—¡Así que crees que estoy tratando de inculparte! ¿Acaso no confías en mí? ¿Hubiera tropezado si tu hija no hubiera aparecido de repente? ¿Piensas que soy un sinvergüenza que quiere aprovecharse de ustedes, esperando que me mantengan en mi vejez?—Ay, señor, no es eso lo que quise decir.Cansada de
Ramón salió apresuradamente en busca de Lisandro. Ximena se interpuso rápidamente.—Señor, ¿qué pretende hacer?—¡No es asunto tuyo! ¡Apártate! —Le respondió bruscamente.—¡Hablemos con calma! La persona que chocó contigo fui yo, no mi esposo. Él no sabe nada de esto, no tiene nada que ver con lo su
—Abuelo, ¿por qué dices eso? —preguntó confundido.—¡Todos quieren verme muerto! Cuando yo falte, mi patrimonio será repartido entre ustedes. Lo sé, están deseando que me muera pronto, que ya estoy muy viejo para ustedes.—Abuelo, ¿cómo puedes pensar eso? Nunca hemos tenido tales pensamientos.—Sí l
Ramón insistió en quedarse, y Lisandro, sin más remedio, aceptó. Su abuelo, con una inundación de preguntas, quería saber por qué no estaba al tanto del matrimonio. Lisandro, reorganizando sus pensamientos, le explicó la situación de forma simplificada.—No estoy de acuerdo. ¡Termina ese matrimonio
Ximena trajo un balde de agua y lo puso en el suelo. Justo cuando iba a lavar los pies de Ramón, se detuvo, se levantó y llamó a un cuidador para que le ayudara. Descontento, pateó el balde y derramó el agua.—Te pedí que tú me lavaras los pies, ¿por qué mandas a un cuidador?—Señor, anteriormente s
—¡Qué punto final ni qué ocho cuartos! Si tu hija no me hubiera atropellado, ¿me habría recuperado tan lentamente? ¡Tienes que hacerte responsable hasta que me recupere! No vengas con papeles de conciliación, ¿crees que te estoy extorsionando? ¿Acaso soy ese tipo de persona?Ximena realmente quería
—Señor, a su edad, ¿cómo es que parece entender menos la vida? Usted habla con más vigor que yo, ¿y todavía dice que se siente mal?Marcela estaba tan frustrada que le dolía el hígado, pero no tenía más remedio, ese señor parecía ser un mal necesario.—Realmente me siento mal, ¡todo el cuerpo me due
Su madre lo miró con severidad, pero él hizo como si no la viera y continuó charlando con Ximena. El padre de Nicolás, Alfonso, salió de su habitación sugiriendo preparar el almuerzo e invitando a la recién llegada a quedarse. Yolanda le dio un pellizco a su esposo al pasar. Alfonso, dándose cuenta,