Rafael: Asombrado, anonadado, inconscientemente me llevé la mano derecha a mi marca de nacimiento, la cual conozco perfectamente porque ha estado conmigo desde que nací. Tía Anastasia, se levantó de la orilla de la piscina, como impulsada por un resorte. Estefanía entrecerró sus ojos y me miró con desconfianza. Sheyli hizo lo mismo. Los trillizos me observaban felices, admirados y caminaron en la piscina hacia donde me encontraba. Me quedé inmóvil y vino a mi memoria como un rayo de luz aquella noche con Sofía… «¡Si era ella! La misma mujer de aquella noche, con su larga cabellera rubia y su cuerpo puro y virginal. Era mi Sofía, la que durante días, semanas, meses perturbó mis sueños y mi quietud». Al acercarse ellos a mí, me acuclillé para ponerme a su altura y pasé mi mano por la marca que tienen entre sus tetillas. Reconociéndola perfectamente idéntica a la mía, los abracé uno por uno, desbordando mi corazón, de una emoción indescriptible. Era algo que no podía describir. Estab
Rafael: —¿Por qué no indagaste cuando viste por primera vez a Sofía, después de esto? —Me preguntó Estefanía— ¿Por qué no te llamó la atención el parecido físico entre los trillizos y tú? —me acorraló ella, enojada. —Al principio, si me llamó la atención el parecido de los niños conmigo, así como el nombre de tu hija, pero por unas palabras de Sofía, descarté que fuera ella, aquella joven —confesé. —¿Qué palabras? —me interpeló ella. »Sofía, mencionó el día de la inauguración de la sucursal “que nunca fue asidua visitante de discotecas”. De ahí, que rechacé definitivamente que pudiera ser ella, porque según sus palabras, no era visitante de las mismas —comenté. —Ese día Sofía fue a la disco porque Shayla y yo la convencimos. Ella estaba enojada porque sus padres no habían asistido a su acto de grado —replicó Sheyli. —¡Eso es cierto, su padre y yo no pudimos asistir! Debido a un acto oficial de la Naviera —corroboró Estefanía. —Por otro lado, esta Sofía era distinta a la otra. Es
En la Hacienda, el Narrador: Aun en el despacho de la hacienda, aclarando totalmente esta situación, Rafael, solicitó a Estefanía y a Sheyli, no comentar nada de esto a los trillizos, pues anhelaba dar esta noticia a sus hijos con Sofía. Las dos, estuvieron de acuerdo aclarando que esto era algo que solo le compete a Sofía, como su madre. Ella, deberá explicar todo a sus hijos. De esta manera, no se producirá en ellos algún trauma o consecuencia que en el futuro los pudiera afectar. Fue así, como salieron hacia la piscina no sin antes, abrazar cada una a Rafael, en señal de aceptación del vínculo de este con los niños de Sofía. Él, aprovechó este momento para aclarar sus sentimientos hacia ella y lo que habían decidido el día de su rapto. Sheyli, aún asombrada por esta coincidencia, evaluó a Rafael. Él, era un hombre extraordinario, muy caballero, como quien dice, un buen partido, billonario, productor, profesional, guapo, superatractivo, en fin, el sueño ideal de cualquier mujer.
Rafael: —¿Y por qué no has hecho la aclaratoria cada vez que la noticia ha sido publicado en las redes? —me reclamó Reyner. —Porque tengo cosas más valiosas e importante en que invertir mi tiempo, que dar respuestas a las locuras paranoicas de una niñita rica y maleducada —expresé, con enojo. »Y te advierto, tu hija me pagará cualquier daño que sufra Sofía Morales —afirmé furioso y controlándome para no perder los estribos de la paciencia. —¡Eres un imbécil! ¿Cuándo ni siquiera sabes distinguir entre una niña de bien y una prostituta? —apenas terminó de pronunciar estas palabras, me le fui encima con furia, partiéndole la cara de un solo derechazo que le di, con lo cual se desmayó. De inmediato, intervino José David en defensa de su padre. No obstante, no me pudo hacer nada, puesto que mis guardaespaldas lo sometieron. En vista, al escándalo generado, el Comisario que se encontraba en la sala intervino. —Rafael, es necesario que trates de controlarte y no tomar la justicia por tu
Rafael: —¿Era algún familiar de él o alguna amiga? —sondeó el jefe del grupo comando, con sagacidad y prudencia, al Director del Hospital. —¡No! Creo que fue alguien a quien consiguió tirada y herida, en la entrada de su casa —contestó este. Despertando los llamados de alerta en mi corazón y en mi cerebro. —¿Sabes, cuál es el sitio exacto de ese hallazgo? —demandó el jefe del grupo. —¡No! —expresó él. Convencido que se trataba de Sofía, saque una foto de los archivos de mi celular y se la mostré al Director, quien al mirar, parecía no estar seguro que fuera la misma persona. —¿Es ella? —interrogué suplicante. —Sinceramente, la vi una sola vez, el primer día y no se le distinguían bien sus facciones. Ella presentaba hinchazón, enrojecimiento, hematomas, en su rostro que la desfiguraban completamente. Seguramente fue producto de los golpes que recibió —aseguró este. »En todo caso, la joven está amnésica —afirmó este. Convencido que se trataba de Sofía, nos despedimos del directo
Rafael: Al salir de la casa, abrí la puerta del pasajero de mi Grand Cherokee y ayudé a entrar a Sofía, quien ya no se mostraba tan arisca conmigo. Como observé un gesto de ella, que evidenciaba que sentía frío, me quité la chaqueta y se la coloqué en sus hombros. Al montarme en la camioneta, le expliqué que iríamos primero a un hangar, en donde estaba un jet esperándonos para trasladarnos a la hacienda. Igualmente, le conté que ahí se encontraba su madre Estefanía y sus trillizos. —¿Tengo tres hijos? —cuestionó ella algo incrédula. —Sí, tres preciosos niños que también son míos —confesé. —¿Tú eres mi esposo? —consultó ella, volteando su rostro para mirarme de frente. —¡No! —Respondí, con sinceridad— soy tu novio, vamos comenzando una relación. —¡Entonces…! ¿Cómo eres el padre de mis niños? —inquirió ella, con una mirada curiosa. —¡Es algo largo y complicado de explicar! Te prometo que en otro momento, te aclaro todas tus dudas. Ahora relájate y confía que en pocos minutos esta
Rafael: Con las primeras luces que son visibles antes de la salida del sol, mi jet inicia su aterrizaje en la pista de la Hacienda Los Rincones. Sofía, un poco temerosa, pero intranquila, bajó las escalerillas, a mi lado acercándose más a mí. —¿Cómo te sientes? —pregunté al percibir que estaba temblando. Me acerqué, le tomé la mano y la abracé para que se calmara y se sintiera más segura. —Tengo un susto, me siento extraña, no recuerdo nada, mi mente está en blanco y por más que quiero recordar no puedo —declaró ella con tristeza y dejando correr unas lágrimas. —¡Ya mi amor! —Le animé, tratando de que ella controlara el fuerte temblor que sentía en su cuerpo, como las lágrimas— ¡Vamos al encuentro con tu madre y tus hijos, quienes te esperan en la hacienda! —¡Vamos! —respondió ella tomando mi mano, dejándose llevar tranquilamente hacia mi otra camioneta, en la cual nos esperaba el chófer. Tenía la ilusión que cuando viera a Estefanía o a los trillizos, recobre su memoria. Al lle
Rafael: —¡Bueno… eh, eh, sí, si son primos, porque me voy a casar con su mamá! —contesté sin poder explicar más, puesto que le aseguré a Estefanía, que esperaría a Sofía para hablar de esto, con mis trillizos. Así, entre pregunta y respuesta, caminata y recorrido viendo a los nuevos caballos listos para la venta y su traslado a oriente, se pasó parte del día y distraje totalmente a los niños. Por esta razón, estuve muy poco tiempo con Sofía. Ocultándose nuevamente el sol y surgiendo la luz de las estrellas junto a una luna que se dejaba ver muy inmensa, salí a la terraza de la parte alta de la casa, en donde ordené servir la cena para todos. Sin saber qué hacer, para ayudar a que Sofía supere esta situación, decidí llamar nuevamente al jefe del grupo, quien se había encargado del médico. Este, me informó al mediodía, que habían comenzado las averiguaciones relacionadas con todo lo que él declaró, que por la noche me tendría más noticias. Durante el día, todos dejaron tranquila a S