CAPITULO 6

CAPÍTULO 6

«¡Oh, Dios mío!»

―¡Sí! ¡Perdón, es usted! ―se disculpó de inmediato.

―Mañana a las ocho en punto, y por favor sé puntual, no me gusta esperar.

―Sí.

Connor colgó el teléfono tan pronto término.

Juliette cuyo corazón casi se le sale del pecho, miro a su amiga con ojos llenos de sorpresa.

―¿Y bien, qué paso? ¿Quién era?

―Solo han pasado unas pocas horas desde que me entrevistaron ―Juliette no podía creerlo ―Y me acaba de llamar para decirme que… ¡Me han dado el trabajo!

Raquel la abrazo con fuerza y celebro la buena noticia.

―¡Es que mi mejor amiga es excelente! ―dijo ―¿Y quién te llamo? ¿El organizador amargado?

Juliette negó con la cabeza.

―El que me pregunto si era casada, Connor Rotchild.

Raquel abrió y cerro la boca, en realidad no sabía qué decir.

―Vaya, tuviste que haberlo fascinado desde que lo hizo personalmente. Aunque es una lástima ―dijo torciendo los labios ―Se dice que es gay ―se lamentó ―Y con lo buenorro que está el condenado.

―¿Gay? Pero dijiste que tenía un hijo.

―Sí, y, aun así, nadie sabe quien es la madre y tampoco se le ha visto con nadie. Solo se dedica al trabajo y a su hijo. ¿Qué hombre de 37 años, que parece un dios griego y es más rico que creso, no tiene una mujer a su lado? Hazme caso, es gay.

Juliette recordó la mirada penetrante que le había dado mientras tocaba, sin embargo, no pensaría demasiado. Si Raquel, que era una fanática de chismes sociales, lo decía, era porque era cierto.

―Lo importante es que lo he logrado. Y si gano bien, entonces podré resolver algunos gastos de Madison.

―Lo harás bien. ―sentencio su amiga.

Amabas sonrieron cuando llego un mensaje de texto, en él había una dirección distinta al estudio de música, no obstante, Juliette lo guardo, aunque su corazón estaba lleno de dudas.

[...]

Juliette toco el timbre de la puerta y espero un rato, saco nuevamente su teléfono y leyó nuevamente la dirección, sin lugar a duda esta no era la dirección de un estudio musical, sino una suntuosa casa en el área más exclusiva de la ciudad.

«¿Es posible que se haya equivocado? No, Connor Rotchild no es el tipo de hombre que se equivoca, ¿verdad?»

«Mejor olvídalo, Juliette. Y aprovecha la oportunidad, tienes una hija que mantener»

Después de esperar unos minutos, la puerta finalmente se abrió y quien se paró frente a ella, no era Connor, ni tampoco un empleado de la casa. Era un niño de la misma edad de su hija y con el cabello del mismo color que el de ella.

Sus ojos no podían apartarse del pequeño, y repentinamente una sensación de familiaridad se apoderó de ella, no entendía qué le pasaba, estaba segura de que nunca lo había visto.

―¿Quién eres? ―pregunto el niño.

Juliette salió de su trance y sonrió al niño con dulzura.

―Hola, Ehh… estoy aquí para ver a Connor Rotchild, ¿vive aquí? ―pregunto en un tono persuasivo.

―Él es mi padre y no está en casa ahora ―el tono del niño era muy similar al de su padre y Juliette comprobó que efectivamente se trataba del hijo de Connor.

―Oh, bueno. Entonces volveré otro día. ―después de decir eso estaba a punto de darse la vuelta para marcharse, sin embargo, por alguna razón no pudo hacerlo. Quizás era su instinto materno, pero tuvo la ligera impresión de que estaba solo en casa. ―Unmm, ¿estás solo?

―Si ―dijo el niño tranquilamente.

―¡Oh, Dios mío! ¿Cómo puede ser tan irresponsable? ―sin pensárselo, Juliette toma la mano del niño y entro en la casa de Connor ―¡¿Cómo puede dejarte solo en casa?! ¡Eso se llama irresponsabilidad!

Juliette estaba de verdad enojada, nunca ha dejado a Madison sola, siempre que tuviera que salir, le pedía a Raquel que la cuidara o le pedía el favor a la vecina. Pero nunca se atrevió a irse con tanta tranquilidad.

―Cielo, ¿tu papá siempre te abandona de esa manera? ―le pregunto mirándolo a los ojos, ahora que lo veía de cerca, tenía un gran parecido a Connor, sin duda sería muy guapo cuando creciera.

―Mi padre siempre tiene que trabajar, por lo que no tiene más remedio que hacerlo. No lo culpes.

―Sí, tienes razón. Pero, aún eres pequeño y aun si estás en la casa, pueden suceder accidentes. Además, creo que tu papá puede permitirse una niñera.

Juliette dijo esto mirando a su alrededor, la mansión tenía un estilo clásico, quizás más un estilo europeo. La decoración es un poco simple para su gusto, está llena de gris y negro, le pareció que seguramente reflejaba la personalidad de su dueño.

―Puedo cuidarme solo, ya tengo siete años ―dijo mientras se alejaba de ella. Cruzo las manos sobre su pecho y adopto una postura arrogante. No obstante, todo se esfumó cuando su estómago lo traiciono gruñendo.

―Oh, parece que alguien tiene hambre ―dijo Juliette con una sonrisa. ―¿Qué te gustaría comer?

Por alguna razón no podía evitar preocuparse y también ser amable con este niño. No es que no fuera igual con los demás, pero el pequeño frente a ella emocionaba sin razón alguna su corazón.

Después de una intensa deliberación, el niño la llevo a la cocina. Era majestuosa y muy organizada, y mientras atravesaban la gran sala, Juliette se percató de que no parecía haber rastros de una mujer viviendo allí, no pudo evitar preguntarse que tipo de mujer sería la madre del niño.

«¿Es casado? ¿O tiene ese tipo de relación sin compromiso? ¿Qué estás pensando Juliette? ¿Desde cuándo te entrometes en la vida de otros?»

Se obligó a salir de sus pensamientos y miro al pequeño.

―Voy a prepararte mi especialidad.

Media hora después, ella le sirvió un sándwich de pavo y vegetales, con un zumo de jugo cereza. El niño miró el plato fijamente y luego a ella, y se preguntó, si de esta manera debía sentirse tener una madre.

―Rápido, pruébalo. ―dijo Juliette sosteniendo su barbilla y preparada para mirarlo comer.

El pequeño primero lo olió y luego le echo un vistazo, aunque no era un plato como los que preparaba el chef personal de su padre, el aroma a trigo y las cerezas despertaron aún más su apetito, en realidad se veía apetecible.

Mientras Juliette se daba la vuelta para limpiar la cocina, Dylan rápidamente le dio un gran mordisco y comenzó a comer. Para cuando ella se dio la vuelta, él ya se había comido la mayor parte.

―Bueno, puede que no sea tan delicioso como la comida de tu madre, pero sin duda calmara tu estómago.

Dylan dejó de masticar y la miro en silencio.

―Yo… yo… nunca he probado la comida de mi madre ―el niño se limpió la boca con la servilleta y continuo ―No tengo madre.

―Oh, lo lamento cielo ―ella se apresuró a consolarlo, pensando que tal vez había muerto cuando él nació. Era una pena que un niño tan hermoso como él, no pudiera recibir los abrazos de su madre.

En ese momento, la puerta principal se abrió, Connor había regresado. Miro a su alrededor y le sorprendió tanta tranquilidad. Generalmente, Dylan bajaría corriendo las escaleras y se abalanzaría sobre él. Escucho murmullos en la cocina y se dirigió allí. Cuando vio la escena frente a él se quedó sin palabras.

Juliette y su hijo estaban abrazados y ella parecía consolarlo.

De repente al ver esta imagen se sintió como estar en casa, era como tener un hogar, como debió ser. Los miro con avidez y fue imposible que sus labios no se alzaran en una sonrisa. Sin embargo, tenía que romper el momento, se aclaró la garganta y consiguió llamar su atención.

Juliette giro la cabeza solo para ver a su posible jefe frente a ella. Su cara se volvió roja de inmediato.

―Lo siento. Vi que el niño estaba solo en casa y … ―explico a toda prisa ―Se que entre sin permiso…

Estaba a punto de disculparse, cuando recordó que él es quien había dejado a su hijo de siete años solo en una mansión, donde podía haber cualquier tipo de peligros. Así que su instinto materno salió a flote y su expresión cambio.

―Un momento, usted, señor Rotchild ¡es un completo irresponsable! ¿Cómo se atreve a dejar a su hijo solo? ¡¿Esta demente?! ―Juliette no se comportaba como una futura empleada, parecía más bien una madre preocupada por su hijo ―¿Tiene idea de cuantos accidentes suceden por dejar a un niño solo? ¡Esto es simplemente inconcebible! Usted…

Connor estaba disfrutando al verla. Aunque eso no significo que pasara por alto el hecho de que dijera que Dylan estaba solo. Cuando salió en la mañana, lo había dejado en compañía de la niñera y el ama de llaves.

―¿Solo? ―pregunto con voz penetrante.

―Sí, solo. ― Juliette afirmo mientras colocaba las manos en sus caderas ―Y si quiere regáñeme por entrar en su propiedad, pero hice lo que una madre haría.

Connor fijo la mirada en su hijo, quien ahora sonreía con un poco de culpa.

―Dylan, ¿quieres explicarme qué está sucediendo?

El pequeño miró la cara seria de su padre, por mucho que lo amara, si hacia algo indebido había consecuencias. Opto por esconderse detrás de Juliette.

―Dylan, estoy esperando. ―Connor volvió a decir con seriedad.

Juliette no entendía el comportamiento del niño.

―Solo lo está asustando, no es la manera de tratarlo.

―Señorita, Evans. No va usted a decirme cómo criar a mi hijo.

―Pues déjeme decirle que lo hace muy mal. ―a ella no le importaban las consecuencias ―Estaba solo cuando llegue y eso es lo que importa.

Connor apretó los labios y luego sonrió.

―No deje solo a mi hijo. ¿Me veo como el tipo de padre irresponsable?

―¿Quiere la verdad?

―Por favor.

―Sinceramente, parece el tipo de padre que nunca tiene tiempo para su hijo. Que le da más prioridad al trabajo o a sus intereses personales.

―¿Aparte de pianista es psicólogo?

―No, pero sí muy observadora.

―¡Tonterías! Mi hijo tiene una niñera y en esta casa hay personal de mantenimiento. ―Connor estaba empezando a enfadarse ―Dylan Rotchild, ¿Dónde está la señora Fulton?

El pequeño asomo su cabecita levemente y miro a su padre con culpa.

―Yo…

―Dylan. ―Connor gruño.

Sin embargo, Juliette sintió pena por el niño. Estaba segura de que tenía miedo.

―¿No ve lo que está asustando? Sea más amigable, ¿Quién va a querer hablarle con esa cara de Rotwiller? ―sin importarle lo que Connor pensara, se dio la vuelta y sostuvo con suavidad a Dylan.

―Cielo, ¿Qué fue lo que paso? ¿Por qué me mentiste? ¿Tienes una niñera?

El niño asintió con la cabeza.

―Está bien, no pasa nada. ¿Y dónde está? ¿Se quedó dormida?

Ahora Dylan negó.

―¿Dónde está?

El niño apretó los labios, miro a su padre y luego a Juliette.

―Están encerrados en el cobertizo. ―susurro y bajo la cabeza.

Connor, que había escuchado la respuesta, suspiro y se apretó el puente de la nariz.

―Dylan, ¿Cuántas veces debo decirte que dejes de jugarle bromas a los empleados? Esta es la quinta niñera del mes.

―Lo siento, padre.

Juliette estaba sin habla.

―¿Encerró a todos en el cobertizo?

―Sí, como le dije. Yo más que nadie conozco a mi hijo. Dylan siempre le anda jugando tretas a todas las niñeras que cuidan de él, al final terminan por renunciar.

―¡Es que son horribles! ―exclamo de mal humor el pequeño. ―¡Quiero ir a la escuela, no quero que ellas sean mis maestras!

―Hijo… ―Connor ya había tenido esta conversación, Dylan siempre había querido asistir a una escuela, pero por su seguridad, él prefería que le impartieran clases en casa. ―ya te he explicado por qué. Tienes que entender…

―¡No! ¡No quiero entender! ¡Solo quiero una mama y ser un niño como los demás! ―grito y estaba a punto de echarse a correr cuando se tambaleó. ―Papa… papa, estoy tan mareado…

Mientras hablaba, cayó al suelo.

Juliette se asustó, pero Connor ya había corrido hacia él y lo cargo en sus brazos. Mirándola le pregunto.

―¿Qué le diste de comer?

Paulina W

Bienvenida a esta nueva historia, recuerda dejarme tu comentario, ya que es muy importante para mí. ¡Besos!

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