87. Zumbador

La última semana había pasado volando como el viento, y Emanuele no sabía si eso era bueno o malo.

Ahora estaba sentada en el escritorio de madera hecho a toda prisa en la habitación de Johnny, leyendo atentamente el educado pero formal correo electrónico que decía muchas cosas; entre ellas que la chica estaba despedida.

Pasando la mano por sus mechones negros, ahora teñidos, Emanuele suspiró pesadamente.

Su libertad para ir y venir, su casa y ahora su trabajo. Incluso después de muerta, su madre seguía siendo la fuente de todos sus problemas.

Intentó llorar de tristeza y rebeldía. Pero había derramado tantas lágrimas en los últimos días que ahora el depósito estaba vacío.

Como si el destino se encargara de programar los acontecimientos, el móvil de la chica empezó a vibrar con la llegada de un mensaje de texto.

Emanuele ni siquiera se acercó a comprobar su móvil.

En lugar de eso, se acercó sigilosamente a la ventana, con cuidado de no dejar la cara al descubierto. ¿Cuándo había sido
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