Capítulo 529
Aunque no habían pasado más de unas horas juntos, Lorena podía percibir vagamente que Urso no era el tipo de hombre obsesionado con el poder y las mujeres.

Intentaba ayudarla de verdad.

Solo podía decirse que la majestad de su profesor era demasiado grande.

Urso se rio, sus delgados dedos entrelazados y colocados en su regazo mientras la miraba y le preguntaba: —¿Por qué no le has salpicado con tu propia copa de vino hace un momento?

No la creería si le dijera que no lo había planeado.

Lorena dijo sinceramente: —¡Tenía miedo de dejarle una mala impresión al señor Tamayo!

Urso se quedó sin habla.

«¡Qué sinceridad!»

En ese momento salió Fernando, que se había puesto una camisa de seda del mismo estilo, ¡que a primera vista era cara!

Lorena lo saludó de inmediato: —¡Profesor Tamayo, tome asiento!

Fernando sonrió y se acercó, mirando a Urso y luego a Lorena.

—Acabo de darme cuenta, ustedes me buscaban para algo, ¿verdad?

Urso desvió la mirada y miró a Lorena, haciéndole un gesto para que h
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