El banquete había concluido. Mariana esperaba en el estacionamiento a Diego.Diego, ayudando a una tambaleante Regina, la sacó del elevador y la acomodó en el coche.Ambos, Regina y Diego, habían tomado alcohol, así que ninguno podía manejar.Diego sugirió que Mariana condujera y que juntos llevaran
Después de bañarse, Lisandro esperó a Ximena apoyado en la cabecera de la cama. Cuando ella regresó, él le preguntó de manera directa:—¿Quién te trajo a casa?Ximena lo miró, notando su expresión molesta, y contestó sin ocultar nada:—Luis.Lisandro, en un arrebato, arrojó su celular sobre la mesa
Lisandro, sorprendido, preguntó: —¿Por qué lo dices?—Vi a un niño en la estación de metro de Aurensia pidiendo limosna. Se parece muchísimo a Mateo, solo que este niño estaba muy flaco.Estos días, Ximena no podía dejar de pensar en ese pequeño. No sabía si seguiría en la estación pidiendo.Lisandr
Ximena se preguntaba si algo había salido mal en su trabajo.¿Has oído algo sobre ese desgraciado? —preguntó Ximena.Enrique, con una expresión de desilusión, negó con la cabeza, respondió: —No ha habido nuevas víctimas recientemente. Perdimos toda pista. Supongo que dejó algún rastro de sangre y ah
—Cuando tú estabas en la universidad, Mari comenzó a escribir para ganar dinero. Ella cubrió tanto tu matrícula como tus gastos. Después de graduarte, durante los dos primeros años, cuando no conseguías un buen empleo, fue Mari quien soportó todos los gastos.—La casa, el coche, ¡Mari pagó por todo!
Mientras, en el otro extremo de la línea, Lisandro escuchó esos gritos de terror.Afligido, preguntó: —¿Ximena, qué está pasando?Pero todo lo que podía oír eran esos gritos y el sonido del cristal rompiéndose.Preocupado, Lisandro usó la ubicación de su celular para rastrear a Ximena, arrancó su au
—¡Ximena! ¡Por favor, que no te haya pasado nada! —murmuró Lisandro, su corazón se aceleró, lleno de temor.A pesar de haber pasado por muchas situaciones peligrosas, nunca había sentido un miedo tan profundo.Manejó su carro por las calles a toda velocidad, con la esperanza de encontrar algún rastr
—Mari, Mari, ¡suélten a Mari! —Ximena gritó con desesperación, inmovilizada por sus ataduras.Antonio intentaba aprovecharse de ella, pero encontró dificultades.Después de intentarlo durante un buen rato, no logró quitarse los pantalones de Ximena.Ximena, buscando una salida, habló con un tono más