Fernando, a pesar de contener sus emociones, aún se conmovió hasta que sus ojos se volvieron rojos.

Se veía a sí mismo cuando era joven.

Y se alegraba de que su hermosa nieta pudiera casarse con un buen hombre.

En el camino de regreso, Rodrigo no podía estar más contento, especialmente después de tomar algo de vino con Alejandro. Se abrazaba a su prometida, cantaban, y se besaban, mostrando una gran y maravillosa complicidad.

Luisana conducía mientras echaba un leve vistazo al espejo retrovisor. Aunque su expresión facial era normal, su corazón estaba lleno de alegría y felicidad.

—Rodrigo, espera un momento—Noa se estremeció por las caricias de él. Empujó el pecho fuerte y musculoso del hombre con las manos, sintiéndose dulce y ansiosa por dentro.

Rodrigo besó el blanco cuello de su joven esposa, dejando marcas rojas una tras otra. Esto hizo que el corazón de Rodrigo latiera más fuerte mientras la abrazaba con más fuerza por la cintura.

—¿Qué pasa? ¿No quieres que tu esposo te mime? —