Capítulo 76
Juan lanzó una mirada a los dos, los ojos de Polo profundos y oscuros, incapaces de leer las emociones de su corazón.

Lorena, por su parte, estaba un poco desconcertada por su repentina aparición, y sólo por un momento su expresión se desvaneció, su mirada se desvía hacia el otro lado.

Se le encogió el corazón y respiró hondo, flexionando ligeramente los huesos de los dedos mientras movía la silla junto a su mesa, y preguntó cortésmente:

—¿Te importa sentar con vosotros?

Lorena y Polo dijeron juntos: —Me importa.

La escena quedó instantáneamente en un silencio sepulcral.

Juan entrecerró los ojos y los afiló un par de muescas cuando, oliendo débilmente a cigarrillos mentolados, se sentó dominante y enérgicamente en la silla que había entre ellos.

Era un intruso repentino que rompió el ambiente.

Pero Juan no se sintió culpable en lo más mínimo, se tiró de la comisura de los labios y sonrió.

Pasando por encima de las rosas de la mesa, su ceño se tiñó de frialdad cuando su oscura mirada se
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