Miel no tan dulce

Callan

Era un día que venía deseando que se aproximara, verla a ella de blanco avanzando hacia mí de la mano de Benjamín, su padre, hizo que mi corazón se detuviera, Deo por su parte estaba eufórico.

Al unir mi mano a la suya me envió a un frenesí, primero por la sensación de la corriente eléctrica y chispeante de nuestro contacto y luego porque era el momento especial en el que ante una audiencia numerosa pronunciaríamos nuestros votos y promesas.

Al finalizar ambas ceremonias, un sin número de felicitaciones llegaron a mi mente, “bien hecho, se ven muy bien juntos, felicidades, les deseamos lo mejor, apúrense, queremos herederos, sus niños serán preciosos, tu perseverancia rindió frutos”.

Extendí mis brazos para recibir el afecto de mis abuelos, — mi precioso nieto, me alegra que por fin estés cumpliendo uno de tus anhelos — expreso mi abuela. Ellos mejor que nadie saben la extensión de lo que hice, pues me ayudaron sin cuestionarme, siempre me apoyaron y sé que adoran a Sylvia.
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