“Es un regalo”, respondió mi padre. Prácticamente podía oír su sonrisa a través del teléfono. “De tu pareja predestinada. Una pequeña motivación para ayudarte a ganar el torneo. Huele como ella, ¿no?”. Asentí, embelesada por el olor de la suave bufanda en mis manos, antes de recordar que mi padre n
NinaFue casi como si algo poseyera a Enzo cuando intentó besarme en el vestuario. En ese mismo momento, sentí la presencia de Cora dentro de mí. Mientras lo veía alejarse, podía sentir su tristeza impregnarse en mí. “¿Qué ha sido eso?”, dije en voz alta una vez que estuve sola. “Lo siento mucho”,
“¡No!”, contesté bruscamente en voz alta, sin pensar. Tanto James como Enzo me miraron de repente con confusión en sus rostros. “¿Eh?”, preguntó James con la boca llena de hamburguesa. Sentí que me sonrojaba. “Lo siento”, respondí. “Es que estoy cansada. Quería saludarte”. Ni James ni Enzo parecí
NinaEnzo me llevó a casa aquella noche. Cuando me bajé de su moto, tenía tantas ganas de quedarme con él. Podríamos irnos juntos en su moto y no volver jamás a este lugar, pero al mismo tiempo, sabía que tenía razón sobre nuestra relación. Si de verdad tenía una pareja predestinada, no me correspon
“¿Qué es eso?”, pregunté, señalando la bufanda roja que sujetaba con fuerza en la mano. Se detuvo un momento, respiró hondo y apretó aún más el pañuelo. Era un delicado pañuelo para mujer, no para hombre. Tenía pequeños dibujos cosidos. “Eh, no es nada”, dijo, metiéndosela en el bolsillo de la cha
NinaDe algún modo, conseguí dormir aquella noche, aunque solo fuera unas horas antes de tener que levantarme para ir a clase. La noticia de los hombres lobo se había extendido por todo el campus como un reguero de pólvora y, allá donde iba, la gente murmuraba sobre Enzo. “Es un monstruo”, oí decir
“No”, interrumpió Lori, empujando a Jessica hacia atrás y poniéndose delante de ella, tirando su cartel, “¡pero yo lo haré!”. Se subió las mangas y empezó a abalanzarse sobre la otra chica, pero antes de que pudiera, la agarré del brazo y tiré de ella hacia atrás. Mi acción provocó un coro de abuche
NinaMientras miraba el podrido y maloliente desastre de restos de tomate en la parte frontal de mi camiseta blanca, la gente a mi alrededor empezó a reír histéricamente. “¡Hombre lobo de mierda!”, gritó la chica que tiró el tomate, riendo maníacamente. “¡Estás protegiendo a un monstruo!”, gritó o