó un taxi para que la recogiera. Para buena suerte el auto no iba a tardar más de diez minutos en aparecer.—Señora Adelaide —empezó, logrando sacarla de su trance.Ella colocó su mirada asesina sobre é
Luka estaba embobado mirando a Isabella. Ella tenía a Nerea en sus brazos, la sujetaba con tanto cuidado mientras jugaba con una de sus pequeñas manos. Su sonrisa era enorme y hablaba con la pequeña con ternura.Se imaginó la misma escena, pero con un hijo de ambos. Había pensado bastante en lo mismo desde aquella noche en París. Isabella sería una madre perfecta, de esas que constantemente les dice a sus hijos que los ama. —Tienes esa mirada —dijo Giovanni parándose a su lado. Lo miró sin entender a qué se refería—. Una llena de amor y sueños. —explicó él—. Sé de lo que hablo. El espejo me devuelve la misma imagen cada mañana.No podía negarlo, quería pasar su vida con Isabella y quería lo que su amigo tenía.—¿Crees que ella quiera lo mismo? —preguntó in
—Creo que deberíamos levantarnos —musitó Isabella en tono juguetón. No sabía cuánto tiempo habían estado echados en el suelo besándose y diciéndose cuanto se amaban.No creía que la vida pudiera ser más perfecta de lo que ya era.El matrimonio nunca había sido una de sus prioridades. Su carrera había ocupado gran parte de sus días. Pero, las noches, justo antes de quedarse dormida, había soñado con una familia propia. Casarse con un hombre que la amara con la misma intensidad que ella lo haría. Hasta Luka, no había estado segura de si algún día sería más que un sueño; pero cuanto más tiempo transcurría, más segura se había sentido de lo que tenían.Cuando él hincó una rodilla frente al suelo, mucho antes de que hiciera la gran pregunta, ya estaba segu
Luka ordenó una variedad de platillos, así como el postre. El mesero les trajo todo junto y, luego de acomodar sus pedidos sobre la mesa, los dejó a solas.Durante toda la cena Luka la mantuvo sobre sus piernas y le dio de comer. Su otra mano se mantuvo en su espalda dándole caricias en la espalda con una suavidad que resultaba una dulce tortura.—Abre la boca —dijo Luka poniendo un pedazo del pastel de chocolate delante de sus labios.Obedeció de inmediato. Cuando el pastel entró en contacto con su paladar, cerró los ojos y soltó un gemido ante la explosión de dulzura.—Está delicioso —musitó. Todo había estado delicioso, pero el postre era otro nivel.—Tendré que comprobarlo. —Luka la tomó de la nuca y la besó tomándose su tiempo de acariciarla con su lengua—. Tienes razón. Dulce. &
La noticia de su compromiso había salido en todos los medios gracias a un par de fotos que algún paparazzi había logrado obtener de Isabella usando el anillo. Después de eso el anillo de compromiso había sido objeto de análisis. El costo, su tamaño, su procedencia, su significado.Isabella y él habían elegido optar por mantenerse en silencio. Habían compartido su noviazgo con el resto porque era lo mejor en esas circunstancias; pero esta vez ambos querían ser discretos. El agente de Isabella había respetado la decisión. Obviamente se habían asegurado de poner a Renzo al tanto de su compromiso antes de que todo estallara.Debido a que Isabella tenía menos compromisos al estar de vacaciones, no había sido tan difícil para ella mantenerse lejos de las cámaras. Luka, por otro lado, se había tenido que enfrentar a los periodistas cada vez que salía de casa.Para esos días la atención parecía haberse desviado a otras noticias.—Luka, Isabella —saludó Giovanni a
Isabella la estaba pasando genial. Era eso lo que necesitaba para relajarse un poco después de algunas semanas solo viendo lo de la boda. No es que se estuviera quejando de eso; por el contrario, estaba disfrutando de encargarse de cada detalle. Pero a veces una persona solo necesitaba hacer otras cosas para despejarse un poco. Mia era la mejor compañía que podía tener. Tenía un sentido del humor extraño y divertido, además de una pasión por aprovechar el tiempo al máximo. Estaba segura que sus pies pagarían las consecuencias más tarde, pero estaba demasiado entretenida Ambas visitaron algunas tiendas de ropas, compró un conjunto y algunos juegos de lencería. Después convenció a Mia para visitar las tiendas de bebés. Compró bastantes cosas para Nerea. Tal vez se excedió un poco, pero era su ahijada y podía consentirla. Se imaginó en el mismo lugar comprando ropa para su propio hijo o hija. Desde que Luka y ella habían decidido intentar quedar embarazados, est
Luka siguió a Giovanni hasta la sala donde acomodó a su hija en una cesta y le dijo que esperara vigilando a Nerea. Regresó un rato después con su laptop y lo colocó sobre la mesa. —Aquí está —dijo él—. Se dirigen hacia el oeste. —¿Qué es esto? —La ubicación de Mia. Tiene un rastreador. —¿Sabe que lo tiene? —No hay nada que pueda ocultarle. Ella lo habría descubierto eventualmente, así que se lo dije en cuanto se lo di. ¿Por qué no se le había ocurrido conseguir uno para Isabella? Seguro que lo haría después de esto. No es que estuviera esperando que la volvieran a secuestrar, pero era mejor prevenir. —Esperaremos que el equipo esté aquí para salir. Necesitamos estar preparados para no cometer errores. Era difícil pensar con claridad cuando la vida de Isabella estaba en juego, pero no se iba a arriesgar a que ella o la esposa de su amigo salieran lastimadas. —Espero que ellas puedan aguantar hasta e
Isabella no estaba segura de cuánto tiempo llevaban en aquel lugar, nadie había entrado desde que las dejaron. Sin la compañía de Mia probablemente habría comenzado a volverse loca y a pensar en los peores escenarios. Ella le había propuesto que actúen como si estuvieran en una especie de pijamada; una idea algo difícil de poner en práctica dadas las circunstancias, pero que extrañamente estaba funcionando.Habían aprovechado para hablar sobre películas, músicas, artistas y muchas otras cosas sin relevancia. Si alguien las habría visto tomárselo con tanta calma, habría pensado que estaban locas. No habían llorado, ni tampoco suplicado. Solo estaban allí, esperando que vinieran por ellas.—¿Escuchas algo? —preguntó Mia de pronto, dejando de hablar sobre su lista de libros favoritos.Hizo silencio y se esforzó tratando de escuchar algo.—No, nada.—Exacto. Hasta hace rato había movimiento y algunas voces, algo bajas como para entender lo que decían,