Nina Dejé caer la silla plegable que tenía en la mano y corrí hacia Enzo mientras el salvaje seguía forcejeando bajo él. Enzo me miró y luego pareció asentir mientras sujetaba con fuerza al salvaje. Respiré hondo y me agaché. El salvaje se retorció bajo el peso de Enzo, pero fue inútil. Este salva
“Dios mío... ¡Retrocedan!”, gritó Enzo desde detrás de mí mientras apartaba la barricada. Me di la vuelta y vi que el chico sollozaba y se agarraba el costado. La sangre le empapaba la camisa y, al acercarme, vi que sus ojos empezaban a brillar. “Lo han mordido”, dijo Enzo, agarrándome y poniéndome
Nina Mientras corría por el campo hacia la hilera de árboles, el corazón me latía con fuerza en el pecho. Mientras tanto, las últimas palabras de Enzo resonaban en mi cabeza.“Corre tan rápido como puedas y vuelve aquí, sana y salva, Nina Harper”.Esas palabras se repetían una y otra vez en mi ment
Nina “Tres... Dos... ¡Uno!”. A la cuenta de uno, Matt y yo abrimos de un tirón las puertas del armario de suministros. El salvaje saltó, pero Enzo estaba listo en su forma de lobo y lo derribó al suelo. En un instante, Tiffany corrió hacia el salvaje y le clavó la aguja en el cuello. El salvaje c
Nina En un abrir y cerrar de ojos, Tiffany se acercó a mí y dejó su maletín médico en el suelo. De un tirón, me quitó el cristal de la pierna, me echó un montón de alcohol que me hizo llorar de dolor y luego me lo envolvió con una gasa y un vendaje. “Lo siento”, murmuró cuando terminó, poniéndose
“¿Tiffany? ¿Eres tú? ¿Dónde estás?”. Tiffany, Enzo y yo dejamos escapar un suspiro colectivo de alivio. “Estoy en los túneles”, respondió. “Tengo alumnos conmigo. Cambio”. “Bien. Quédate allí todo el tiempo que puedas. El campus está lleno de salvajes – no es seguro. Cambio”. “¿Cuál es el plan
Nina “No”, dijo Enzo con sobriedad. “Ahora lo sé. Estaba hablando de ganar una batalla”. Se me formó un nudo en lo más profundo del estómago. Debería haberlo sabido; por supuesto que Ronan seguía tras de mí. Pero era imposible que todo este ataque girara en torno a mí, ¿verdad? Bajé la cabeza y se
Enzo “Vete, Nina,” le dije. “Te prometo que te veré en las cabañas”. Nina me lanzó una mirada dolorida y desesperada. Sabía que ella no quería que me quedara y quería que me fuera con ella. Yo también quería ir con ella. Pero tenía que quedarme porque sabía que si no hacía algo y detenía a los sal