XVIII. Solo puedo dejarte ir
Punto de vista de Edward Harris

- Espera Ana, tranquila, ya estamos llegando al doctor- le susurro a Anastasia que me tiene totalmente tenso con todos sus roces eróticos y la calentura que desprende su cuerpo.

Sé que está drogada y que lo hace casi de manera inconsciente, pero yo estoy muy lúcido y tenerla lamiendo mi cuello de la manera que lo está haciendo ahora, me está llevando a la locura.

- No quiero el doctor, te quiero a ti, no voy a ir al médico, compórtate como un hombre por primera vez y atiende a tu m4ldita esposa- susurra en mi oído y su aliento extremadamente caliente, hace que mi erección comience a humedecerse de manera incontrolable.

Me está retando de todas las maneras posibles y estoy sudando frío y tragando saliva, porque mi límite está demasiado cerca.

Conozco muy bien esa droga, en realidad no es que vaya a ocasionarle daños a su cuerpo, a menos que ese imbécil le haya dado una dosis para un elefante, pero aumenta demasiado el lívido y aunque la quiero llevar
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