Giovanni no estaba seguro de cuánto tiempo había estado caminando sin rumbo. Se había alejado en busca de un lugar tranquilo para pensar y después de un rato se había sentado a orillas del lago. Apenas y podía ver más allá de un par de metros debido a la oscuridad de la noche, pero no estaba allí por la vista.
Todavía estaba tratando de asimilar la idea de que Mia estaba embarazada. En su mente se repetía una y otra vez la escena del médico dándoles la noticia. En cuestión de segundos lo que habían creído una remota posibilidad, había pasado a ser una realidad.
Se suponía que eso no pasara. Ser padre nunca había estado en sus planes. ¿Cómo iba a estarlo cuando no había tenido el mejor ejemplo? Criar un niño implicaban tantas cosas y no creía reunir ni la mitad de ellas.
No se trataba de que no qui
—¿Dónde estuviste? —preguntó después de que la lluvia de besos de Giovanni se detuvo.Cuando Mia había despertado y lo había visto se había sentido tan feliz de verlo a su lado como siempre que por un rato se había olvidado de todo lo que había sucedido antes. Entonces los recuerdos habían llegado y había sentido que estaba a punto de perderlo. En su lugar todo se había arreglado y él había aceptado que la amaba.Las cosas no estaban yendo como ninguno de los dos había esperado, pero eso no quería decir de que estaba mal, por el contrario, todo parecía más que perfecto ahora que Giovanni estaba allí dispuesto a permanecer a su lado.—A un lugar en silencio donde pensar. Lo siento por dejarte sola.—No me gustó, pero lo entiendo. Recuerdo que me dijiste que jamás querías tener hijo
—No pareces muy contento —comentó Giovanni mientras miraba la expresión de frustración en el rostro de Luka. Se recostó sobre su sillón de oficina con los brazos cruzados en el pecho. Que mejor que el sufrimiento de su amigo para distraerse, porque trabajar no estaba funcionando. Después de haber pasado toda una semana sin hacer nada más que pasar el día con Mia, no podía acostumbrarse a estar lejos de ella. Cinco días habían pasado ya, desde que regresaron del Lago de Garda. Ambos habían tenido que volver a sus trabajos y retomar su rutina. Era difícil no pensar en Mia constantemente y si ella y el bebé estaban bien. Ser padre ya no le aterraba, al menos no de la misma manera. Ahora estaba más preocupado de que algo malo sucediera. Esa misma preocupación le había llevado hasta el trabajo de su novia todos los días, durante la hora de su almuerzo, para comprobar que todo iba bien. En su defensa tenía que decir que el no poder llamarla cada hora para comprobar
Mia estaba adornando el árbol de navidad mientras entonaba la canción de navidad que sonaba a volumen bajo a través de los parlantes del equipo de música de Giovanni. Estaban a menos de dos semanas de navidad y ella no podía esperar a que llegara ese día. Era por mucho uno de sus celebraciones más favoritas, incluso por encima de sus cumpleaños.—¿Qué haces subida allí encima? —preguntó Giovanni y dio un respingo. Había estado tan concentrada en lo suyo que no lo había escuchado llegar.Estaba metida en un gran lio. Giovanni le había dicho que esperara a que regresara para ayudarla, como si ella fuera conocida por saber esperar. Él debía de haber sabido esa mañana cuando armó el árbol antes de irse al trabajo, que Mia cedería a la tentación tan pronto regresara… y así es com
Giovanni tomó una respiración profunda antes de tocar la puerta de la casa de los padres de Mia. El día anterior, mientras Mia tomaba una siesta, había llamado a Vincenzo para acordar una cita con él y con su esposa. Él le había dicho que lo esperaban por la tarde.Ese día había terminado el trabajo en la oficina temprano y luego se había dirigido directo hacia allí. Cuanto antes terminara con lo que había ido a hacer, sería mejor. Si llegaba tarde al departamento, Mia se mostraría curiosa y él no quería mentirle.—Señor Giovanni —lo saludó la ama de llaves en cuanto le abrió la puerta y lo invitó a pasar con una mano.Él le respondió con un escueto movimiento de cabeza y entró al interior de la casa.—Los señores lo esperan en la sala. Pase, por favor.La mujer esp
—Si sigues robándote la comida al ritmo que lo estás haciendo, no habrá nada para cenar —regañó Zinerva alejando el recipiente de verduras de su lado.Mia hizo un puchero, pero su amiga solo le dio una sonrisa.—Espero que no seas igual de gruñona que ella —le dijo a Isabella que estaba sentada al otro lado de la isla ayudando a estrujar papas para el puré.Luka le había preguntado si podía invitarla después de ponerla al tanto de algunas cosas. Al parecer la mamá de Isabella había programado un viaje para esas fechas, lo cual la dejaba sola. Era navidad, nadie debía pasarla sola. Así que Mia la había llamado para decirle que se uniera a ellos.Al principio Isabella había tratado de poner excusas, pero ella no era conocida por rendirse así que había seguido insistiendo hasta que a su nueva amiga no le qued&o
Giovanni sonrió ante algo la broma que le dijo Mia al oído. Ella siempre encontraba la manera de hacerle sonreír. Su mera existencia era suficiente para hacerlo feliz, pero tenía la suerte de que además ella lo amaba. Mia estaba sentada a su lado con la cabeza reclinada sobre él mientras la sujetaba con un brazo por los hombros. Ese era su lugar, junto a él.Los padres de Mia y de Luka, estaban sentados en el sofá más largo. Ambas parejas en una posición a la de ellos. Zinerva e Isabella estaban en el otro sofá y Luka estaba en el sillón individual. No le pasaba desapercibido las miradas que este último lanzaba a Isabella de rato en rato y que ella esquivaba con habilidad. Podía deducir que esos dos terminarían juntos, aunque parecían tener un camino largo por recorrer.De propia mano sabía que muchas personas no tomaban el camino s
Mia alzó su mano al aire y miró su anillo de compromiso con una sonrisa. No podía ver muy bien los detalles con apenas la luz de la lámpara de mesa iluminando la habitación, pero no necesitaba hacerlo. Se había grabado cada detalle de él. El aro era de color rosa y en medio llevaba un diamante de corte redondo. —Mia Vitale, suena perfecto —comentó. —Recuerdo que lo dijiste hace mucho tiempo —dijo Giovanni sin dejar de acariciarle la espalda. Era de madrugada. No se habían retirado a sus habitaciones hasta pasada la una de la mañana. Sin embargo, ella no tenía sueño. —Jamás imaginé que era así como terminaría esta noche. Eres demasiado bueno guardando secretos. —Uno de los dos lo tiene que ser. —Bobo —dijo dándole un ligero golpe en el pecho. —Amas a este bobo. —No suenes muy presumido. Él la giró y la dejó sobre su espalda. —Como no hacerlo cuando me voy a casar con la mujer más hermosa y perfecta del mundo. Giovanni se inclinó y besó con devoción. Ella llevó sus manos hasta
Giovanni estaba perdido en sus pensamientos mientras conducía hacia el cementerio. Habían aterrizado el día anterior por la noche y habían dormido en casa de sus padres, ya no se sentía tan raro llamar así a Regina y Domenico.Mia viajaba a su lado, tal y como había prometido que haría.El último par de meses había transcurrido demasiado rápido. Estaban a nada del día de su boda y habían estado demasiado ocupados con los preparativos durante las últimas semanas. Aunque eran su suegra y su mamá Regina quienes se estaban encargando de casi todo, había cosas que ellos habían decidido hacer y otras de las que no podían escapar.Mia le había sugerido que aprovecharan ese fin de semana como modo de escapar de todo y tomarse un descanso. Giovanni había aceptado de inmediato, sobre todo porque quería que su novia se tomara un respiro. Estaba embarazada y no quería que se extenuara demasiado.—¿Cómo te sientes? —preguntó ella sacándolo de sus cavilaciones.