Lisandro llegó a Residencial Orquídea Azul.El cielo, opresivo y sofocante toda la noche, se revolvía con el viento, que soplaba con fuerza. La predicción meteorológica anunciaba un huracán para esta noche; parecía que ya estaba cerca.Parado en la entrada, Lisandro alzó la vista hacia el cielo oscu
Lisandro cerró el cuaderno y lo dejó sobre el escritorio, explicando que lo que él podía ofrecer a la Familia Paredes, Agustín no podía. Ante la insistencia de Ximena sobre la relación de parentesco, Lisandro respondió con frialdad.—En los negocios no hay familia, mucho menos entre primos.Ximena l
—¡Obviamente al maestro! —contestó Lisandro.—Los estudiantes siempre tratan de mostrar su mejor cara delante de los maestros, pero es entre ellos donde se revelan tal como son realmente, —explicó Ximena.» Si te pregunto, para ti todos esos grandes o pequeños magnates no son gran cosa, y podrías om
—Por eso no te enfadé contigo, —respondió Ximena.Lisandro, viendo que Ximena no decía más, se sentó al borde de la cama y empezó a explicar por qué había aparecido con Elena en la fiesta de cumpleaños.Ximena sabía que en eventos importantes de la familia Ramírez, Elena siempre estaría presente, y
Ximena, conmovida, iba a preguntarle si se había enamorado de ella, pero sus siguientes palabras la enfurecieron tanto que mordió su brazo.—No quiero cambiar, ¡es demasiado complicado! Los niños tampoco estarían de acuerdo. ¡Ah! —Lisandro gritó de dolor—. ¡Cómo te atreves a morderme!El dolor solo
Inés se sorprendió al oír aquello, y miró instintivamente hacia las manos de Ximena, notando que sus diez dedos estaban desnudos. Ximena, con las mejillas teñidas de un rojo vergonzoso, levantó su mano izquierda y dijo.—Es incómodo llevar el anillo de bodas en el trabajo, así que me lo quité.—Oh,
—Señora Castillo, ¿sabe lo que la gente ha estado diciendo de usted después de la fiesta de cumpleaños de mi suegro?—¿Qué han estado diciendo? —preguntó Ximena con curiosidad. No tenía amigos en ese círculo social y no sabía qué decían de ella a sus espaldas. Luis y Enrique, aunque lo supieran, no
—¡Por supuesto que acepto!Ximena no dejaría pasar la oportunidad de ganar dinero. Además, necesitaba dinero en ese momento, pero no entendía por qué Inés parecía tan melancólica.Inés sugirió que Ximena la llamara simplemente «Inés» en el futuro, lo cual a Ximena le pareció mejor que el formal «señ