4. El beso

Narra Amalia

Decidir no es tan fácil, tome la decisión que tome no será fácil aceptar la repercusión.

Si me quedo con él y lucho por construir un futuro a su lado, él en algún momento volverá, es una afrenta muy grande sobre su honor la que causare. Pero si por el contrario vuelvo a casa, estaré condenada a una vida sin amor.

- yo, yo.. me quedo. Digo en un hilo de voz.

Todos en la habitación sonríen, parecen contentos con mi decisión, de corazón espero no haberme equivocado.

Anais regresa junto a mis padres, no tengo ninguna de sus cosas, todo a sido demasiado rápido. Mamá preparará todas sus cosas y en unos días la tendré de nuevo aquí.

Ya se han ido todos, estoy un poco nerviosa, todo esto es nuevo para mi.

- Donde vamos a vivir? Pregunto tímida.

- Tengo una casa muy cerca de aquí, le faltan muchas cosas pero en unos días lo tendremos todo. Por el momento y hasta que la niña vuelva, nos podremos apañar tu y yo. Es hora de marcharnos. Dice tendiendo su mano para que la agarre.

Le entrego mi mano y una serie de descargas recorren mi cuerpo, millones de sensaciones me embargan y solo me ha tomado de la mano.

Salimos caminando la verdad es que tenía razón, su casa o bueno nuestra casa estaba al final de la calle, se ve que les gusta vivir cerca.

Tenía razón hay un poco de polvo, faltan bastantes muebles, pero la cocina está completa, también está su habitación... Y en la sala hay un sofá y una televisión.

- Donde puedo dejar mis cosas? Bueno por decir algo porque llevo una pequeña maleta. Yo venía en principio para dos días y al final se ha convertido en una semana. Espero que mamá me mande todas mis cosas.

- Puedes dejarlas arriba. Dice cogiendo unas cajas y llevandolas a la cocina.

- Pero esa es tu habitación? Pregunto confundida.

- Ahora es la tuya y antes de que preguntes yo me quedaré en el sofá, no tienes porqué tener miedo, yo no te voy a obligar a estar conmigo de esa manera.

No me esperaba esa respuesta, va a resultar que es todo un caballero.

He ordenado lo poco que tengo, he podido ver que el apenas tiene cosas aquí, solo he podido ver un par de mudas, una camioneta y un pantalón.

He abierto un cajón de la mesilla de noche y he encontrado una cajita, el ha llegado cuando está viendo que contenía.

Casi me muero de vergüenza al descubrir lo que había dentro.

El por el contrario solo ha sonreído, ha cogido la cajita de mis manos y la ha vuelto a guardar. Antes de irse me ha susurrado sobre el oído.

- Si me necesitas solo tienes que llamarme. Esas palabras, su aliento sobre mi cuello, han hecho que todos los bellos de mi cuerpo se erizen.

Nunca en toda mi vida pude imaginar, que tú mate, tu alma gemela te hiciera sentir así, sin ni siquiera tocarte.

Bueno he terminado la habitación está limpia, he pasado todo el día quitando telarañas.

Bajo las escaleras, veo como hay muchas bolsas de comida. Supongo que en algún momento del día a salido a comprar o ha pedido que la traigan.

Busco entre las bolsas, otra vez me suben los colores, me ha comprado todo lo necesario para cuando esté en esos días. Hay diferentes tipos y marcas, el pobre no sabe lo que utilizo y me ha traído de todo.

Busco el ticket de compra por todos lados y no lo encuentro.

- Lesedi, donde está el ticket de compra? Pregunto al fin.

- Lo he tirado, para que se supone que lo quieres? Dice mirandome de arriba abajo.

No sabe lo nerviosa que me pone cuando me mira así, o quizás si que lo sabe y lo hace a drede.

- Yo quiero pagar la mitad de la compra, si vamos a vivir juntos, tendremos que compartir gastos. Digo mantenimiento mi postura.

- Ya pagarás tu otras cosas. Dice el como si nada. - Voy a salir a correr un rato, en una hora estaré aquí. Dice de nuevo y sale corriendo hacia la calle.

Esto me hace sentir un poco frustrada, pero que esperaba que viniera y me diera un beso de película, si he sido yo la que ha puesto un muro entre nosotros.

Coloco toda la compra, veo que son casi las ocho, voy a preparar algo de cena, no tengo ni idea de lo que le puede gustar. Así que me decanto por hacer pasta y una ensalada.

A todo el mundo le gusta la pasta. O eso creo.

Ya tengo la cena casi terminada, la mesa está puesta, hay tanto silencio en esta casa, echo de menos a mí hija, a mis padres, a mi hermano y a mi abuela.

Llega como un vendaval, todo sudado, se quita la camiseta y sube por las escaleras.

Oh diosa de los abdominales, borra esa imagen de mi mente o voy a pecar.

No tarda mucho en volver a bajar, se acaba de dar una ducha y ha cambiado su ropa por una camiseta que se adapta perfectamente a su torso y un pantalón de algodón.

Va hacia la cocina y coge una botella de vino, mis ojos están posados en su trasero, siento necesidad de pellizcarlo se ve tan apetecible.

- Me vas a desgastar de tanto mirarme! Dice sonríendo. Es verdad desde que estoy aquí, no me reconozco, soy una pervertida.

Yo doña digna, doña santurrona, que a mis casi veinticinco años, no he besado a nadie y y solo he mantenido una relación que ni recuerdo.

Durante la cena hemos hablado de muchas cosas, tenemos muchas en común, pero también existen diferencias, la verdad estoy contenta. Veo que no hay solo una atracción física.

También hay un cerebro dentro de ese cuerpo de dios griego, otra vez estoy pensando en lo mismo.

- Yo recojo y tus limpias los platos? Digo levantandome de la mesa.

- No.

Ha dicho que no, vaya yo lo había dicho en tono de broma, no pretendía ofenderlo y menos que me respondiera así.

- No, porque ahora me toca a mí, tu ya has hecho demasiado por hoy, ves al sofá y pon un rato la tele. Ahora iré yo.

Que boba, menos mal que no he llegado hacer un drama.

-Es hora de dormir, debes de estar agotado. Doy un beso casto sobre su mejilla y me marcho.

Estoy helada, si yo tengo frío aquí arriba, como estará él. No quiero que esté incómodo y menos que coja frío.

Bajo las escaleras, está tumbado en el sofá,sigue despierto. Está mirando el techo.

- Que haces aquí Amalia? Pasa algo. Dice sentándose en el sofá.

- No, no es nada. Tenía frío y pensé que tú también. Puedes dormir en la cama si lo deseas..

- Estás segura.. dice sonríendo.

- si y he dicho dormir. Solo eso.

Me meto de nuevo en la cama, me retiro todo lo que puedo, aun así puedo notar su aliento sobre mi cuello.

Vuelvo y me situó frente a él, durante unos segundos nuestras miradas se funden en una sola. Mi boca se pega a la suya, en un beso profundo, largo, excitante y apasionado. El se separa de mi.

- Yo, yo lo siento, he hecho algo mal. Pregunto avergonzado.

- No, solo que aún no estás preparado. Si continuaste besándote, no me podré y controlar no es así como quiero que pasen las cosas.

Vaya no sé si sentirme rechazada o halagada. El me envuelve entre sus brazos y me susurra es hora de dormir lobita.

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