Nina Me desperté a la mañana siguiente sintiéndome algo más descansada que el día anterior, aunque aún me ardían los ojos de tanto llorar la noche anterior. Me arrastré fuera de la cama y, tras una ducha y un poco de café, me sentí mucho mejor. Seguí evitando mirar el móvil por si había más indign
Enzo Los ojos de Nina se abrieron de par en par cuando por fin le dije la verdad. “No”, dijo, caminando de un lado a otro y frotándose la cabeza. “Esto no es real. Los hombres lobo no son reales. Los esqueletos que hablan no son reales”. Suspiré, me levanté y me acerqué a ella. “Mira”, le dije,
Nina No quería creer a Enzo. ¡No podía creer a Enzo! ¿Hombres lobo? ¿Esqueletos parlantes? Nada de eso era real. Seguramente todo era una ensoñación o una alucinación. Solo necesitaba llegar a casa, dormir y desestresarme. Una buena noche de sueño y una ducha caliente me harían sentir mejor y me d
Nina Enzo patinó hasta el borde de la pista y me hizo un gesto para que me acercara. Me sentí extrañamente atraída por él y me acerqué a la barandilla, en la que se apoyó. Cuando se inclinó y me miró con sus brillantes ojos marrones, sentí que el corazón me daba un vuelco. “Patina conmigo”, me dij
Nina Cerré el portátil de golpe. “¡Mierda!”. Grité, y luego me tapé la boca al darme cuenta de que podría haber despertado a Jessica y Lori. Tal como esperaba, llamaron a mi puerta. Lori abrió un poco la puerta y asomó la cabeza, con los ojos entrecerrados y el pelo negro revuelto. “¿Estás bien?
“¿Bebidas?”, repetí. Lisa se burló. “Aguas”, replicó. “No consumimos calorías líquidas. Quizá deberías probarlo alguna vez. Parece que te vendría bien perder unos kilos”. “Claro que sí”, contesté y me alejé a por sus aguas, haciendo lo posible por no dejar que sus palabras me afectaran. Nunca me h
Nina No me quedé el tiempo suficiente para averiguar qué pasaría si no corría, y no miré por encima del hombro. Me concentré en la acera de delante, corriendo tan rápido como pude mientras mi miedo se hacía realidad: oí el sonido de unos pies corriendo detrás de mí. Se acercaban y supe que el desco
“No... te muevas”. La voz del desconocido venía justo de detrás de mí. Fui a gritar, pero una mano enguantada me tapó la boca y un brazo delgado me rodeó la cintura. Lo único que pude hacer fue cerrar los ojos con fuerza y esperar que mi destino fuera, al menos, rápido e indoloro. Los gruñidos aum