—Despertaste —pronunció Damien, su voz profunda resonaba en la penumbra del cuarto después de que se llevaron a Luna. Su figura imponente estaba parcialmente oculta por las sombras, sus ojos brillaban con un matiz salvaje y doloroso. —¿Dónde está Emily? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago. Damien desvió la mirada por unos segundos, sus labios estaban apretados, antes de volver a encontrarse con mis ojos. —Ella murió, tu hermano se la llevó —dijo. —No, ella no puede estar muerta, ella no quería hacerme daño, estaba luchando por controlarse, estaba sufriendo, no… ella… Las palabras salían atropelladas de mi boca mientras retrocedía, con horror y la incredulidad nublando mi mente. Di unos pasos atrás, pero Damien me tomó de la mano, su agarre era firme. Me atrajo hacia él y me abrazó, su calor irradiaba a través de su piel. —Gatita, Arthur está destrozado ahora. Sabía que sufría, podía sentirlo como sentía tantas otras cosas. Tenía que analizarme, controlar mi poder o me
De ida y vuelta, a la manada de Damien. Él estaba en el balcón de la mansión, justo en la misma habitación donde me desperté. —Hola —mencioné, intentando no sonar nerviosa. —¿Todo bien? —preguntó Damien, con su voz profunda y calmada. —Sí, creo que tú y yo tenemos que hablar —dije, extendiendo mi mano hacia él. Él la aceptó, y caminamos juntos hacia la barandilla del balcón. Tomamos asiento, él estaba frente a mí y acarició suavemente mi mejilla. —¿Eres un hombre lobo? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. —Sí —respondió con una leve sonrisa—. ¿Pero qué hay de ti? Arthur es tu hermano y él es un brujo. ¿Eso te hace a ti una bruja también? —Arthur sello mi poder cuando era niña, justo antes de que nuestro aquelarre fuera atacado durante la guerra. Muchas personas murieron y el objetivo era yo. Él quería protegerme, por eso me selló. Crecí toda mi vida ignorando este mundo, pero siempre supe que algo me faltaba. —¿El aquelarre del oeste? —preguntó, desviando su mirada hacia e
Ver a toda la manada inclinada ante mí me provocaba una sensación extraña. Era poder y responsabilidad que no estaba segura de querer asumir. —¿Podemos irnos? —le pedí a Damien, sintiendo el peso de las miradas sobre mí. —Tienes que pedirles que se pongan en pie y que dejen de aullar o no lo dejarán de hacer —mencionó mientras acomodaba mi cabello con suavidad. —¿Tengo que hacerlo yo? —pregunté, sintiéndome insegura. Mi voz apenas era un susurro comparada con los aullidos que resonaban en el claro. —Sí, tú fuiste quien lo hizo de esa forma, no yo. Ellos están reconociendo tu poder, así que tienes que hablarles con autoridad —me sentía diminuta, y mi instinto de huir y esconderme se hacía más fuerte. —¿Qué me hiciste? —preguntó Luna, con su voz quebrada por el miedo. Su dualidad se había desvanecido, y la loba orgullosa y feroz que había conocido ahora no era más que una humana temblorosa. No estaba segura de cómo lo había hecho, solo sabía que quería que perdiera su dualidad
Todos comenzaron a aplaudir mientras yo solo los observaba. No había dudas: todos aquí iban a morir. Sus aplausos resonaban huecos y vacíos, como si estuvieran celebrando su propia condena. —Espero que eso no lo moleste, sabemos que usted estaba vinculado con esa loba —mencionó la anciana—, pero aún después de la muerte de ella usted sigue mostrando fortaleza. Me alegra que el vínculo no exista. —¿Eso le alegra? ¿Y quién dice que rompí el vínculo? Perder a la mujer que amo me destruyó, me consumió, y solo me levanto con un solo propósito, Helga. ¿Por qué no adivinas cuál es? —mis palabras eran veneno. Ella volteó a ver a todos lados, buscando apoyo, pero encontró solo rostros indiferentes y temerosos. —Usted solo jugó con ella para destruir su manada, así que... usted es un traidor. No es digno de liderar una tribu de cazadores como esta. No comprendo por qué Dominic Helen lo dejó a cargo —su voz temblaba ligeramente, pero trataba de mantenerse firme. —Yo sí. Él me dejó a cargo pa
Con una ola de mi mano, desencadené una serie de maldiciones sobre Luna y los desterrados. Las cadenas que los sujetaban comenzaron a arder en llamas negras, que no solo los quemaban, sino que también les hacían sentir cada centella como una aguja de acero. Los gritos de los desterrados llenaron el aire, pero mis encantamientos silenciaron cualquier grito de Luna, dejándola en un silencio aterrador mientras el pánico se reflejaba en su rostro. Con un movimiento elegante, hice que los ex lobos fueran sometidos a una serie de torturas que desafiaban la imaginación. Arranqué sus uñas con pinzas de hierro, aplicando una presión gradual hasta que el dolor se volviera insoportable. Cada grito, cada gemido de agonía, alimentaba mi placer. Luego, los forcé a beber una mezcla de veneno y ácido, una sustancia corrosiva que les quemaba las entrañas desde adentro. Sus cuerpos se convulsionaban mientras la sustancia destrozaba su interior. Luna, aterrorizada, intentó resistir, pero un hechizo la
★ Damien Volkov Ver a Aria dormir se ha vuelto un placer inigualable. Sus hermosos mechones, que parecen hebras de seda, caen delicadamente sobre su cuerpo, enredándose suavemente entre las sábanas. La forma en que me abraza mientras duerme es única, siendo un cálido refugio en el que me pierdo. Le acaricié la mejilla con la punta de mis dedos, sintiendo la suavidad de su piel bajo mi contacto. Me incliné lentamente, tratando de no perturbar su sueño, y le dejé un beso tierno en la frente. Pensar que hace solo unas horas esta hermosa mujer estaba sobre mí, parece un sueño en sí mismo. Su pasión y deseo habían transformado la noche. —Te amo —le susurré, con mi voz en un murmullo. Ella se movió lentamente, acercando aún más su cuerpo al mío con un gesto involuntario que reflejaba su necesidad de cercanía. Suspiré profundamente, sintiendo cómo la paz y la satisfacción se apoderaban de mí, y la abracé con más fuerza, como si quisiera fundirme con ella en ese momento perfecto. Luego, in
—Elegí el aquelarre por la reina y el rey. Ambos eran justos y amigables, gobernaban a los brujos con firmeza y benevolencia. Ella clamó por un hijo y le concedí tener a Arthur. Él era un niño que siempre sonreía, amable, protegía al más débil y siempre mostró un corazón puro. —¿Arthur? ¿Hablas del mismo brujo que ha matado a millones de hombres lobo? El mismo que engañó a Emily, la hizo confiarse y masacró casi toda su manada, el mismo que no hizo nada cuando la desterraron, y… —No lo juzgues tan rápidamente —interrumpió, con una tristeza profunda. —Tuvo que ver con sus propios ojos la muerte de todo lo que amaba. Vio a mamá y a papá morir, y tuvo que cuidar de una niña. Su corazón se endureció debido a la rebelión, pero en su interior aún existe ese joven que, a pesar de engatusar y enamorar a Emily, logró sentir algo más que dolor. No pudo acabar con ella porque la amaba, siendo un niño inseguro que no quería aceptar sus sentimientos por temor a ser débil, y también está el hombre
★ Aria. Estar rodeada de hombres lobos podría resultar aterrador para algunos, pero para mí era una experiencia fascinante. La idea de pertenecer a un lugar tan alucinante y lleno de magia me parecía increíblemente tentadora. Observaba a los lobos moverse con una gracia imponente y una fuerza latente, mientras sus ojos, resplandecientes con una inteligencia antigua y misteriosa, me miraban con intensidad. Podía sentir la energía vibrante en el aire. —¿Mi diosa se siente bien? —preguntó una de las madres de los cachorros con los que jugaba, al notar que de repente me había mareado. Sus ojos dorados, cálidos y llenos de genuina preocupación, se fijaron en mí. —Sí, pero no me llames diosa, mi nombre es Aria —respondí con una sonrisa suave, intentando calmar su inquietud. Ella asintió, y sus labios se curvaron en una sonrisa tranquila, aunque aún había un rastro de preocupación en su mirada. —Sí, señora Aria. Sonreí ante la formalidad, mientras un pensamiento fugaz cruzaba mi mente: