Aquella mañana se sentía fría, más fría que las otras, como si, de alguna manera, sintiera que algo estaba a punto de pasar, se había levantando de la cama, colocándose aquella bata semi transparente que dejaba ver su cuerpo en ropa interior por debajo, Zeus aún se encontraba durmiendo, y ella, sintiendo el estómago vacío, se había levantado para buscar algo para comer, el hijo dentro de su vientre estaba creciendo, y ella, se sentía emocionada de tenerlo al fin entre sus brazos…sin embargo, un sentimiento de profunda tristeza, de vacío, la invadía cada vez que pensaba en ello, algo grande le estaba haciendo falta, algo que le oprimía el pecho con demasiado dolor, tomando aquel vaso de jugo de naranja, un nombre llego hasta ella atravesándola como una bala, el vaso había resbalado de sus manos, sus ojos se habían llenado de lágrimas, ¿Cómo era posible que lo hubiese olvidado?– Dante – dijo Alice en un murmullo doloroso al tiempo que el vaso se hacia añicos sobre el suelo.El joven mé
Una vez, hacia ya demasiado tiempo, dos hermanos se abrazaron el uno al otro, el mayor protegiendo al menor de ellos, el menor aferrándose al mayor, buscando refugio en sus brazos.– Todo estará bien, no llores, yo te protegeré – El hermano mayor le prometía al menor el protegerlo, mientas cubría sus oídos para que no escuchase los gritos de su madre, una golpiza más, una marca más en los pequeños corazones de ambos, el más pequeño que no rebasaba los cuatro años, se acurrucaba entre los brazos del mayor que no tenía más de siete, escondidos en el armario de su habitación infantil, en medio de los lujosos juguetes, usando aquellas finas pijamas de seda, los hermanos Dogaru, solo unos niños aun, temblaban de miedo ante los gritos furiosos de su padre y los sollozos de su madre…una noche más, los niños que llevaban nombres de dioses, se abrazaban intentando soportar aquel infierno. Estaba desnuda frente a él, Alice Wright, la mujer a la que había amado desde hace años, aquella que, de
No podía dejar de llorar, simplemente no podía, aquellas semanas que estuvo junto a Zeus Dogaru, le habían mostrado la verdadera cara de este, aun a pesar que la había secuestrado, aun a pesar de que la separo de Dante y Hades, aquel dolor plasmado en sus ojos zafiro, tan profundos, tan tristes, era algo que no olvidaría jamás, ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué Hades disparo en su contra sin hablarlo primero? ¿Por qué el odio debía ser más que el perdón y el amor? Alice se sentía devastada, había visto como Zeus recibía aquel disparo en la cabeza, y ahora, no podía dejar de llorar.– Tranquila mi amor, ya estas a salvo conmigo, veras a Dante, volverás a verlos a todos, este infierno ya termino – dijo Hades intentando consolar a su devastada esposa.Alice, comenzó a golpear con sus débiles puños el poderoso pecho de su amado con frustración.– No debiste, dime, ¿Por qué lo hiciste? Zeus no era una mala persona, sufrió tanto como tu sufriste, ¿Cómo pudiste hacerle eso a tu propio herman
Jaqueline apenas podía creer todo lo que Alice le había contado, básicamente la pobre mujer había perdido la memoria, nada extraño debido al estrés post traumático que perder a Dante y recibir un disparo le habían provocado, Zeus, aprovechándose de ello, se la había llevado del hospital cuando la tomo con la guardia baja, había extorsionado al joven médico que aviso en donde se encontraban para faltar a su juramento y mantener a Alice en ese estado amnésico, él se había negado y pretendía rescatar a la hermosa joven, Zeus le había disparado, Hades le disparo a Zeus, y ahora que salía a la luz que el mayor de los hermanos Dogaru en realidad no era una mala persona, aunque, ella siempre supo que el mayor de los hermanos, a pesar de ser un imbécil en variadas ocasiones, nunca fue realmente una mala persona, acariciando la espalda de Alice, intentaba consolarla, aquella hermosa mujer se había convertido en el centro del mundo de ambos hermanos, y no podía mas que sentir un gran pesar por
- ¡Hey Wright! - saludaba Adriano desde la otra acera.Su largo cabello castaño ahora le llegaba ya debajo de sus tornados muslos, su belleza, no se había visto menos opacada por el embarazo, por el contrario, quizás, lucia aun mas radiante que nunca, eran ya dos largos meses los que habían transcurrido desde aquel fatídico día en que Hades había disparado una segunda ocasión a Zeus, nadie supo mas nada de este, era como si se hubiese desvanecido en la nada, como si no hubiese quedado rastro alguno de él, Hades, aunque no se lo decía, lo echaba de menos, ninguno de ellos había vuelto a ser el mismo, todo había cambiado, y aunque eran muy felices, siempre quedaba esa espina enterrada en los corazones de ambos al no saber el destino final de aquel hombre de hermosos y demasiado tristes ojos de color zafiro.- Adriano, que gusto verte - saludaba la hermosa castaña.- No abra mucho tiempo para celebrar las fiestas, ya sabes, es el cumpleaños de ese necio y el Dante también esta próximo, p
– Oigan, será mejor que guarden silencio los dos, mamá y papá aún están durmiendo, los he visto bajar, ya que estamos los tres aquí, denme mis regalos también – dijo la bella Zinerva que ahora era una hermosa jovencita de 11 años, Alice, la había acogido como una hija mas y no hacia diferencia entre ninguno de sus tres hijos, nunca más volvió a saber se su madre, Hildegard había simplemente desaparecido, como si se hubiese desvanecido en la nada y tampoco jamás hizo el esfuerzo de buscarla, aunque aquello dolía, estaba feliz de vivir en aquella hermosa familia que seria la suya para siempre…aun cuando ya sabia que Hades no era su verdadero padre, si no, su tío.Sin embargo, olvidándose de ello, se unió a sus hermanos menores, totalmente entregados a su traviesa faena, siguieron abriendo los obsequios que llevaban grabados sus nombres uno tras otro, haciendo maldecir por lo bajo a su madre, y logrando sacar una sonrisa complacida a su padre en los aposentos que se hallaban más arriba.
Harta, exactamente así era como sentía, no había sido su semana, ni su mes, ni su año, todo le había salido terriblemente mal y se sentía al borde de una crisis nerviosa, esta vez, la desalojaban de su departamento, las deudas se habían acumulado y el banco, por supuesto, no podía seguir esperando, sus muebles ahora mismo, estaban en la banqueta fuera del edificio, las miradas comenzaban a amontonarse sobre ella y los cuchicheos no se hicieron esperar, algunos vecinos, realmente lamentaban lo que estaba pasando, otros, en cambio, encontraban bastante graciosa su situación, no disimulando sus risas ante la hermosa mujer en sus 25 que los miraba con rencor a cambio, Alice Wright era una simple y totalmente ordinaria profesora de arte, y además, una violinista, sus ojos azules, casi agua marinos, amenazaban con derramar lágrimas de frustración ante la nueva desgracia que caía sobre ella, su cabello castaño se encontraba sujetado en una cola mal hecha, sus muy proporcionadas curvas y sus
El canto de las aves anunciaba el comienzo de una nueva mañana, el sol se colaba a través de las cortinas en la ventana de la habitación que Rebecca le había asignado, la televisión anunciaba que eran las 7 am, era el momento de levantarse para enviar a su hijo al colegio, Dante solo tenia 5 años, apenas comenzaba el jardín de niños, y definitivamente no perdería un solo día de sus clases por mas cansada o estresada que estuviese ella, Alice se había casado muy joven con Henry Pines, su gran amor del secundario, y, sin perder mucho el tiempo, habían comenzado su pequeña familia, con gran entusiasmo al comienzo, sin embargo, el ensueño de chica de preparatoria se había esfumado demasiado pronto, Henry no era un gran marido ni tampoco el mejor padre, nunca duraba en ningún empleo y siempre tenia las excusas mas tontas para justificar aquello, ella, a grandes tropezones, había terminado sus estudios universitarios cuando Dante era solo un bebe, y se había apresurado a conseguir un empleo