Un aliado externo.

Después de su discurso de odio hacia mí solo pude correr fuera de la habitación, mientras esperaba que él no me estuviera siguiendo. Estaba aterrada, sin fuerzas en las piernas y totalmente desequilibrada. Tan pronto divisé la puerta de el estudio aun abierta, me encerré en él.

La luz mortecina de la lámpara del escritorio apenas alcanzaba a iluminar las sombras de los estantes repletos de libros.

Permanecía de pie frente a la puerta cerrada, mis manos aun temblorosas y sudadas se aferraba al cerrojo y mi cabello sudoroso se dejaba caer sobre mis hombros.

No podía sacar de mi mente las palabras del CEO. La ira y el miedo batallaban dentro de mí como una guerra sin tregua para ver quien tomaría el control.

Me dirigí con pasos cautelosos hacia la pequeña ventana, tras el escritorio, buscando un respiro en la vista nocturna del jardín. Las gotas de agua de los aspersores parecía danzar bajo las luces del jardín.

Por un momento, me permití deslizarme hasta el suelo, abrazando mis pierna
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