Capíttulo937
—Bueno, tan solo es una pequeña herida, no te preocupes... ¡Ah! —Clara parpadeó y fue atrapada por Alejandro, quien la levantó por la cintura. Ella instintivamente presionó su pecho.

—Te llevaré de regreso a tu habitación, ¿hay un botiquín en casa? Te ayudaré a vendarte de nuevo. —Alejandro la miró intensamente con ojos brillantes y subió las largas piernas hacia arriba.

—No necesito tu ayuda. Soy una cirujana profesional, puedo vendarme yo misma. —Clara apretó con fuerza su pequeña mano blanca en un puño, golpeando su pecho con total vergüenza e indignación. No se atrevió a usar demasiada fuerza, parecía más bien como si estuviera rascándose de una picazón. —Además, señor aquí tengo una herida en el brazo, no en la pierna. ¿De qué sirve que me cargues? ¡Puedo caminar sola!

Lo sé, pero quiero abrazarte. —Alejandro vio sus ojos oscurecerse y lo que pensaba en su corazón salió de su boca sin pensarlo dos veces.

El pequeño puño de Clara se apoyó en su sólido pecho. Su respiración se volvi
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