Mateo se sentía bastante frustrado, pero en ese momento recibió un mensaje del mayordomo de la villa: [La señora ya ha regresado]. Esa simple frase hizo que se enfureciera. ¿Qué estaba haciendo esa mujer todo el día? Rápidamente arrancó el carro, y el vehículo salió disparado como una flecha. Sus movimientos reflejaban su enojo. Al llegar a la villa, el mayordomo le informó que Mariana ya estaba descansando en su cuarto. Sin decir una sola palabra, él subió corriendo al dormitorio apresurado en el segundo piso. —¡Mariana, sal de ahí!Mariana estaba organizando su escritorio con calma. Al oír el ruido afuera, se detuvo por un momento y luego siguió con lo suyo, ignorando por completo las palabras autoritarias de Mateo. Mateo abrió con brusquedad la puerta del dormitorio, y su mirada severa se posó sobre Mariana. Ella llevaba el mismo vestido blanco y tenía la misma figura familiar. Las imágenes de la mujer que había visto en el salón privado hace un rato cruzaron por su mente, y co
En el pasado, cuando Mariana le entregaba todo su corazón, Mateo no le daba importancia alguna. Pero ahora, viendo cómo lo trataba con indiferencia, una inexplicable necesidad de conquistarla empezó a surgir en él.Mateo no tenía intención de irse. Se acomodó tranquilo en el sofá y se quedó sentado allí. Aunque la puerta del baño estaba empañada, aún podía vislumbrar bien la silueta borrosa y atractiva de Mariana en el interior. Por alguna razón, sintió un fuerte nudo en la garganta y su mirada se fue oscureciendo.Tenía que admitir que, últimamente, esta mujer lo había atraído más de lo que quería reconocer. Una sensación de ardor comenzó a invadirlo por completo, así que él tomó un sorbo de agua para intentar calmarse un poco.Mariana no tardó en salir del baño. Llevaba una delicada bata y se secaba el cabello húmedo. Al ver que Mateo seguía ahí, sin moverse, frunció el ceño ligeramente.—¿Por qué sigues aún aquí?Este hombre, que antes huía de sus insinuaciones más rápido que un con
Mariana no esperaba en ese momento que Mateo estuviera fingiendo estar dormido. Una sensación de humillación la invadió de inmediato. ¡Y pensar que hacía un momento incluso le dio una manta! Resultó que él no estaba dormido en lo absoluto. Su gesto amable ahora parecía una burla total.Mariana respondió con frialdad: —No te estaba mirando a ti.Mateo, con los ojos entrecerrados, sorprendido por la respuesta tan mordaz de la mujer. Chirrió la lengua y, sin previo aviso, la atrajo hacia su abrazo. Quería saber qué sabor tenía esa lengua tan afilada y seductora.Un beso profundo se estampó en los labios de Mariana. A pesar de su naturaleza tan afilada, sus labios eran sorprendentemente dulces y delicados. Este pensamiento inesperado cruzó por la mente de Mateo, llevándolo por completo a profundizar el beso.Mariana no esperaba que él actuara de una manera tan repentina. Los labios de Mateo descendieron poco a poco hasta su cuello, y los besos suaves y dispersos comenzaron a caldear la at
El chillido agudo de Gabriela resonó en los oídos de Mariana, quien no pudo evitar llevarse una mano a la oreja. A veces, realmente pensaba en regalarle a su suegra unos cuantos caramelos para la garganta; ¿de dónde sacaba tanta energía para gritarle todos los días?Con calma, Mariana le respondió: —Lo siento mucho, pero fue tu hijo quien lo hizo. Puede que haya sido un poco brusco, pero... estoy bastante satisfecha. Mientras hablaba, observaba detenidamente la reacción de Gabriela, quien, como esperaba, estaba enfadada hasta la médula.Mariana había notado que cada vez que mencionaba algún acercamiento entre ella y Mateo, Gabriela al instante se ponía furiosa. —¡Imposible! ¡Seguramente fuiste tú, zorra, quien lo drogó! —le gritó Gabriela, clavando su mirada en Mariana como si quisiera perforarle el rostro con los ojos.Mientras Gabriela pensaba en lo peligrosa que era Mariana, decidió que no podía permitir que ella y su hijo siguieran juntos. Si alguna vez Mariana lograba salirse c
¿Cómo se atrevió? Aparentemente fue a ver a mi madre, pero en realidad, ¿con qué tipo de hombre se estaba enredando? ¿Tan desesperada estaba por tener un hijo, sin importarle siquiera con quién? En ese momento, la poca racionalidad que le quedaba a Mateo se desvaneció por completo; ahora solo quería encontrar a Mariana lo más pronto posible.Mientras tanto, en un hotel en el piso superior del Jardín del Aroma. Mariana estaba sentada con las piernas cruzadas, observando a los hombres musculosos frente a ella, mientras les gritaba con enojo:—¡Golpéense más fuerte, ¿me oyeron?!¡Con tan poca fuerza, ¿es que acaso no han comido?!Los hombres, que solo llevaban calzoncillo, estaban arrodillados aterrorizados en el suelo. Aunque estaban llenos de ira, no se atrevían a mostrarla. Tras escuchar sus palabras, comenzaron a abofetearse con más fuerza, repitiendo una y otra vez:—¡No soy digno! ¡No soy digno!Al ver la escena frente a ella, Mariana finalmente sintió un poco de alivio. Estos hombr
—¡Entendido! Justo cuando Mateo estaba a punto de bajar corriendo las escaleras para buscar a Mariana, recibió de repente una llamada de uno de sus subordinados. El subordinado, con desespero le dijo: —Señor Ramírez, hemos perdido de vista a la señora…Mateo apretó los puños, lleno de furia.—¡Inútiles! En ese momento, Mariana estaba emocionalmente destrozada, y si no había nadie para cuidarla, no se atrevía ni imaginar lo que podría suceder. Mientras estaba agobiado, él recibió una inesperada llamada de su madre. —Mateo, hijo, hoy recibí una foto de tu esposa. ¡Qué barbaridad! No te imaginas lo inapropiada que es. Una mujer tan voluble como esa no tiene cabida en nuestra familia. Deberías echarla ya.Gabriela esperaba que Mateo aceptara su sugerencia de inmediato, pero en lugar de eso, escuchó la frialdad en la voz de su hijo. —Mamá, deja ya de fingir, sé que tú has planeado todo esto. Gabriela nunca había escuchado a Mateo hablarle con tanta dureza como ese día y se puso algo n
Los gritos de "¡Diosa! ¡Diosa!" resonaban sin parar. Ella era, sin duda alguna, la estrella más brillante de la pista de esa noche. La figura de la mujer rodeada por la multitud, con su postura y curvas perfectas, se parecía muchísimo a las de Mariana. Poco a poco, la imagen de esa persona que le mostró el dedo en el monte Sombraviva comenzó a superponerse en la mente de Mateo. ¿Podría ser realmente ella? Mateo se abrió paso entre la multitud.—Quiero competir contigo. La apuesta es muy simple: tú y yo de esta noche. ¿Te atreves?Mateo se plantó frente a la diosa de las carreras. La mujer frente a él se quedó sorprendida al escuchar esto, y hasta la multitud enmudeció atónita por unos segundos. Apostar a sí mismo, eso sí que era una jugada bastante arriesgada.—¿Quieres decir que, si gano, tú serás mío? —le preguntó la diosa, con un tono de voz diferente al de Mariana.—Exacto. Pero si pierdes, esta noche serás mía —respondió Mateo, lentamente palabra por palabra.La diosa soltó una r
Un grupo de fanáticos agitaba pancartas con el nombre de la "Diosa" y celebraba con gran entusiasmo, mientras los gritos eufóricos de la multitud retumbaban en los oídos. Mateo sentía una mezcla de frustración y enojo, como si le hubieran robado en ese momento a su estrella.—Felicidades, ganaste. Esta noche, soy todo tuyo.Mateo atravesó ansioso la multitud mirándola con deseo evidente, como si quisiera desnudarla con la mirada.Mariana lo miró con frialdad y una pizca de sarcasmo. Mateo era en serio un mujeriego. Había seguido a la "Diosa de las Carreras" desde el monte Sombraviva hasta el monte Penumbra. A pesar de ser tan infiel, aún no quería divorciarse de ella. Si él supiera que ella era la famosa diosa de las carreras, ¿cómo reaccionaría? Mariana se rio para sí misma al imaginar la expresión de sorpresa de Mateo. Luego se quitó con altivez el casco, dejando caer su cabello negro como una cascada, ondeando al suave viento. Su rostro hermoso quedó al descubierto por competo. El