— ¿Quieres que te cuente qué pasó la noche que estuviste en mi departamento? — inquirió un Benjamín somnoliento reclamando la atención de aquella dama.
— …
— Puedo contarte, solo si nos quedamos un ratito más juntos…— renegoció los términos del contrato de una sola vez.
Hay que admitir que Ben sabía negociar perfectamente, había apuntado justo en la cúspide de la curiosidad de Zahra. Ella no podía luchar contra la intriga. Debía saber exactamente lo que sucedió entre ellos aquella noche y entonces simplemente aceptó el trato.
— De acuerdo, pero vamos a tomar un poco de café a ver si así se te va la borrachera.
— Pero si solo tomé agua, ¿cómo voy a estar borracho?
— Ben, estás borracho y lo que tomaste no era agua sino tequila, y por lo que veo fue bastante.
— Ahh… eso explica el sabor amargo que tenían esos vasos…
Zahra puso los ojos en blanco
A la mañana siguiente, Zahra despertó acurrucada en los brazos de un hombre. La dicha la invadió al sentir la calidez de otra persona tan próxima a ella. El aroma que desprendía era tan agradable que resultaba hipnótico. Una mezcla de almizcle y musgo de roble pendían aún del aroma residual de su perfume importado. Había más notas de aquella fragancia masculina que la alucinaba, pero solo pudo distinguir las grosellas y el jazmín para simplemente perderse en la magia que provocaban en su olfato.Aprovechó la proximidad de su invitado para apreciar la perfecta nariz recta que lucía, sin preocuparse en lo absoluto que más de alguno desearía tenerla así sin la necesidad de tener que contar con una cirugía para alcanzarla.Su respiración era profunda. Tendría al menos un par de horas para que é
Benjamín buscó con la mirada en todas direcciones. La ceremonia había sido muy elegante y emotiva. Los novios se paseaban por todos lados hablando con cada uno de los invitados y agradeciendo cada elogio que recibían.Pero por más que se esforzó, no encontraba a Zahra por ninguna parte. Se suponía que si había ido a la fiesta de despedida de Signer, entonces, tendría que estar allí presente al igual que muchas de las personas que habían participado de ése evento nocturno.Al principio creyó que ella lo estaría evitando pero cuando reparó en el hecho de que Eva tampoco estaba allí presente, entonces estuvo más seguro de que verdaderamente ella no estaba en la ceremonia ni en la cena que se estaba brindando en su honor.Sin embargo, si reparó en alguien muy particular que estaba allí presente
Eran cerca de la una de la madrugada cuando se abrió la puerta del ascensor y Ben caminó el corto trayecto que lo separaba de su hogar.Antes de llegar a su puerta escuchó cómo se saludaban dos personas y oía los pasos de una mujer con tacones acercándose a su dirección para así tomar el ascensor. Cuando dio la vuelta por el pasillo, la figura esbelta y elegante de una dama se acercaba a nuestro protagonista, quienes se terminaron encontrando a mitad del camino sin intercambiar palabras.Sin embargo, aquella joven no pudo evitar mirar de reojo a aquel misterioso hombre que ni siquiera se molestaba en seguirla con la mirada. Había pasado mucho tiempo desde que alguien había ignorado así su presencia, como si realmente fuera posible lograr tremenda hazaña y salir invicto.Cuando lo reconoció, quedó anonadada y sin pensarlo se
—Hola Zarha. — saludó Benjamín sin poder evitar que sus ojos mostraran un brillo que Zahra obviamente no pasó por alto. —Ah… Hola… — Zahra se quedó unos instantes viéndolo, lucía muy elegante, su cabello castaño estaba cuidadosamente peinado a tal punto que dejaban en evidencia a sus ojos claros, juraba que aquel corte de cabello le realzaba la mirada. —…— Eva no dijo nada, solo se quedó contemplando aquel par de tórtolos como hacía muchísimos años que no lo hacía y solo podía pensar en que simplemente había cosas que nunca cambiaban. —Perdón, Evi. Él es mi vecino: Benjamín. Ella es mi Eva. Digo, ella es mi mejor amiga: Eva. Y si, por qué no, también es mi Eva. — bromeó luego de unos instantes mientras volvía la vista nerviosa hacia ella, riéndose cómplice de un mal chiste. Pero Zahra al ver el rostro descolocado de Eva se sintió desconcertada, pues no comprendía por qué la miraba de e
Eugenia Signer seguía a su corazón a pesar de que su orgullo la doblegara. Era un esfuerzo casi inhumano, pero allí estaba aguardando la llegada de aquella persona a quien había invitado a su cafetería preferida para poder hablar.Continuaba mirando la hora en su celular y aunque era un poco temprano, se permitió perderse unos minutos en un recuerdo que siempre tenía presente.Una Eugenia Signer mucho más joven e ingenua en el camino de la vida, en una situación bastante parecida a la de su yo actual, por aquel entonces podía encontrarla siguiendo una vez más a su corazón.Se unía a una escuela que además de quedarle demasiado lejos, no cumplía en lo más mínimo con los estándares que su propia familia le exigía. Pero había una persona que allí concurría y con eso obtuvo el permiso suficiente como para que la de
—Si, hablo de Benjamín— la interrumpió Eugenia, terminando así la deducción de Zahra, luego reparó diciendo—. El siempre, desde que tengo uso de la razón, significó todo para mí— afirmarlo le dolía, le quemaba el pecho—. Pero cuando vi la forma en cómo te miraba la otra noche, en la fiesta de despedida… fue automático… volvieron todos estos recuerdos. Volvieron todos estos sentimientos encontrados— la voz no se le quebró ni un instante, pero por dentro sentía que cada fibra de su ser se desgarraba despiadamente—. No se puede luchar contra el destino de dos personas, eso lo entendí hace mucho. Pero recordar esa lección, casi me cuesta una amistad que es muy preciada para mí. — confesó sintiendo un peso casi abismal en cada una de sus palabras.—&
Nuevamente se rotaron los clientes que estaban en la mesa lindera a la suya, una pareja que celebraba el ascenso de uno de ellos ahora partían con la misma sonrisa con la que llegaron, aunque Zahra afirmaba que incluso se iban con una sonrisa más amplia. Porque “panza llena, corazón contento”...Mientras tanto, Zahra se detuvo a ver a las gemelas que llegaban a la mesa del otro lado, con un rejunte de apuntes y la mirada perdida en las notas que deberían memorizar prontamente.Posó la mirada sobre Euge y entonces una serie de imágenes fueron proyectándose en su cabeza.Estaba rememorando el momento exacto en que su compañero de trabajo una vez le dijo: “Se tomó las vacaciones en serio.”, y no saben cómo, esas simples palabras, le sirvieron de mucho. Era al día de hoy, que Zahra podía afirmarlo abiertamente. Fueron
—¡Basta — le exigió él que se detuviera, tomándola desprevenida —! ¡Por favor! ¡Ya deja de evitarme! — exasperado por las circunstancias no midió en lo absoluto el tono de su voz y dejó al descubierto su propia desesperación en la solicitud realizada.Zahra contempló a su vecino, quien la retenía de la muñeca sin ánimos de querer soltarla. Aquel contacto cálido y delicado se contradecía con la aclamación exigida por parte de aquel hombre.No era ningún secreto de que Zahra había tomado todos y cada uno de los recaudos habidos y por haber, así como un sinfín de estrategias y jugarretas, con tal de evitar toparse con su vecino a toda costa.Había llegado incluso al punto en que se convirtió en una especie de rutina, y aunque resultara muy a su p