Lágrimas de Arrepentimiento de Padre e Hijo
Lágrimas de Arrepentimiento de Padre e Hijo
Por: Marina Valle
Capítulo 1
El día que Andrea decidió divorciarse, casi muere en el incendio de la guardería.

En un intento desesperado por salvar a su hijo Juan, usó todas sus fuerzas para empujarlo, quedando atrapada bajo una estantería derrumbada.

Su hijo, a quien había salvado arriesgando su vida, ignoró su estado y se preocupó por otra mujer cercana.

—Tía, ¿estás bien? No me asustes, tengo miedo.

Julieta Orrego, con solo quemaduras leves en las manos, yacía débilmente en el suelo.

—Estoy bien, Juanito, no temas.

Andrea recordaba que su hijo Juan y su padre Miguel Hernández compartían un carácter reservado y sereno. Sin embargo, ahora Juan abrazaba a Julieta llorando desconsoladamente, temblando de miedo.

El dolor atravesó su corazón cuando Miguel entró corriendo. Apenas miró a Andrea bajo la estantería y corrió preocupado hacia Julieta, abrazándola junto con Juan.

—¡Juanito! ¡Julieta!

—Papá, ¡salva primero a la tía! Ella se lastimó por protegerme.

Miguel examinaba ansiosamente sus heridas.

Andrea observaba todo, sintiéndose una extraña ante lo que parecía una verdadera familia de tres.

A pesar del dolor sofocante, su instinto de supervivencia la hizo gritar:

—Ayúdenme, por favor...

Los tres finalmente la miraron.

Andrea notó claramente cómo la preocupación en los ojos de su hijo y esposo se transformó en indiferencia al verla.

—Mamá, la tía está débil, debemos salvarla primero. Espera un poco, los bomberos ya vienen.

—Julieta salvó a Juanito, no puedo ignorarlo. Vámonos, Julieta.

Miguel cargó a Julieta mientras Juan se aferraba a su ropa, dispuestos a marcharse.

—No sean así, es peligroso, ayúdenla —suplicó Julieta, aparentemente preocupada.

Pero Miguel y Juan ni siquiera voltearon.

—Ella estará bien.

—Sí, tía. Ella siempre está fuerte y finge estar enferma. No le pasará nada, los bomberos ya vienen.

Miguel se marchó con ellos.

El fuego se intensificaba, consumiendo la guardería. Andrea, con mirada perdida, vio alejarse a las tres figuras mientras su corazón se hundía.

¿Este era el hijo por quien llevó nueve meses en su vientre y arriesgó su vida?

¿Este era el esposo a quien amó por ocho años?

¿Sus seres más queridos la abandonaban en un incendio por una mujer extraña?

Andrea no podía llorar, quizás por el calor o por su extrema desilusión.

Sentía que su vida había sido una broma, y no pudo evitar reír amargamente.

Su visión se nubló mientras el humo la ahogaba. Al cerrar los ojos, tuvo un único pensamiento: si sobrevivía, jamás volvería a convertirse en objeto de burla.

En su inconsciencia, Andrea tuvo un largo sueño donde revivió como espectadora su desastroso matrimonio.

A los dieciocho años, los Castro y los Hernández arreglaron su matrimonio por negocios. Andrea conoció a Miguel el día de su fiesta de mayoría de edad.

Miguel tenía entonces veintidós años, recién graduado y dirigiendo la empresa familiar Hernández, en su momento de mayor esplendor.

Andrea supo al verlo que sería su esposo, y la joven se enamoró sin reservas.

Pero Miguel siempre guardó en su corazón a su primer amor, Julieta, la hija adoptiva de los Hernández. La madre de Julieta era íntima amiga de la madre de Miguel.

Cuando la madre de Julieta murió en un accidente automovilístico años atrás, ella fue acogida por los Hernández, creciendo junto a Miguel y ganándose el cariño de su madre.

Cuando Andrea tenía veinte años y Miguel veintiséis, él sufrió un accidente en una obra de construcción que lesionó su pierna. Los médicos advirtieron sobre una posible discapacidad permanente.

Fue entonces cuando Julieta decidió irse a estudiar al extranjero, mientras Andrea permaneció fielmente cuidándolo junto a su cama.

Miguel estaba devastado entonces, pero ella lo alentó incansablemente y lo ayudó con su rehabilitación hasta que se recuperó por completo.

Después, Miguel le propuso matrimonio y Andrea finalmente cumplió su sueño de casarse con él. A los veintidós años dio a luz a Juan.

Andrea recordaba el difícil parto, que terminó en cesárea. Pero ver a Miguel cuidándola sin descanso hizo que todo valiera la pena.

Creyó que vivirían felices los tres, hasta que Julieta regresó durante la celebración del primer mes de Juan. El primer amor es el primer amor – todo cambió cuando Miguel la vio.

Se volvió distante, no llegaba a casa, y los negocios de los Castro empezaron a decaer hasta casi la bancarrota.

El padre de Miguel falleció ese año, quedando solo su madre Ximena.

Viendo la caída de los Castro, Ximena se llevó a Juan a su casa.

Con la excusa de que Andrea estaba débil tras el parto, Ximena y Julieta comenzaron a criar a Juan.

Andrea se consolaba pensando que lo de Julieta era pasado y que Ximena, como abuela, no malcriaría a Juanito.

Hasta hoy, cuatro años después, cuando finalmente pudo ir a recoger a Juan a la guardería y ocurrió el incendio.

Al ver a Juan y Miguel escapar con Julieta, Andrea comprendió lo equivocada que había estado.

En su sueño, el fuego la consumía. Andrea despertó gritando.

Se encontró mirando el techo del hospital.

Tardó en orientarse. La habitación estaba vacía, sus heridas vendadas y su pierna derecha enyesada.

Por el sueño, su bata estaba empapada de sudor.

Le ardía la garganta al respirar.

Intentó llamar a alguien, pero no tenía voz, probablemente por el humo.

Con esfuerzo, usó las muletas para levantarse y beber agua, lo que alivió su garganta.

Pensando en Juanito, salió a buscar información.

Pero las voces alegres de la habitación contigua llamaron su atención.

A través de la puerta, vio a Julieta en la cama, Ximena pelando una manzana, y Juan abrazando cariñosamente a Julieta.

—Tía, ¿todavía te duele?

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