Después de recibir el alta del hospital, Mariana deseaba volver a Nubiazura. Sin embargo, Ximena, preocupada por ella, insistió en que la acompañara de regreso a la Villa Acacia.Mariana, no queriendo ser una molestia, comenzó a buscar un nuevo alojamiento desde el primer día, navegando en su móvil.
Yazmin había preparado cuidadosamente los regalos para su visita. No sabía que Ximena había tenido trillizos ni que el hijo de Lisandro, Mateo, estaba allí, así que solo compró regalos para Felicia. Un conjunto de muñecas Barbie de edición limitada, un pequeño vestido rosa, y algunos juguetes que a
Lisandro no mostró ninguna simpatía hacia Yazmin. Caminó rápidamente hacia Felicia y la levantó en brazos, diciendo fríamente:—Señora Soto, mi hija no necesita aprender modales, ni mantener un comportamiento específico. ¡Mi Felicia solo necesita ser feliz, y hacer lo que desee! ¡Los demás no tienen
Yazmin solo podía pensar en lo hábil que era Ximena, no solo había conquistado a Lisandro, sino también a su hijo. Era asombroso cómo esa familia, con padrastros, madrastras, hijastros e hijastras, podía llevarse tan bien. Yazmin no podía entenderlo. ¿Y qué pasaba con esos dos rostros idénticos? ¿No
—Mari, ¿todavía mantienes contacto con José? No olvidarás qué tipo de persona es él, ¿verdad? —Ximena agarraba firmemente a Mariana, decidida a impedir que se encontrara con José.—¡Ena! ¿Acaso hay hombres buenos en este mundo?—Mari, no puedes...—Ya basta, Ena, ¡las cosas son diferentes ahora! Jos
—¿No le gustaría tomar una copa, señorita Castillo?—No, gracias. No tolero bien el alcohol, temo perder la compostura.—Qué pena, este excelente vino tinto solo lo disfrutaré yo, —dijo José, probando un sorbo. Luego añadió—. Señorita Castillo, quisiera disculparme por el disgusto causado a su famil
José expresó su admiración, lo que llenó de alegría a Mariana. Ella no firmó el contrato en el momento, sino que lo guardó en su bolso, mencionando que lo revisaría con calma en casa. Ximena entendió que Mariana, de cierta forma, había aceptado. Durante el camino de regreso, Ximena intentó convencer
—¿Por favor? —Ximena lo siguió y agarró su cinturón, rogando.Sin decir palabra, Lisandro fue al escritorio, sacó un documento, el contrato de transferencia de acciones del centro comercial Nubiazura.—Planeo vender el centro comercial NubiaPlaza a Marcus. Necesito tu firma.Ximena, que no entendía