Capítulo 0326
En otro lado, en la prisión para mujeres, los barrotes de acero inoxidable eran fríos; las paredes estaban cubiertas con una pintura gris desgastada, y había una cama plegable simple y estrecha, una manta gris y un baño básico. Eso era todo lo que había allí.

Celia se recostaba en la cama, mirando el techo, iluminado por una débil bombilla. Su estado mental estaba a punto de colapsar; no podía soportar este lugar ni un solo día más. La manta era áspera y húmeda, con un olor a moho que la hacía picar en todas partes. Se rascaba constantemente, dejando marcas rojas en su piel.

La noche era profunda y el silencio a su alrededor era aterrador. Justo cuando Celia estaba a punto de dormirse, vagando y confundida, escuchó:

—¡Despierta, alguien quiere verte! —Una oficial de la prisión se acercó y golpeó los barrotes.

Celia abrió los ojos de par en par. ¿Alguien quería verla? ¿Quién sería? Desde que entró, nadie había venido a visitarla. Ni siquiera su madre, Teresa, había aparecido.

Estaba a p
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