Capítulo231
—No te preocupes tanto. No creo que se atrevan a hacer algo así—me dijo Manuel con voz firme pero reconfortante. Sus ojos se desviaron brevemente del camino para mirarme, notando la angustia que se reflejaba en mi rostro. La tensión en mis hombros y el temblor de mis manos no pasaron desapercibidos para él. —Romperle las piernas a alguien es un delito grave de lesiones intencionadas, con serias consecuencias legales. Estarían arriesgándose a enfrentar una responsabilidad penal muy seria. No son tan estúpidos como para arruinar sus vidas por una amenaza vacía.

Manuel soltó el volante con una mano y tomó la mía con fuerza, entrelazando nuestros dedos en un gesto de consuelo. El calor de su palma contra la mía me transmitió una sensación de seguridad que tanto necesitaba. Sentí cómo parte de la tensión abandonaba mi cuerpo, reemplazada por una chispa de esperanza.

A pesar de sus palabras tranquilizadoras, no pude evitar que la preocupación siguiera royéndome por dentro. La deuda de juego
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