Tiffany asintió. “Así que, mientras los Crecientes y los Lunas Llenas luchaban y se mataban entre sí, los siete nos fuimos conociendo a medida que nos unía nuestro amor por el hockey. Algunos empezamos a darnos cuenta de que la guerra no tenía sentido, así que el club de hockey se convirtió en un re
NinaTal y como sospechaba Tiffany, mis heridas estaban casi curadas. “Es probable que te queden algunas cicatrices en el vientre de esos cortes”, dijo mientras retiraba con cuidado los puntos de la piel ya curada, “pero aparte de eso... creo que estás bien”.Asentí con la cabeza, agradecida por la
NinaDespués de ducharnos juntos, Enzo y yo estábamos tan agotados que nos metimos en la cama a pesar de que fuera era de día. Cuando por fin me desperté, varias horas más tarde, mi habitación estaba a oscuras y el calor de sus fuertes brazos a mi alrededor me reconfortó. Enzo siguió durmiendo a mi
Me dolía el pecho. Me levanté de un salto y corrí hacia la ventana y lo vi caminando rígidamente por el patio. Mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, no pude evitar preguntarme si las palizas que Edward le había dado le habían hecho mucho más daño de lo que parecía a simple vista. Enzo era
Nina“¿Estás trabajando para Edward? ¿Eh?”, Enzo gruñó. “¿Qué? No-No”, dijo Justin, retorciéndose en el agarre cada vez más fuerte de Enzo. Enzo lo tenía inmovilizado contra la pared con un puñado de la camisa de Justin, y mientras gruñía amenazadoramente a Justin, los espectadores empezaron a murm
Jessica se encogió de hombros y sacudió la cabeza disculpándose. “No lo sé”. “Quería decir que podría ser alguien de uno de los equipos de hockey contrarios”, intervino Lori, “pero no me cuadra. Si querían delatar a Enzo por su identidad de hombre lobo, ¿por qué iban a arriesgarse también a exponer
Enzo“Solo vete, Nina”, le dije. Sentí que mis ojos empezaban a brillar en rojo, lo que no quería que ella viera... pero ya era demasiado tarde. “No puedo seguir haciendo esto contigo”. El sonido de dolor que salió de su boca me hizo querer tirar de ella y abrazarla con fuerza, pero no pude. Manten
“Es un regalo”, respondió mi padre. Prácticamente podía oír su sonrisa a través del teléfono. “De tu pareja predestinada. Una pequeña motivación para ayudarte a ganar el torneo. Huele como ella, ¿no?”. Asentí, embelesada por el olor de la suave bufanda en mis manos, antes de recordar que mi padre n