Capítulo1898
Clara, Alejandro y Rodrigo llegaron al patio de la vieja fábrica abandonada al mismo tiempo.

Cuando Rodrigo bajó del coche, su rostro de líneas bien definidas no mostraba ni un ápice de color, solo sus profundos ojos brillaban con un fuerte destello inquietante bajo la luz de los faros, como dos estrellas frías en la noche.

Él se frotó los ojos con fuerza, abrió sus labios agrietados y su voz sonaba muy ronca y casi fragmentada por completo, como un antiguo péndulo desgastado por el tiempo, a punto de desmoronarse.

Alejandro lo miraba con un dolor indescriptible en lo profundo de su corazón. Los golpes continuos de esa noche llegaron como una fuerte tormenta, aunque Rodrigo parecía tranquilo por fuera, su estado mental estaba al borde del colapso total.

—Luisana ya ha llegado, ella estaba rastreándolos, pero acabo de llamarla y ya no responde—su voz sonaba aún más ronca, como una luz débil que se desvanece gradualmente en la oscuridad que se aleja.

Clara sacó de inmediato su teléfono m
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