Más de un año atrás…
Ya había tomado la decisión de abandonar a Leo, pero no encontraba la forma de decirle porque, a pesar de todo, lo seguía queriendo. No hacerlo complicaba las cosas, faltaba poco para celebrar nuestra boda, hasta me había hecho la última prueba del vestido. Era blanco y hermoso. El corsé se ajustaba a mi cintura y el bustier estaba adornado con pedrería. De ahí en adelante, se abría en una falda vaporosa con varias capas de tul.
—Leo quedará encantado —aseguró Katie.
Si tan solo supieras.
Salimos de la tienda de novias a las once de la mañana. Katie quería ir a otro negocio y comprar lencería sexy para la noche de bodas, pero inventé un dolor de cabeza y me despedí de ella. No la consideraba mi amiga ni mucho menos, pero no tenía más opción que soportarla
Peter y yo pasamos toda la tarde en la habitación, necesitábamos un tiempo a solas, olvidar a Leo, a Val… a la policía. Estar en su pecho, sintiendo los latidos constantes y fuertes de su corazón, hacía más liviana mi carga, el peso muerto que llevaba a cuestas desde que supe en lo que estaba involucrada con Leo.Lo había decidido, le diría a Peter la verdad. Con eso le demostraría que confiaba en él y que sabía que podía protegerme.—Señor Peter, llegó la visita que esperaba —anunció Marie desde el pasillo.¡Justo cuando le diría todo!—¿A quién esperas? —le pregunté con reserva. No estaba lista para conocer a nadie más, al menos no ese día.—Solo hay una forma de averiguarlo.—Tan cómoda que estaba contigo —me quejé co
Más de un año atrás…Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando sentí una caricia de Leo, que inició en mi mejilla y descendió hasta mi hombro descubierto. Después de haber escuchado la conversación que tuvo con mi madre, corrí a la habitación y fingí dormir.Cuando sus labios tocaron los míos con suavidad, deseé olvidar la verdad, volver a vivir en la mentira que era mi vida junto a él, cuando era feliz. Pero por mucho que lo intentase, eso no iba a pasar, nada cambiaría lo que él era.Dejé de fingir y abrí los ojos. Leo sonrió con emoción, como si fuera la cosa más hermosa que había visto alguna vez. Aquel gesto me aceleró las pulsaciones. Yo lo quería, lo quería mucho. Pero me preguntaba ¿a quién quería, a Leo, o a la persona que pensaba que era?
Sentía el cuerpo cansado, como si mis huesos se hubieran transformado en barras de hierro, hasta los párpados me pesaban. Tardé un poco en abrir los ojos y darme cuenta de que estaba en la habitación de Peter. La oscuridad reinaba a mi alrededor, solo una lámpara sobre una mesita de noche iluminaba el lugar.Intenté levantarme, pero el brazo de Peter estaba recostado sobre mi estómago y no pude zafarme de él.Lo último que recordaba era estar en el suelo llorando y golpeándome contra la pared. Llevé una mano detrás de mi cabeza y sentí una protuberancia latiendo como un corazón.—¡Estás despierta! —habló Peter. Terror y alivio se mezclaron en su voz.—¿Qué me pasó? —tenía la garganta tan seca que me dolió hablar.—Estabas llorando muy fuerte cuando entré a la ha
El cuento de hadas era hermoso, pero fuera del castillo había un dragón escupe fuego por enfrentar. Un dragón que envió un terrible mensaje de la forma menos pensada.Estábamos asaltando la cocina, buscando aperitivos para comer, cuando escuchamos el timbre de la puerta. Él liberó su frustración con un suspiro, estaba hambriento y apenas alcanzó a morder un panecillo que le había calentado en el microondas. Resolvimos ir los dos a ver quién era, pese a la negativa del quisquilloso de Keanton, quien insistía en protegerme a toda costa.Me asomé por la mirilla y vi al oficial Dawson. Su gesto era el mismo, ceñudo y hostil. El pobre hombre estaba falto de afecto… o azúcar, tal vez.—Buenas noches —saludé.Una patrulla, adicional a la que habían apostado para custodiar la casa, estaba parada en la entrada, con las luces enc
Más de un año atrás…Leo me entregó cuatro memorias USB y me pidió que no mirase la información, que mientras menos supiera, mejor para mí. Lo mejor era no haberlo conocido. Mis conocimientos en informática me permitieron ocultar los datos tras un cifrado que, para cualquiera que la encontrase, solo serían fotografías de paisajes. Pero la cruda verdad era otra, en ese dispositivo había muchos datos de cuentas bancarías, rutas de narcotráfico y armas; también una lista de nombres, algunos resaltados en color amarillo que incluían a un lado la palabra «blanco». Era una lista de enemigos y posibles víctimas. Y, no suficiente con ello, había fotografías de adolescentes, chicas y chicos, que distribuían los estupefacientes, quizás en universidades o fiestas de fraternidad. Una fotografía llam
Cuando recuperé la conciencia, estaba bañada en sudor, las manos me temblaban y el corazón me latía tan deprisa que quise meter mi mano y detenerlo por un par de segundos.Sí, quería recuperar mis recuerdos. Quería tener el poder de mí misma, pero el precio fue demasiado alto. El velo que cubría mis ojos se cayó al suelo, junto con mi alma y mi corazón.Aquella noche, cuando Leo supo lo que hice con la droga en la fiesta de Peter, se transformó en un ser desconocido para mí, en un demonio de carne y hueso que me llevó al mismo infierno.Lo que él me hizo me enajenó el alma, la llenó de oscuridad y me hizo desear la muerte. Clamaba por ella, la anhelaba más que a cualquier cosa. Fueron noches eternas sumidas en la oscuridad. Leo me torturó, mancilló mi cuerpo todas las veces que quiso.No supe que pasó despu&eac
—Si no sale en cinco minutos, entras a ese baño. No me importa lo que dicten las normas del aeropuerto —le ordené a Kurt. Ella llevaba mucho tiempo dentro y comenzaba a sentirme paranoico.—Creo que debería entrar ahora, señor —sugirió él.—¡Hazlo!Esperé impaciente mientras la buscaba. Ese baño no podía ser tan grande como para que tardara tanto en volver con ella.—¡Se ha ido! —gritó Kurt al salir.—¡Lo sabía! Sentía que algo no iba bien.—Encontré su ropa en un bolso. Debió salir usando un disfraz. Lo siento, señor.—¿Qué esperas? ¡Encuéntrala! —grité con frustración. Saqué el teléfono del bolsillo de mis vaqueros y llamé a Chris, necesitaba que viniera por mí mientras Kurt, y e
—Nos volvemos a encontrar, princesita —murmuró una voz que me crispó la piel—. No intentes nada y métete en el auto —ordenó.Miré con desesperación a cada persona que pasaba por mi lado, pero nadie notó mi miedo, nadie intentó ayudarme.Con el corazón latiéndome en la garganta, me giré y entré a la Tahoe negra que estaba estacionada frente al banco. Mario estaba sentado a la derecha y Anton se deslizó a la izquierda, junto a mí.El conductor puso el auto en marcha, rumbo al infierno. No esperaba menos del lugar al que me llevarían.—El Don está muy enojado contigo, Natalie —siseó Mario—. Fuiste muy valiente al dispararle a Leo, pero no hiciste un buen trabajo.Un nudo apretado bajó por mi garganta. Leo estaba vivo y lo menos que quería era verlo de nuevo, lo