Capítulo 691
Juan se sintió avergonzado.

Había asumido que Lorena estaba probando su integridad o que lo consideraba un pervertido, pero era otra cosa.

—Me equivoqué, no me di cuenta de lo bien intencionada que eras —dijo, sintiéndose incómodo por haber juzgado mal.

—Bueno, vamos a comer —dijo Lorena, sintiéndose de buen humor y sin querer seguir burlándose de él.

La comida que Lorena había pedido llegó rápidamente: tripas salteadas, cerebro de cerdo, intestinos de pato… Ella, emocionada, tomó su tenedor y lo animó:

—¡No seas tímido, come!

—¿Todo son vísceras? —Juan hizo una mueca—. Yo no como vísceras.

Lorena coció un trozo de tripa y lo puso en el plato de Juan, con un tono ligeramente admonitorio.

—Antes comías foie gras sin problema, ¿por qué ahora dices que no comes vísceras?

Para ella, Juan estaba siendo quisquilloso.

Recordaba claramente cómo, cuando recién se casaron, ella preparó una mesa llena de comida y Juan, sin quejarse, le dijo que su plato favorito era el foie gras.

¿Y acaso el foie
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