Capítulo 0330
Leandro, con su herida aún no curada, regresó a su hogar arrastrando un cuerpo agotado y cansado. Su hogar estaba vacío. Parecía una gran tumba, silenciosa. La puerta estaba abierta y él no se molestó en cerrarla, dejando que la brisa nocturna entrara, soplando las cortinas con fuerza.

Al encender la luz, su alrededor se iluminó. Miró los muebles; los objetos seguían allí, pero las personas no. Todo era extremadamente irónico.

Dando unos pasos hacia adelante, llegó al salón. De repente, su pie resbaló, como si hubiera pisado algo. Se detuvo, se agachó y lo recogió. Cuando vio la pequeña bola en su palma, se quedó petrificado. Era una pelota mágica, uno de los juguetes favoritos de Sía.

Miró a su alrededor; en el salón, Sía solía sentarse en el suelo, leyendo o jugando, mientras Luna estaba a su lado, y él se sentaba en el sofá atendiendo sus correos de trabajo.

Tan cálido como era, parecía que sucedió ayer. Hoy en día, todo había cambiado.

De repente, su pierna se debilitó y cayó en el
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