Oliver se retira con una amplia sonrisa dejando a las chicas todavía asombradas de que van a participar de su desfile. Las ayudantes comienzan a sacar los hermosos vestidos de las bolsas en lo que todas se quitan sus vestidos de noche nerviosamente.—¡Oh, por Dios! —exclama María Isabel—. ¡Es el vestido que le dije que me gustaba! ¡Es precioso! Vamos a ver si me sirve. Emocionada ayudada por una joven lo saca de su envoltorio y comienza a colocárselo ayudada por ella.—¡Miren chicas, parece que estuviera hecho a mi medida; me queda perfecto! —exclama emocionada mirándose en el espejo.—El mío también es el que me gustó cuando los vi, cuñada —exclama emocionada Fiorella—. Deja ver... bueno, me queda un poquito suelto.—Espere, señorita Fiorella, hay que ajustarlo aquí detrás —le indica una de las ayudantes—. Dígame hasta dónde lo quiere apretado. Se ve muy hermosa.—¡Chicas, están preciosas! —exclama Elvira, aún temerosa de quitarse su ropa para ponerse el suyo. Mira cómo Evelin se
Fiorella se asusta al escuchar la voz de Maximiliano y ver cómo se quita la máscara sonriente. Observa cómo saca un pañuelo de su bolsillo y comienza a mojarlo con una sustancia que extrae de un frasco. Acto seguido, empieza a acercársele. Se recupera de la impresión inicial y se prepara para luchar.—¡Jamás seré tuya, Maximiliano! —le dice con firmeza—. Y considera que no grito para que vengan por ti solo por cortesía. Sabes que aquí están todos mis primos, tíos y demás familiares, que estarán encantados de atraparte.—No lo harás, Fiorella —responde Maximiliano sin dejar de sonreír y acercándose a ella lentamente—. Porque no te dejaré hacerlo; con esto dormirás como una gatita. Ya la tiene acorralada contra la pared e intenta ponerle el pañuelo en la boca. Pero Fiorella se defiende; el vestido apenas le permite moverse y no quiere romperlo. Cuando piensa que él va a lograr su cometido, ve que alguien atrapa la mano de Maximiliano por detrás, aplicándole una llave que lo inmoviliza,
Todavía quedan Evelin y Asiri, que está muy, pero muy nerviosa. A ella nunca le ha gustado ser el centro de atención. A pesar de llevar el velo bajado, siente que todos los ojos están puestos en ella.—¡No puedo, Oli, no puedo! ¡Discúlpame, Oliver, pero no puedo! —exclama tratando de quitarse el velo, pero en ese instante Salvador entra en la carpa y la abraza fuertemente mientras le susurra:—No temas, As; yo caminaré la vida entera contigo. Vamos, no tienes que temer a nada ni a nadie —le dice ofreciendo su brazo y entregándole el ramo de flores. Las luces se apagan y un coro de voces angelicales comienza a cantar. Globos iluminados ascienden al cielo mientras Asiri y Salvador avanzan por la alfombra roja bajo una lluvia de pétalos de rosas. Asiri sonríe al ver los vasos llenos de flores que iluminan el camino y piensa que Oli ha creado su boda soñada. Esto la hace relajarse y sonreír felizmente mientras mira a Salvi, quien viste un hermoso traje beige como ella deseaba. Avanzan
Una corriente de desconcierto se propaga entre las chicas. Sus miradas se entrelazan, cargadas de preguntas no formuladas, especialmente Evelin. Su mente recorre los incontables desfiles de moda en los que ha participado, todos organizados por su mejor amigo Oliver. Siempre había una boda ficticia, un escenario perfectamente armado pero carente de autenticidad legal. Nunca antes un sacerdote había estado presente, y menos uno que le resultaba vagamente familiar. —Sí, padre, venimos libremente —responden los chicos y les hacen señas a sus chicas para que lo digan también. Ellas, confundidas, pero asintiendo, repiten la afirmación. Evelin vuelve su atención hacia Oli. Él, con una expresión entre el desconcierto y la complicidad, alza los hombros, restándole importancia al formalismo del momento. Con un gesto sutil, le sugiere que siga el juego y responda a todo.—¡Chicas, respondan a todo lo que les pregunten junto con los chicos! —les susurra Oli por lo bajo. Evelin, aún con sospec
Todos los chicos están sentados, mirando a sus lindas esposas bailando felices en el centro de la pista. Ellos les habían dicho que irían a buscar las bebidas.—Bueno, en realidad no sabemos si están embarazadas —dice Salvador mirando a Asiri.—Yo sí estoy seguro —afirma Gabriel—. Ya me molestan todos los olores de la casa.—Y yo también creo que María Isabel lo está; solo quiere comer sandías a todas horas —agrega Filipo.—Yo no he notado nada raro en Fiore —comenta Salvatore, algo desanimado. Pero Filipo le señala que su hermana se la pasa comiendo hielo últimamente, algo que ella jamás había hecho.—¡Eso es verdad! ¡Hasta en las noches me manda a buscar hielo! ¡Tienes razón, Filippo! —exclama Salvatore, que ahora mira a su hermosa esposa emocionado y feliz—. ¡Fiore está embarazada! ¿Cómo no me di cuenta?Salvador se ríe y le da una palmada a su hermano, burlándose de que está estudiando medicina y no se dio cuenta.—Eso solo confirma mi teoría: eres un tonto, hermano —se burla Sal
Mientras tanto, al despertarse, Maximiliano el Greco se encuentra solo, en bóxer, atado de pies y manos y acostado en una cama, con la boca tapada. A su lado, duerme una chica. Le parece estar soñando. ¡Es Fiorella! Sin embargo, la sensación de estar atado no le agrada en absoluto y comienza a forcejear para intentar soltarse, cuando oye una voz.—¡Deja de forcejear, gatito, y déjame dormir! —lo regaña ella—. ¡Acabo de llegar de la boda de mis primas! Esa voz no es la de Fiorella, se da cuenta Maximiliano y recuerda la voz de la chica llamada Coral, aquella que salvó a Fiorella. "Vaya, son idénticas", se dice a sí mismo, recordando haberla visto de niña. Pero no entiende qué quiere ella de él ahora que es adulta. Tras escucharla dormir, sentir cómo se le tiraba encima, lo abrazaba y lo baboseaba, ella abre sus hermosos ojos verdes, idénticos a los de Fiorella.—¿Te gusta lo que ves, gatito? Porque a mí sí me gusta lo que veo —dice mientras le acaricia por encima del bóxer—. Creo que
Gerónimo, sentado en una mesa cerca de la pista, observa cómo todos se alejan. A pesar de haber bebido, no está borracho. Se dirige hacia el bar y, sin querer, choca con una chica que, mirando hacia atrás, se disculpa.—Perdón, perdón —dice ella.—No es nada, también es mi culpa —responde él y trata de continuar su camino, pero ella lo atrapa por un brazo.—Te vi dirigiendo el espectáculo junto con Oliver. ¿Podrías ayudarme con algo, por favor? —le pide angustiada.Gerónimo la observa: es muy hermosa, con ojos verdes y claros, rubia con el pelo largo y rizado, labios rojos y voluptuosos. Su mirada baja hasta los redondos pechos que asoman sensualmente por el escote. Tiene una pequeña cintura que da paso a unas caderas bien formadas. "Es una preciosura", piensa Gerónimo. Sin embargo, sacude la cabeza y le pregunta:—¿En qué puedo ayudarla, señorita? —muy serio, proponiéndose no complicarse la existencia esa noche aunque se la están poniendo difícil. Ella lo mira nerviosa y sin soltar
El tiempo, siempre elusivo y veloz, ha tejido su curso con una delicadeza que apenas han podido percibir. Las jóvenes madres, con sus bebés aún en brazos, han emprendido el viaje hacia la vibrante ciudad de Nueva York, donde se celebrará la unión de Oliver y Dario. En la serenidad del jardín, el doctor Rossi, sentado al lado de su amada esposa Elvira, contempla con ojos llenos de amor a las parejas que juegan con sus hijos sobre el verde manto.Evelin, madre de dos varones robustos. Aunque Gabriel quería que fueran niñas, está feliz con ellos. Incluso a pesar de que los malestares del embarazo fueron más intensos que con Bianca, él sueña con la risa de otra futura niña entre sus brazos. María Isabel, por su parte, ha traído al mundo una niña que se ha convertido en la joya de Filipo. Él ya trama planes para protegerla de futuros pretendientes, aunque su corazón está abierto a la idea de darle hermanos a la pequeña princesa de la casa, con María Isabel compartiendo su entusiasmo y Pi