Mikhail dejó de pensar en esa factura de inmediato. Todo lo que lo había preocupado en ese momento se desvaneció; no podía ocuparse de nada que no fuera Anna. Se sentía incapaz de concentrarse en otra cosa que no fuera la mujer que estaba en su mente y corazón. Respirando profundo, le pidió al gerente del hospital que contactara a Olga. Recordaba cómo ella siempre ayudaba a algunas instituciones con donaciones o cubría tratamientos médicos de personas necesitadas, todo por el afán de obtener fama de benevolencia. Sabía que a su madre le encantaba llamar la atención con esas donaciones, y en su mente, había supuesto que esa factura también debía ser cosa de ella.—Quedamos así, Sergei. Tú te encargas de lo que falta. Gracias por todo— dijo Mikhail mientras se apoyaba en la puerta del baño, cuerpo exigía un descanso que aún se negaba a tomar. Tras la despedida, se metió en la ducha que estaba preparada que habían preparado para él, era liberador, poder bañarse por cuenta propia, el a
La expresión de Anna cambio de inmediato y empezó a reír como si le hubieran contado el chiste más gracioso del mundo.—Es la mentira más absurda que he escuchado —respondió riendo con incredulidad.Pero el hombre sacó una carpeta de su chaqueta y la extendió hacia ella.—Aquí verás que no miento. Mi vida corre peligro, así que no tengo mucho tiempo, pero si lees detenidamente estos documentos, lo entenderás.Con desconfianza, Anna tomó la carpeta.—Le dije que no tengo dinero —replicó, aún insegura de aceptar ese paquete.El hombre, con ojos asustados, negó con la cabeza.—Ya no me interesa el dinero, señora. Ahora, lo único que me importa es seguir vivo. Por favor, no tires mi esfuerzo a la basura. Estoy arriesgando mi vida por esto.En ese momento, las puertas del ascensor se abrieron. El hombre salió corriendo antes de que Anna pudiera reaccionar.Curiosa, aunque su instinto le gritaba que no lo hiciera, abrió la carpeta. Entre los papeles encontró una carta notarial firmada por s
—¿Entonces qué es? Dime lo que pasa para poder ayudarte. No quiero verte llorar. Me mata verte así —su voz era una mezcla de preocupación y culpa—. Haría lo que fuera por ti.Mikhail intentó tomar su mano, pero Anna la apartó de inmediato, aterrada. Esa reacción lo alarmó aún más.—Quiero saber la verdad... —dijo finalmente Anna, rota, pero firme, entregándole los documentos—. ¿Por qué me rechazaste al principio? ¿Es por esto? Tú lo sabías, ¿verdad? Lo que dice aquí...Mikhail tomó los papeles, y mientras leía, su rostro se endureció. No podía creer lo que estaba viendo. Todo giraba a su alrededor, y su mente se negaba a aceptar la realidad que le presentaban esos documentos.—Este... este es un testamento. Dice que eres hija y heredera de mi padre... —su voz se quebró—. Pero eso no puede ser cierto. ¡No puede ser!—No puedes ser hija de mi padre. No lo aceptaré. Esto es obra de mi madre, debe ser alguna mentira suya para separarnos.Anna se tambaleó por un momento, y se desplomó en
Anna llegó a su casa con el alma rota, incapaz de contener la tormenta emocional que la consumía. Las lágrimas ya no eran suficientes para liberar el dolor que la asfixiaba. Se encerró en su habitación, cerrando la puerta con un golpe sordo, como si intentara alejarse de un mundo que ahora le parecía cruel e incomprensible. Se desplomó sobre la cama boca abajo, abrazando con desesperación la almohada, como si fuera su única salvación en ese mar de sufrimiento. Su corazón se desbordaba en llanto silencioso, y cada sollozo resonaba en la habitación vacía, amplificando su soledad.—¿Por qué?— susurró, ahogada en su desesperación. Esta vez, el dolor era más devastador que la primera vez que perdió a Mikhail. Ahora, la pérdida era definitiva. Lo había perdido para siempre. Un amor condenado antes de florecer, reducido a cenizas por una verdad que la desgarraba. Se sentía rota, acabada de una forma que jamás había experimentado. El descubrimiento de que Mikhail era su hermano había des
Después de asegurarse de que el mareo de Anna se debía al cansancio y a todas las emociones vividas, Mikhail, muy molesto, se dirigió a ver a su madre. Ella tenía muchas explicaciones que darle, y él no podía contenerse de exigírselas.Ella tarde o temprano tendría que responderle todo lo que necesitaba escuchar de sus propios labios. Más que eso, Mikhail deseaba que reconociera todas las fechorías que había cometido. Pero cuando llegó a la mansión, Olga lo vio desde lejos y corrió a su encuentro.—¡Hijo mío, qué alegría que vengas a visitarme! ¿Cómo está mi nieto? —Olga intentó abrazarlo, pero Mikhail no le devolvió el gesto—. Llegas justo a tiempo para tomar un té. No he ido a visitarlos porque sé que aún sigues enojado conmigo, pero créeme, hijito, ganas no me faltan de compartir con mi nieto y nuera.Mikhail la apartó de manera brusca. —No quiero té, no quiero nada, madre. Y ya basta de tu hipocresía —Mikhail la apartó de un empujón—. Esta no es una visita social. Vine a que me e
—Está bien, como digas —Olga fingió bajar la guardia—. Me iré, pero tú mismo vas a causar un escándalo con mi partida del que Anna, tú y Lucas saldrán perdiendo. ¿Te imaginas que se sepa que mi nieto es producto de una relación incestuosa? La gente no dejará de hablar de ustedes. Pobre criatura, estando tan enfermo, no vaya a ser que no aguante y Dios termine por llevárselo.Mikhail quería silenciar a Olga con sus propias manos. No podía creer todo el veneno y la maldad que esa mujer estaba escupiendo. Ahora hasta insinuaba que Lucas podría morir por el escándalo. Y, muy a su pesar, sabía que, aunque Lucas era pequeño, eso, igual marcaría su vida. Estaba pensando en cómo darle la vuelta a la situación cuando la risa demente de Olga lo sacó de sus pensamientos.—Te recuerdo, hijo, que Anna ya está desacreditada. Un escándalo más y su vida se irá a pique. Sé que no me has pedido una sugerencia, pero te la daré de todos modos: tienes que pedirle a ella que se vaya lejos, por su propio bi
Dos días después, la mañana comenzó tranquila en la casa. Anna le había dado el día libre a Tatiana para que visitara a su madre en el campo, por lo que le tocó encargarse de Lucas sola.—¡Quiero tortilla, quiero tortilla! —exclamaba Lucas, golpeando la superficie de la mesa con los cubiertos de una forma que provocaba risa.Mikhail y Anna intercambiaron una mirada divertida ante el buen ánimo de su hijo. Sin embargo, Anna volvió a centrarse en acomodar la mesa.—Mamá, hazme la tortilla con una cara feliz de ketchup, como siempre —pidió Lucas, haciendo que Mikhail frunciera el ceño. Pero cuando vio cómo Anna, con destreza, cumplía el deseo de Lucas, sonrió levemente y acarició la cabeza de su hijo.—Te la comerás toda —le dijo, mirándolo con complicidad.—¡Sí, papá! No voy a dejar ni un poquito —respondió Lucas con los ojos brillantes de felicidad.Mientras compartían la comida, Anna extendió la mano para tomar un poco de mostaza, y en ese momento su mano rozó la de Mikhail, quien tam
Mikhail miraba a Irina con gesto de enojo, aunque no era contra ella, sino contra Alexey. Desde el pasado, había existido una rivalidad entre ellos, pues compartieron etapas de su educación. Ahora, Mikhail estaba convencido de que Alexey había decidido cortejar a Anna solo para provocarlo. Lo hacía con esa única intención, pero Alexey no contaba con que Mikhail estaba dispuesto a defender a Anna de quien fuera.—Gracias, Irina. En serio, hablaré con Anna.—Adelante, pasa —respondió Irina, con una sonrisa cómplice.Anna se sorprendió al ver entrar a Mikhail en su consultorio. Su corazón latía desbocado al ver al hombre que tanto amaba, pero sabía que debía ir dejando atrás ese sentimiento que no hacía bien a ninguno de los dos.—Toma asiento, Mikhail —dijo Anna, tratando de aliviar la tensión—. Supongo que vienes por los expedientes de los pacientes. Aquí los tienes.—Gracias, pero no vine por eso. Estoy aquí porque sé que me pediste manejar lo de mi madre como creyera conveniente, y n