Al final partieron en un vuelo privado, duraron dos horas y medias para llegar a Madrid, descansaron y siguieron con su destino hasta Rihonor de Castilla. El detective, que había contratado Renaldo, le dio la dirección donde supuestamente vivía Valentina, pero cuando llegaron solo encontraron una c
—Miren esto —el médico hizo la maniobra para mostrarles a los mellizos—. Listo, este es un varón —dijo el médico. Y enseguida Renaldo tranquilizó a su esposa. —Amor, si son dos varones más, no quiero que te pongas triste, después podemos seguirlo intentando para que venga una niña —pronunció dándo
Renaldo se quedó viéndola con una sonrisa, se veía tan adorable, su rostro ligeramente sonrojado, y sus ojos abiertos de par en par, un mechón de cabello caía sobre su rostro dándole un aspecto de chiquilla rebelde, y viéndola así menos podía negarle nada. —Está bien cariño, llevémonos a la tribu a
»Quizás cuando mi vida llegue a su fin en esta esfera terrenal, yo pueda verte mi hermoso pequeño y besarte, abrazarte y darte todo el amor que nunca pude darte… siempre seguiré cuidándote aquí. Renaldo la atrajo a su cuerpo y la abrazó, ambos tenían los ojos bañados en lágrimas, el pequeño Roberto
Lacie respiró profundo y abrió los ojos de par en par, no pudo evitar sentir su cuerpo tensarse, Renaldo se dio cuenta y la tomó por la cintura, acercándola a mi cuerpo. —Mi amor, se me había olvidado decirte, mi hermana me pidió si podía venir Katiuska y no vi ningún problema y le dije que sí. —E
—¡Lacie! ¡Lacie! —gritó con toda su fuerza—¡¡Esposa!! ¿Dónde estás? ¡¡Mi amor! —gritaba todavía sin perder la esperanza de encontrarla. Todos corrían de un lado a otro, sus hermanos, sus padres, las personas del servicio de la casa, buscaron por todas partes y ninguno daba con ella, es como si la t
Lacie comenzó a navegar, mientras las lágrimas corrían por su rostro, con la mano libre se limpió al mismo tiempo que su cuerpo se estremecía, de pronto sintió el frío colársele hasta los huesos, un poco de temor empezó a surgir en su interior, giró la vista y en cuestiones de segundos la noche clar
—Seguramente está sin batería —susurró. Por unos segundos cerró los ojos y una lágrima resbaló por su mejilla, seguía llorando y su respiración empezaba a agitarse. Quiso gritar de la desesperación, pero algo iba a tener que hacer mientras no resolviera esa dificultad, retomó la banca y comenzó a