Tumbada en el asiento trasero, en los brazos de Lisandro, Ximena exclamaba:—¡Mariana, maldita sea! ¡Maldita niña, voy a romper nuestra amistad!Mariana estaba sentada en el asiento delantero, jugueteando con un colgante de bruja negra en su mano, observando las brillantes luces de la ciudad a travé
La casa de Luis estaba a menos de trescientos metros de la villa de Lisandro. Si uno se paraba en el balcón del quinto piso, y si Ximena no tenía las cortinas cerradas, y si Luis tenía un telescopio, podría ver claramente el dormitorio de Ximena.Lisandro tocaba el timbre con fuerza, como si estuvie
—Si ella fuera una mujer que no soporta la soledad, durante todos estos años de soltería ya estaría con Gael. O habría encontrado a otro hombre, ¡con su belleza no sería difícil! Pero si no es así, dónde yo viva no debería ser una amenaza para ti.Lisandro sabía que Ximena no era una mujer voluble.
Aunque Ximena estaba exhausta, no podía conciliar el sueño. Se sentía mareada y pesada, así que decidió darse una ducha para despertarse. Se vistió y estaba a punto de bajar las escaleras cuando Lisandro la abrazó por la cintura desde atrás.—¿Por qué te levantas tan temprano? —preguntó él.—Quería
Ramón siempre quería abrazar a Felicia, pero ella nunca se lo permitía. A menudo, esto frustraba al anciano, quien exclamaba.—¡Tampoco quiero abrazarte! ¡Prefiero abrazar a Mateo!Influenciado por Felicia, Mateo también evitaba los abrazos de Ramón, siguiendo el ejemplo de ella. Ramón, entre risas
Ramón, aprovechando cualquier pretexto, no paraba de llamar por teléfono, perturbando la paz de Lisandro sin cesar.Mariana fue a visitar a Ximena para llevarle algunas cosas. Le trajo maquillaje, lápices labiales, y varias prendas y bolsos que había acumulado.—Todo está sin estrenar. Yo no los nec
—Abuelo, Ximena no es así.La confianza de Lisandro brindó un poco de consuelo a Ximena. Ramón estaba exagerando a propósito, queriendo desahogarse de la frustración acumulada con Ximena.—¡Nadie se ha atrevido a hablar conmigo así! ¡Por qué tengo que aguantar a una mocosa!—Así será, abuelo. Te lle
Lisandro miraba a Mariana, sus ojos se endurecían ligeramente.—¿Por qué preguntas eso?—Solo respóndeme, ¿la amas de verdad a Ena?Lisandro no quería hablar de eso. Miró hacia el cielo azul y luego hacia un jardín lleno de flores hermosas.—¡Respóndeme! ¿Por qué no dices nada? —Mariana se colocó fr