‒ ¿Y qué lo trae por aquí, Lord Blakewells? ‒ preguntó Thomas mirándolo a los ojos.‒ Sí, claro ‒ se volteó para mirarlo a los ojos ‒. He venido a ver a la señorita Evangeline ‒ informó y es escuchó algo parecido a un suspiro de indignación por parte de los nuevos conocidos que lo hicieron elevar una ceja en dirección a ellos.‒ ¿Y qué tiene usted que ver con mi hija? ‒ preguntó la dama y James se quedó pasmado en el acto.‒ ¿Disculpe? ‒ preguntó confundido.‒ Deberías ir a por Evangeline, Amelia, suficiente con que se haya perdido el almuerzo familiar, ya debería sentirse mejor ‒ comentó la marquesa.‒ ¿Está enferma? ‒ preguntó dirigiéndose a Lady Amelia pero esta sólo se encogió de hombros.‒ Bueno… iré a buscarla ‒ se levantó de su asiento y salió sin muchos ánimos de la estancia.Le era muy extraño estar en presencia de la familia de Evangeline sin saber con anticipación que ellos estarían allí, aunque era la oportunidad perfecta para conversar con ellos de sus planes. No obstante
‒ ¡Josephine! ‒ la detuvo, pues no quería escuchar una palabra más proveniente de su hermana ‒ Basta, no es asunto tuyo donde he estado y tampoco puedes reclamarme de esta manera, ¿acaso te he dado tanta confianza como para que olvidaras que soy tu hermano mayor? ‒ era la primera vez que sermoneaba a Josephine de una manera tan directa ‒. Debes tener claro cuál es tu lugar, y si quieres reclamarle a alguien acerca de lo sucedido tengo a tres personas en mente con las que deberías empezar ‒ señaló ya molesto por completo.Su hermana lo miró con sorpresa y luego frunció el entrecejo, dejó los materiales que estaba usando sobre el cabestrillo, dando por terminado lo que estaba haciendo y salió de la habitación molesta. James no iba a ir detrás de ella, no esta vez, estaba cansado y decidió que esa ya no era su responsabilidad. Si lo pensaba con detenimiento, no era tan mala idea regresar a su antigua casa, así como Lady Amelia y Cassandra le habían sugerido con tanta insistencia.Al toma
‒ ¿Casarla? ‒ preguntó alarmado, no esperaba ese giro de los acontecimientos.‒ Sí, incluso si ella está de acuerdo le propondré matrimonio, después de todo, dentro de poco ya voy a iniciar mi búsqueda de una esposa y todo quedaría en familia. Ganar - ganar, querido Blakewells. A menos, claro, que ella tenga algún pretendiente o alguna propuesta ‒ señaló mirándolo de una manera curiosa, otra vez.‒ No creo… yo… ¿estás seguro? ‒ no podía mencionar sus deseos de casarse con la dama en cuestión cuando ella estaba decidida a alejarse de él, sonaría como un charlatán, ¿Qué pretendiente en sus cabales no sabe el paradero de su amada?‒ Por supuesto, ya no necesita permiso de su madre para casarse y de esa manera tendrá la vida que merece, pues por lo que he escuchado ha vivido en la miseria los últimos años ‒ informó dejando la taza de té sobre su platillo en la mesa ‒. Bueno, Blakewells, confío en que me indiques el paradero de mi prima si llegas a saber de ella, voy a quedarme en la posad
¡Madre del amor hermoso!Lord Blakewells había arribado al pueblo y era su vecino, ella sabía que la propiedad del caballero en cuestión y la de Lady Wrightwood estaban una junto a la otra, así que ambos eran vecinos cuando vivían en el campo, información que le tendió Amelia en su momento, pero no recordaba eso hasta que el mayordomo le comentó la nueva noticia “El Conde de Blakewells ha regresado” fueron sus palabras, dichas con mucha alegría, demasiada diría ella.Así que Evangeline decidió no pasearse por los alrededores tan a la ligera como solía hacerlo, continuaría su vida. Sin embargo, estaba consciente de que no podría evitarlo para siempre, al fin y al cabo era un pueblo pequeño y vivían demasiado cerca el uno del otro. Él la encontraría a final de todo, pero ella no iría en su búsqueda, estaba rehaciendo su vida y se sentía satisfecha consigo misma, seguía ansiosa por la cercanía de su familia que ahora se encontraba en Londres, pero sabía que Amelia no diría nada, ni tampo
Evangeline sólo pensaba en ir a la casa de su vecino, que ahora era su pretendiente de alguna extraña manera, no sabía cómo su vida había llegado a ese punto de éxtasis, sin embargo, el sentimiento de que algo malo estaba por venir no desaparecía y su estómago estaba sufriendo las consecuencias, no pudo probar bocado esa mañana y se encerró en el despacho a revisar algunos de los libros contables, pero no se podía concentrar, así que terminó con una pluma y un papel en la mano, le iba a escribir a Amelia, necesitaba desahogarse con urgencia, estaba a punto de estallar. Al cabo de unos minutos, luego de escribir sus sentimientos en al menos tres hojas de papel, escuchó que tocaron la puerta principal de la mansión, sabía que el mayordomo iría inmediatamente pero sin darse cuenta dio un paso hacia adelante, no quería mostrarse desesperada e impaciente ante Lord Blakewells… James, debía recordarse a ella misma que ya podía llamarlo por su nombre de pila. En fin, no quería mostrarse como
Era consciente de que un caballero debía ser educado para con la familia de su prometida, pero era más que evidente que la familia de Evangeline no era merecedora de tal privilegio por parte del Conde de Blakewells, sin siquiera conocerlo estaban menospreciando los sentimientos que él albergaba por la dama, por su propia hija.¿Cómo una madre podía ser capaz de decir tales comentarios hirientes?Sin mencionar que sabía la historia detrás de la dote de la joven y parte del daño que había sufrido su amada durante el tiempo que vivió con sus familiares a causa del desalmado de su padrastro. No toleraría ningún arrebato en contra de Evangeline, de eso estaba muy seguro.‒ ¡Blakewells! ‒ exclamó su amigo, mirándolo como si hubiera llegado su salvador.‒ Así que es usted quien está detrás de la fortuna de mi hija ‒ mencionó el caballero de edad, y quien James supuso era el padrastro de Evangeline. Lo odió instantáneamente, desde lo más profundo de su ser, no necesitaba más razones que las q
Estaba a punto de desbordar toda su ira, se acercó a ella con lentitud, sin dejar de mirarla y regocijándose al percatarse de que Evangeline se estaba poniendo nerviosa gracias a su inquisitiva observación.‒ ¿Qué desea, Lord Blakewells? ‒ preguntó la joven como si él no supiera que se había puesto pálida y que faltaba poco para que comenzara a temblar como una hoja.Pero James no le respondió con palabras, en ese momento sabía que no podría controlarse si comenzaba a decir todo lo que tenía en mente, así que en vez de vocalizar lo que quería, lo hizo con acciones. La tomó de la cintura con la mano derecha y la acercó a su cuerpo, totalmente pegada, la expresión en Evangeline era exactamente la que él esperaba, estaba sorprendida pero no se desentendió de él, no forcejeó ni lo rechazó, lo cual hizo que James sonriera con expectación. Con la otra mano le comenzó a acariciar el cuello, iniciando en la clavícula y subiendo hasta llegar al lóbulo de su oreja, un gemido dulce y sensual sal
22 de Diciembre de 1815, Suffolk.Un sueño que jamás creyó que se volviera realidad…Era el día de su boda, después de que se había obligado a sí misma a apartar ese pensamiento de su mente, puesto que su situación no era la más favorable y todo estaba en contra cuando de encontrar pretendientes se trataba, es que ni siquiera tenía tiempo para eso cuando estaba tratando de protegerse a sí misma de su familia. Pero la realidad le había dado el más grato de los golpes de suerte, y no se imaginó que el acto de salvar a un bebé de una trágica muerte la llevaría a estar allí, de pie frente al espejo, vestida con su traje de novia, con la cabeza llena de sueños y el corazón colmado de amor.James le había dado total libertad de elegir cómo quería que fuera la ceremonia que los uniría en sagrado matrimonio. Evangeline no quería nada extravagante y vio la expresión de alivio en la cara de su prometido cuando le hizo esa confesión, cosa que la hizo sonreír a ella. Así que decidió que usarían l