El joven ruso vio la puerta de su sala de baile abrirse a través del espejo y paró, odiaba que alguien le viera bailar, lo odiaba porque le recordaba a él, al maldito rey y todo lo que le provocaba.— ¿Sucede algo?— dijo caminando hasta el lugar donde había dejado su camiseta para cubrirse nuevamente el torso expuesto y luego caminar hasta el equipo de música y parar la reproducción de aquella melodía.— Es Sergey, no aparece — aseguró el hombre.Vladímir necesitaba a Sergey, lo quería a su lado porque todavía no tenía el suficiente poder como para enfrentarse solo a Yuri y estaba seguro, de que, a pesar de no llevarse del todo bien, el hombre preferiría mil veces jurarle lealtad a él que al otro probable heredero del imperio Ivanov.— ¡Quiero a todos nuestros hombres buscándolo! No puede estar muy lejos del sitio en el que encontraron a mi abuelo.— Sí, señor — dijo el hombre retirándose.Cuando aquel hombre por fin se marchó cerrando la puerta de nuevo, Vladímir cambió su expresión
Aun así, no podía evitar preguntarse si ya sabia que él había llegado. Pero la pregunta que rondaba su mente y que lo mantenía nervioso o mejor dicho inquieto era la siguiente, ¿iría a buscarlo o lo evitaría? “¿Qué es lo que harás Vladímir?”“¿Qué es lo que haré yo al tenerlo frente a frente?”Preguntas que parecían torturarle y que por más que deseaba pasar por alto lo obligaron a salir de la habitación y caminar hasta donde sabía que había un balcón, justo en esos momentos más que nunca necesitaba del aire frío de rusia y recordarse que él había propiciado ese distanciamiento entre el joven Ivanov y él.Pero era tan malditamente frustrante saber eso y no hacer nada, porque de hacerlo sería aceptar que nuevamente se había equivocado lo que heriría a su ego.Lo que no podía hacer en ese momento era herir su ego, el cual lo mantendría ecuánime y sobre todo con los pies en la tierra para llevar a cabo la última voluntad que le había encomendado su viejo amigo Yuri.—Que sepas que te od
—Eres un maldito cobarde, Russell — se dijo a sí mismo el americano mientras golpeaba con fuerza el saco de arena que tenía frente a él.Golpe tras golpe, se decía lo imbécil que era, y lo cobarde que era, sus manos se encontraban ahora maltrechas, casi a punto de que sus nudillos se rompieran al golpear el saco de arena sin ningún tipo de cuidado y con mucha fuerza.Bradley encontró a su jefe y amigo sudado y enfadado en el gimnasio, él solo soltó un suspiro porque sabía que era o mejor quien era el que lo había llevado hasta ahí.Era curioso el contraste que él podía observar en su jefe y mejor amigo, la frialdad con la que mataba a sus enemigos y la forma que parecía perder la razón por solo una persona.—¿Dónde está?— fue lo que le pregunto Russell a su amigo y mano derecha.—Si preguntas por el príncipe ruso, salió no hace mucho, a considerar por la cara que tenía, parecía que no estaba de buen humor y que tenía más prisa por salir, que por quedarse.El rey negro no dijo nada, to
Vladímir tenía una extraña sensación, Aún recordaba como notaba la presencia de Russell en la cárcel incluso poco antes de que él llegara y en ese instante él mismo escalofrío le estaba recorriendo por completo, haciendo que le fuera muy difícil centrarse en el chico con el que bailaba.Tan distraído estaba que logró hacer lo que no le permitía a nadie, logró capturar los labios de Vladímir en un beso y este lejos de apartarlo, tal vez influenciado por la furia, el rencor y las inmensas ganas que le provocaba no poder sacarse a Ethan de la cabeza, correspondió ese beso con ferocidad.Estaba furioso por lo que había conseguido ese chico de él, tan furioso que lo agarró del cuello para apartarlo, lo miró con esos ojos mercurio líquido que tenía cuando se llenaban de ira y lo empujó en dirección a los reservados del fondo. Se había acabado el baile, ahora solo quería desahogar su frustración y no sería nada suave.Los ojos del rey se volvieron rojos no solo por el alcohol consumido, o la
Debía reconocerlo, ningún otro cuerpo lograba calentarlo desde hacía años, aunque eso no lo hacía un santo, mucho menos alguien célibe. Muchos cuerpos han pasado por los brazos del americano, Hombres mujeres, no importaba ninguno de esos cuerpos, era el cuerpo del joven que en esos momentos estaba deseando y que tenía a su maldita polla tan dura que le dolía.— ¿Se te antojó recordar viejos tiempos?— preguntó Vladímir insinuante mientras se las arreglaba para voltearse, quedando frente a Ethan y fijando el hielo gris de sus ojos en el mismo hielo, pero esta vez azulada de los ojos del americano.Deslizó las manos por su torso y empezó a desabrocharle la camisa, debía relajarlo un poco si quería salirse con la suya, mostrarse sumiso y participativo tal y como él lo recordaba.Russell no pudo evitar dejarle hacer lo que deseaba, ya que precisamente sus manos, sus labios, todo el maldito cuerpo del ruso era lo que deseaba poseer, lo que ansiaba volver a saborear con sus labios.— Mi rey…
Russell alzó sus caderas y cerró sus ojos, disfrutando del dolor que le provocaban los embistes del joven rubio, pero no quería que parara, todo lo contrario quería que siguiera.— Pasé un año entero durmiendo abrazado a ti en una cama individual, sin espacio para dos personas. Eso es lo que lo hacía perfecto, porque no había más remedio que estar muy pegados el uno al otro — dijo Vladímir, recordando cómo en ocasiones incluso dormía sobre él, acurrucado en su pecho, aquello lo llenó todavía más de dolor y furia — las veinticuatro horas del día a tu lado y de repente todo terminó.Los ojos de Vladímir, dolían mientras intentaba contener sus lágrimas tras cada uno de los embistes que le daba, pero no lloraría, no se permitiría llorar.— Tócame, necesito que me toques —pidió Vladímir desatando sus muñecas ante la urgente necesidad de desear sentir sus dedos sobre la piel.—¿Crees que eres el único?— le preguntó el rey llevando las manos por el cuerpo de su amante, tomando lo que era suy
—El americano, se hospeda en uno de los hoteles de más de cinco estrellas que hay en la ciudad, pero por lo que sé, quien lo invitó fue el abogado de su difunto padre, señor.Alexei golpeó con fuerza la superficie de su escritorio, si el abogado lo había invitado significaba que su padre así lo había previsto.—El maldito de mi padre, siempre metiéndose en mi camino aun después de la muerte.El abogado se encontraba llegando en ese momento a la mansión, o mejor dicho, al castillo Ivanov. Tenía que tener todo preparado para leer el testamento en una hora.— ¿Se sabe algo de Sergey?— preguntó Vladímir a su chófer mientras era llevado al entierro de su abuelo, todavía no podía creer que no hubiera dado señales de vida, sobre todo sabiendo lo que se desvelaría tras el entierro, necesitaba que Sergey estuviera allí.Vladímir había guardado el secreto desde que se enteró el día en que Russell se lo contó en la cárcel poco antes de salir. Sabía que él era una pieza crucial en el tablero, un
Bradley observó cómo su jefe se encontraba tenso, no era para menos. Sabía lo mucho que le estaba costando fingir indiferencia ante el dolor del joven ruso.Pero era necesario que lo hiciera, era de vital importancia para poder vengar la muerte del viejo Ivanov y conseguir también sus objetivos, aunque lo segundo. Bradley empezaba a dudar que su jefe quisiera quedarse con el imperio ruso, como él le había dicho alguna vez.Por suerte, uno de los antiguos hombres de su abuelo que se habían quedado para estar a su servicio se acercó a hablarle, aunque él sabía que no era lealtad hacia él lo que tenían, si no hacía Sergey.Y Sergey observaba todo desde la lejanía, y si se quedaba sería para proteger a Vladímir y matar a su padre, porque no le quedaba duda de que él había sido el verdadero causante de la muerte de Yuri y no podía marcharse hasta que el hombre que lo había tratado más como un hijo que como un lacayo, fuera vengado.—Joven Vladímir — llegó hasta donde se encontraba el joven