Estaba saltando, en medio de la cocina y con el celular en la mano, cuando llegó Anura y no supe que me estaba observando hasta que vi el rostro contraído de los demás cocineros. Me giré, tan blanca como mi uniforme, con los ojos muy abiertos y llorosos, cual si acabara de picar la más grande de las cebollas.
—Che… che… chef —balbuceé—. Lo siento, no volverá a pasar. Lo prometo.
—¿Qué es lo que la tiene tan emocionada, cocinera? ¿Acaso ya consiguió doblar el número de tiras de cien paquetes de jamón? —preguntó Anura, con los brazos cruzados sobre su delantal de impoluto color blanco.
—No, chef —contesté, con la cabeza inclinada como e
Tenía la nada sencilla misión de reunir a la junta directiva de la cadena hotelera un domingo, y tenía que ser ese día porque la chef Teressa Bianchi no podía otro día. Llegaría a la ciudad el sábado, en la tarde, y estaría alojada en una de las suites del hotel hasta el día siguiente, cuando se llevara a cabo la muestra de lo que sería el concurso.—Lo siento, Héctor. —Me dijo Efraín Conde cuando hablamos sobre la reunión en la que íbamos a presentar el proyecto—, pero la chef de tu hotel en Las Bahamas solo puede ese día, o cualquier otro, pero en los próximos tres meses, y sé que estás urgido por llevar a cabo esto pronto.Así era, y no solo porque quería contar con esa aprobaci&oacut
Durante el servicio está prohibido el uso de celulares y la única forma que tienen de contactarnos ante una emergencia es llamando a la línea fija del restaurante, así que no me di cuenta de que tenía una llamada perdida hasta mi descanso de quince minutos. Mientras me tomaba un tinto, devolví la llamada al número desconocido.—¿Esmeralda, cómo estás? —Me saludó una voz que desconocía desde el otro lado de la línea— Hablas con Gerardo Amaya, el secretario privado de Héctor Penagos.Lo saludé, pensando que se trataba de algo relacionado con el concurso, así que me sorprendió cuando me preguntó si tenía un espacio para almorzar con su jefe.—¿Un almue
Estaba nervioso, no lo voy a negar. De la respuesta que me diera Esmeralda dependía que pudiera reunir a la junta el domingo y, de que pudiera reunir a la junta el domingo dependía que se llevara a cabo el concurso. Es decir, no quería presionarla de esa manera, y que Esmeralda se dejara convencer con facilidad, acudiendo, si era el caso, a mencionar el “favor que me debía” -aunque yo ni lo había considerado- antes de recurrir a mi torpedo de emergencia y cargarle la responsabilidad de que, si no me colaboraba para engañar a mi madre, el concurso no sería posible.Llegué al restaurante en el que ya Gerardo me había conseguido, después de tener que pagar un sobrecosto, reservación de una mesa para dos. Era de cocina japonesa, una que yo desconocía -no más allá del sushi-, pero había sid
Me gasté un poquito de más de lo que había pensado en el vestido, pero es que estaba divino y me enamoré no más verlo.—¡Estás para comerte con crema batida! —dijo Rubí cuando me lo vio puesto. Ya sé, a veces puede ser un poco soez, pero así es ella y me sentí halagada con lo que dijo, pese a que sonó un poco a coro de canción de reggaeton— Si ese CEO no se enamora de ti al verte con este vestido, es porque lo suyo deben ser los hombres, Esma.—Ru, que no es no una cita —dije mientras me repasaba en el espejo del mostrador—. Solo vamos a hablar como dos personas que no se atraen, como si fuera una reunión de negocios.—Ay, Esma, eso no te lo crees ni tú. Si fuera as&
Cuando Esmeralda terminó de contarle lo que Héctor necesitaba que ella hiciera, Rubí se llevó la mano al mentón. No parecía estar considerando la parte moral de la propuesta, intuyó Esmeralda, sino lo que podía obtener por una petición tan especial.—Suena divertido, sabes —dijo Rubí—. Y por supuesto que te ayudaré con eso, si es lo que les hace falta para que esa señora que tanto te molestó durante el almuerzo -y se metió con tu sobrina- tenga una sorpresa poco agradable, pero, ¿yo obtendría algo a cambio?Por fortuna, Esmeralda ya lo había previsto, pese a que solo conocía a Rubí de hacía unas semanas.—¿Qué tal una noche en un
Después de recoger a Verónica en el jardín de infantes, Esmeralda fue con su sobrina a casa de Rubí, que vivía a unas pocas cuadras. Intrigada por conocer al novio de su amiga, Esmeralda llegó unos minutos antes de la hora acordada y Rubí salió a recibirla.—Giovanni ha pasado todo el día probando una receta —dijo Rubí después de saludar a Verónica y a su amiga—. Dice que no ha dado con el picante adecuado.—¿Y qué es lo que está preparando? —quiso saber Esmeralda mientras empinaba su nariz para detectar el aroma de la cocina.—Ven y lo pruebas antes de saber.De la mano de Verónica, Esmeralda se acercó a l
El plan salió a la perfección y, con el nombre de la amiga de Esmeralda, como supuesta chef que participaría en la primera prueba de cocina, junto con Teressa Bianchi, mi mamá quedó convencida de ayudarme a reunir a la junta directiva para el domingo.—Me alegra que hayas desistido de incluir a esa mujer que invitaste a mi casa el otro día —dijo mi mamá cuando le planteé la necesidad que tenía de convocar a los miembros de la junta—. Voy a hacer todo lo posible para que todos estén presentes ese día, hijo, a primera hora.No sé qué métodos emplearía mi madre, pero sé que, si se comprometió a hacerlo, lo haría, así tuviera que mover el cielo y la tierra para lograrlo. El domingo despertó con un clima agradable, de cielo despejado, un sol que madrugó a calentar las aceras y los autos de la ciudad, a los ciclistas y aficionados al golf, entre los que no estaban, ese día, los miembros de la junta directiva de la cadena hotelera Amazon´s, confinados en la sala de juntas del hotel, desde la que podían ver el espectacular día que se estaban perdiendo por tener sus ojos puestos en una aburrida exposición que entremezclaba números con tablas, gráficas en pastel y en barras, en líneas que subían y ascendían -más esto que lo primero- y que cada cinco minutos los hacía bostezar, pese a las dos tazas de café y croissants que ya se habían servido.—Esto es normal, ¿verdad? —susurré a Efraín cuando tuvo un momento en la presentaci&oacutUna diosa llega al hotel