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Pasaron los días pero ella no abandonó el santuario de la habitación de la criada. Había pasado tanto tiempo que no había visto los rayos del sol sobre ella o el viento helado de la noche. Quizás fuera mejor así.

Ella se quedaría allí cuidando a Caspian. Su hermano pequeño fue su única paz en todos estos días. Su suave esencia infantil y sus divertidas historias la mantenían cuerda e intacta. Al menos su hermano la ama y ella lo ama a él. Amor puro, diría.

Una de las razones por las que Rose no dejó este lugar, era porque no quería verlo, ni quería estar cerca de él. Aunque hay un sentimiento lúgubre en su corazón. Ella no sabía por qué hizo lo que hizo. No sabía qu&ea

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