MODELANDO TU AMOR
MODELANDO TU AMOR
Por: Tory Sánchez
Capítulo 1. Es el final

ASTRID

No me equivoqué de profesión, hoy compruebo con mis propios ojos que nací para esto. Para brillar sobre las pasarelas del mundo. Mi rostro es conocido en muchos países, pero en Brasil es donde finalmente me han hecho una propuesta de trabajo muy difícil de rechazar.

Mi corazón late con fuerza ante el futuro prometedor que se abre delante de mí; sin embargo, mi felicidad no es completa. Mis pensamientos viajan a miles de kilómetros de Brasil.

Aunque la oferta es tentadora, no he podido tomar una decisión debido a mi relación con Patrick Ferreira, un hombre maravilloso de quien estoy profundamente enamorada.

Y, como si mis pensamientos lo invocaran, nuestros ojos se encuentran brevemente. El corazón me da un vuelco al verlo sentado junto a Fabio y Nicole. Su apoyo siempre es un aliciente e impulso para mí. Patrick es sinónimo de seguridad y libertad.

Salgo de la pasarela y voy a los camerinos con una nueva sensación en el pecho al recordar su mirada. Hay cierto remordimiento en sus ojos que me causa temor. ¿Qué habrá pasado?

La pregunta me quema el pensamiento; deseo correr a su lado, pero el desfile no ha concluido, y la espera se convierte en desesperación. Todo lo que quiero es abrazarlo, pero recuerdo que aún me queda un compromiso antes de poder disfrutar de un poco de privacidad junto a Patrick.

—¿Irás a la fiesta de esta noche? —pregunta una de mis compañeras, aunque ahora mismo no soy capaz de recordar su nombre. Es grosero, lo sé, pero mis pensamientos son únicamente para Patrick.

—Por supuesto que irá, no puede perdérsela cuando es en su honor. ¿No eres la invitada especial esta noche?

—¡Lívia!

—No es ninguna mentira, Aline. La extranjera, con sus ojos bonitos y su piel pálida, ha captado la atención de varios hombres importantes.

De ninguna manera estoy dispuesta a caer en las provocaciones de Lívia. No es la primera ni será la última vez. Desde que nos conocimos, siempre hace comentarios fuera de lugar, pero aprendí rápidamente a ignorarla.

Una vez que el desfile llega a su fin, no espero más y salgo de los camerinos. Veo a Patrick conversando animadamente con Nicole y Fabio, por lo que pienso que quizá he malinterpretado su mirada de hace un momento.

—¡Pat! ¡Qué sorpresa, cariño! —grito, lanzándome sobre él y envolviendo su cuello con mis brazos, buscando sus labios.

Es un beso corto y nada apasionado, pero asimilo que es debido al sitio donde estamos.

—Me has dado una gran y maravillosa sorpresa, cariño —musito—. No esperaba verte, no sabes lo feliz que me hace tenerte aquí —añado, sin apartarme de su calor. Lo he echado tanto de menos.

—Tenía que venir, Astrid. No podía quedarme en Nueva York, creo que tenemos que hablar sobre algo importante.

No son las palabras que deseaba escuchar, y la tensión en su cuerpo me da la sensación de que se trata de algo serio.

Un nudo sube a mi garganta y un vacío se abre en mi estómago. Le dedico una mirada interrogante a Fabio; tal vez, en su conversación, se le haya escapado la oferta de trabajo que me han hecho.

—¿Se lo has dicho? —le pregunto. Fabio niega con la cabeza.

—No es un tema que tenga que tratar, Astrid. Menos cuando todo sigue en el aire —responde, un poco ofendido por dudar de él.

Me muerdo el interior de la mejilla. Si no es sobre mi trabajo, eso significa que es un asunto de Patrick, y que el verdadero motivo de su viaje a Brasil es otro.

—¿Qué es lo que Fabio tiene que decirme? —pregunta, captando de nuevo mi atención. Su mano se cierra sobre mi cintura, apartándome del camino del mesero.

Por mucho que deseo alargar el momento, sé que no es lo correcto. Como pareja, tengo que consultarlo con él. No puedo tomar una decisión sola, aunque ya lo he considerado. Sinceramente, es la mejor oportunidad de mi vida.

—Tienes razón, debemos hablar, mi amor, pero ¿te parece si lo hacemos luego de la fiesta? —le pregunto—. No quiero desairar al señor Da Silva, ha sido muy atento con nosotros desde que llegamos —añado, con cierto nerviosismo.

—De acuerdo, cariño —me susurra junto a la oreja, y todo mi ser se estremece. ¡Lo he echado tanto de menos! Quisiera mandar todo por la borda y pedirle que me lleve al hotel, pero es un lujo que no puedo darme en este momento.

Le doy un corto beso en la mejilla, y caminamos tomados de la mano, buscando la salida. Nos acompaña Nicole, Fabio y los directivos de la joyería. Son las personas que esperan una respuesta de mi parte esta noche: ser su modelo principal durante la siguiente campaña.

La fiesta ha durado más de lo esperado. Busco a Patrick con la mirada y lo encuentro recargado en una de las columnas, con un vaso de licor en la mano. Me acerco, sintiéndome bastante culpable.

—Lo siento, debes estar cansado por el vuelo —me disculpo, uniéndome a él.

—Tuve tiempo suficiente para descansar durante el vuelo —responde y bebe un sorbo de su copa.

Recargo la cabeza sobre su hombro. Patrick suspira. La tensión se puede cortar con el filo de una tijera.

—¿Te gusta Brasil? —le pregunto, sin saber cómo tocar el tema.

—Es el país natal de mi padre. He estado en São Paulo un par de veces de vacaciones. Me gusta.

No es la respuesta que esperaba, pero es aceptable.

—¿Te gusta lo suficiente como para mudarte?

Ya lo he dicho. Lo que no esperaba era que Patrick se alejara de mí. Fueron unos pocos centímetros que de repente se sintieron como cientos de kilómetros.

—¿Mudarme? —pregunta, mirándome a los ojos. Mi cuerpo se tensa, y creo que él lo ha notado.

Bebo un sorbo de mi copa, esperando su respuesta. Mis dedos se cierran sobre el cristal hasta que cambian de color. Tengo un nudo en la garganta que se cierra más y más conforme los segundos pasan.

—Me han hecho una oferta de trabajo, Patrick —finalmente logro que las palabras salgan de mis labios.

La tensión es demasiada, y camino hacia el balcón, esperando que Patrick me siga. Necesito un poco de aire fresco o terminaré asfixiándome.

—¿Qué tipo de oferta? —pregunta, después de un largo silencio. Estamos solos, el bullicio de la música y los murmullos de los invitados quedan silenciados tras el vidrio de la ventana al cerrarse.

—Una campaña. Me han ofrecido ser el rostro principal de una de las joyerías más importantes de la ciudad —mi voz sale un poco más fuerte y serena.

Patrick se acerca al barandal, deja su copa sobre el concreto y me toma de los brazos. Nuestros rostros están muy cerca, y solo deseo que me bese.

—¿Y qué has pensado hacer?

—No he tomado ninguna decisión, Pat. Primero quería conversarlo contigo. No he dejado de darle vueltas al asunto desde que se me ofreció el trabajo, pero no sabía cómo tratarlo por teléfono. Me parecía algo muy frío.

—¿Y cuándo esperan tener una respuesta?

El nudo vuelve a instalarse en mi garganta; aun así, me obligo a responder.

—Para esta noche, al final de la fiesta. Esperaba poder hablar contigo luego del desfile y contarte.

Las manos de Patrick liberan mis hombros. Se acerca de nuevo al barandal, toma su copa y bebe un sorbo de su contenido. El viento alborota sus cabellos; es tan hermoso.

—Es una gran oportunidad, Patrick. He trabajado mucho y muy duro para llegar a donde estoy. Sinceramente, no me gustaría rechazar esta oferta —me sincero. Se lo debo.

El silencio se instala entre nosotros, y por un largo momento solo escuchamos el viento soplar y las olas del mar como un eco en la distancia.

—Di algo, por favor —pido, cuando la incertidumbre se vuelve insoportable.

—Sé muy bien lo mucho que has trabajado para llegar y seguir en la cúspide, Astrid. Eres una gran modelo y todas las oportunidades que se te presenten debes aprovecharlas.

Patrick se gira de repente y me toma entre sus brazos. Mi corazón se acelera con la esperanza creciendo a pasos agigantados.

—Sin embargo, eso significa que estaremos lejos por mucho tiempo —le digo—. Me siento dividida. No quiero renunciar a esta oportunidad, pero tampoco quiero estar lejos de ti tanto tiempo. No quiero perderte, Pat.

—Astrid...

—Quiero ser egoísta y pedirte que te quedes conmigo, que me acompañes en esta nueva experiencia, pero sé que tu vida está en Nueva York, tu familia, tus negocios. ¡Dios, no quiero renunciar a ti! —sollozo, buscando sus brazos.

Sus manos acarician mis largos cabellos, pero el silencio entre nosotros pesa, tanto que apenas puedo disfrutar del contacto. Puedo sentir la tensión en su cuerpo.

—¿Recuerdas lo que me pediste hace dos semanas? —pregunta, apartándome suavemente para que nuestras miradas se crucen.

—¿Sobre qué? Te dije muchas cosas —murmuro, limpiándome las lágrimas que corren por mis mejillas.

—Que preferías una verdad que te doliera un momento, a una mentira que te lastimara toda la vida.

Mi corazón se acelera al notar la seriedad en su rostro. El miedo me invade, haciéndome temblar.

—Patrick... —susurro, comenzando a entender lo que eso significa.

—Lo siento, Astrid...

—¿Te has enamorado de otra mujer? —Mi voz es apenas un susurro, tan bajo que no sé si lo ha escuchado.

—No.

Un alivio atraviesa mi cuerpo, pero es efímero.

—Entonces, no te estoy entendiendo, Pat. ¿Por qué te disculpas? —le pregunto, intentando que las lágrimas no vuelvan a caer.

—He besado a otra mujer, Astrid. Aunque eso no significa que me haya enamorado de ella, hice algo que no debí hacer.

Doy un paso atrás, mi cadera choca con el concreto del balcón, pero ignoro el dolor.

—¿Me estás diciendo todo esto para que no sienta culpa por mi decisión?

—No —responde con firmeza—. Independientemente de lo que decidas, no voy a mentirte. No soy ese tipo de hombre, Astrid.

Claro que lo conocía muy bien, y aunque es fácil pensar que está sacrificándose por mí, algo me dice que esta vez no es así. Patrick Ferreira no está pensando en mí, sino en esa mujer a quien besó.

Tengo una sospecha de quién puede ser ella, pero decido callar, tragándome las palabras que quieren salir de mis labios.

—No quiero mentirte.

Me giro para no mirarlo, necesito unos segundos para respirar, para asimilar lo que Patrick me ha confesado y lo que ha decidido ocultar. Han sido meses separados, viéndonos solo unos días cada mes. No justifico su traición, pero soy consciente de que el amor se alimenta de pequeños gestos cotidianos que nosotros fuimos dejando de lado. Nuestra relación se convirtió en una rutina, y ahora me pregunto: ¿cómo podría sobrevivir algo tan frágil a una ausencia tan larga? Un año... doce meses. Es demasiado tiempo.

—No te detengas por mí, Astrid. No me considero digno de tu sacrificio —dice, su voz baja y rota.

Guardo silencio unos segundos, respiro hondo antes de responderle.

—No eres el único culpable, Patrick. Has hecho todo lo posible para que lo nuestro funcione, y yo... yo he puesto mi carrera en primer lugar. Es normal que te sientas abandonado. Lo siento mucho.

Las lágrimas comienzan a rodar nuevamente por mis mejillas. Las limpio con los dedos antes de girarme para mirarlo de nuevo, pensando que esta puede ser la última vez que lo vea así.

—¡Dios, no pensé que este momento llegaría! —exclamo con la voz quebrada—. Tal vez sea mejor darnos un tiempo. Una ruptura limpia ahora es mejor que quedarnos con malos recuerdos de lo que fue nuestra relación.

Son las palabras más difíciles que he dicho en toda mi vida. En el fondo, espero que Patrick se niegue, que luche por nosotros. Pero la desilusión llega cuando lo veo asentir lentamente.

—Respetaré tu decisión, Astrid. De verdad, lo siento mucho.

No puedo contenerme y, en un arrebato de desesperación, me lanzo a sus brazos. El dolor lacera mi corazón, pero, aun así, sé que es lo mejor para los dos. Lo amo demasiado como para retenerlo a mi lado cuando su corazón, quizás sin que él mismo lo sepa, ya está en otro lugar.

—Te amo, Pat —le susurro al oído, sabiendo que es la última vez que pronunciaré esas palabras.

Patrick me abraza con fuerza. Busca mis labios y nos damos un apasionado beso de despedida. Es el final, y ambos lo sabemos.

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