Mariana, empujando a Ximena, ansiosa por ver al legendario y apuesto hermano mayor de Sofía, se preguntaba si sería como esos protagonistas de novela, tan atractivos que provocaban celos y envidia incluso entre los dioses.Estaban a medio camino cuando se encontraron con Isabella.Con una sonrisa y
Ximena se giró y vio a un hombre de elegante traje negro acercarse lentamente. Emitía un aura de distinción y sofisticación.Se detuvo frente a ella, mirándola con una dulzura en sus ojos.—Mi amor, siento la tardanza. Te he hecho esperar —le dijo.Tras más de medio mes sin verse, él había adelgazad
Lisandro volvió a acercarse y le susurró: —Recuerda que es el heredero de los Ortiz, tal vez no podamos cubrir esos gastos.—Vendemos la casa y juntamos todo el dinero que podamos. ¡Algo tendremos! —respondió Ximena.—¿Venderías tu casa favorita por mí? —preguntó Lisandro.—¿A quién le importa la ca
Mariana dudó un momento antes de estrechar brevemente la mano de José.—Desde hace tiempo había escuchado del gran señor Rodríguez. Es un honor conocerlo hoy —dijo Mariana con cortesía.—El honor es mío —respondió José, intentando luego estrechar la mano de Ximena.Sin embargo, Ximena no le dio esa
—Le pido al señor Valdez que sea más respetuoso y mantenga su distancia con una mujer casada. ¡No me cause problemas!En circunstancias normales, Luis habría evitado a Ximena.Pero después de ver a Lisandro enfrentar a Esteban, quería hablar seriamente con ella.No quería que Ximena terminara en una
El banquete había concluido. Mariana esperaba en el estacionamiento a Diego.Diego, ayudando a una tambaleante Regina, la sacó del elevador y la acomodó en el coche.Ambos, Regina y Diego, habían tomado alcohol, así que ninguno podía manejar.Diego sugirió que Mariana condujera y que juntos llevaran
Después de bañarse, Lisandro esperó a Ximena apoyado en la cabecera de la cama. Cuando ella regresó, él le preguntó de manera directa:—¿Quién te trajo a casa?Ximena lo miró, notando su expresión molesta, y contestó sin ocultar nada:—Luis.Lisandro, en un arrebato, arrojó su celular sobre la mesa
Lisandro, sorprendido, preguntó: —¿Por qué lo dices?—Vi a un niño en la estación de metro de Aurensia pidiendo limosna. Se parece muchísimo a Mateo, solo que este niño estaba muy flaco.Estos días, Ximena no podía dejar de pensar en ese pequeño. No sabía si seguiría en la estación pidiendo.Lisandr