Gracias por comentar, estamos en la recta final.
CAPÍTULO 25Al día siguiente, bajó a desayunar, con grandes ojeras, consecuencia de su mala noche. Salvatore clavó sus ojos en ella, su expresión era entre curiosa y triste. Paolo mantenía su atractiva personalidad, divirtiendo a su abuela hablando de sus travesuras infantiles.Sydney se sentó en la orilla de la silla, abrumada por el miedo, pero a la vez ansiando la cercanía de su marido.—Pareces enferma, amore. Tal vez será mejor que descanses —había una orden suave, pero muy clara, en las palabras de Salvatore.—Estoy bien. Lo que pasa es que dormí un poco mal.—Entonces sube y descansa, Paolo puede recorrer los viñedos conmigo.—Estoy de acuerdo, se te ve cansada, Sydney —intervino la anciana, con preocupación en la voz. —. No podemos permitir que te enfermes, ya es suficiente con Vivían.—Estoy seguro de que mi esposa se pondrá bien, ahora que estamos aquí —aseguró Paolo, sin dejar de sonreír—. Bajará más tarde a conocerte, Sydney. Yo estoy de acuerdo con que deberías quedarte a
Cuando regresaron al yate y la condujo al camarote principal y no hizo ni siquiera el intento de besarla, solo escucho cerrarse la puerta con firmeza al salir. Salvatore se quedó de pie, inmóvil, apretando las manos y tratando de controlar su deseo por la mujer, de la que ahora estaba seguro no era su esposa, pero que, sin duda, era la mujer que amaba.Antes de decirle la verdad, tenía que estar seguro de quién era, conocer su verdadera identidad y que relación tenía con Sydney y si después de todo eso ella aún seguía teniendo sentimientos por él, entonces vivirían su amor sin reservas.Sydney pasó otra noche muy inquieta en una cama hecha para dos. Por la mañana, se encontraba en la cocina preparando el desayuno, cuando Paolo hizo su aparición.—¿Qué has hecho respecto a ponerte en contacto con Dominic? —le preguntó, sin molestarse en saludar siquiera.—Nada —contestó ella mientras servía el jugo de naranja. —. No hay nada que pueda hacer. Ya le he explicado el problema, tendrá que
CAPÍTULO 27Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que estaba en una habitación. El recuerdo repentino de lo que sucedió, penetró su cerebro y Sydney se movió inquieta. Una mujer se asomó por la puerta, sonrió con alegría y desapareció. Volvió unos minutos más tarde con una bandeja llena de comida.—Debe tener mucha hambre —hablo con voz dulce—. Por favor, coma un poco. Hay un hombre, más bien dos, que quieren verla.Arregló la bandeja sobre la cama, frente a Sydney. Le acomodó bien las almohadas y la ayudo a sentarse. Luego se sentó en una silla que había colocado junto a la cama y esperó a que comiera.Emma le sonrió.Los recuerdos de la explosión del yate la golpearon y pronto su corazón se agitó al no saber si Salvatore y Vivían estaban dentro.Después de la explosión, había nadado hacia la lancha de motor que debería estar allí, asegurada con sus amarras. Pero no estaba. Sólo Paolo podía haberse llevado la lancha. Ella estaba sola en el yate cuando estalló el fuego, entonces reco
CAPÍTULO 28 —Supongo que no lo necesita —comentó al hombre que se había detenido junto a ella. —¿Me permite? — dijo con brusquedad cuando reconoció la prenda. —¿En dónde encontró esto? —Pertenece a la muchacha que se desmayó—contestó—. Lo dejó caer. Su esposo acaba de llevársela a su casa, me dijo que se desmaya con frecuencia. —¿La vio desmayarse? ¿Cómo era ella? —No, no la vi exactamente. Me pareció que se desplomó y él la detuvo, fue cuando se cayó el abrigo. —¿Cómo era ella? — pregunto ansioso. —Tenía el cabello oscuro y era bonita. Eso sí. Rocco se apresuró a bajar las escaleras y rápidamente hizo una llamada. Cuando Sydney, recobró el conocimiento, se encontraba dentro de un auto que avanzaba a toda velocidad. Estaba doblada sobre el asiento, en una posición muy incómoda. Se movió, tratando de enderezarse, y notó que tenía las muñecas atadas con fuerza. Abrió los ojos y vio al conductor del automóvil, era Paolo. Sydney no se sorprendió, cerró los ojos y empezó a entend
CAPÍTULO 29 El rostro del detective permaneció impasible. Sonrió con suavidad y suspiro. —¿Quién eres, entonces? —Soy Elizabeth Prescott — su voz se perdió entre sus sollozos ― Soy hermana gemela de Sydney. Se fue de casa desde joven, se comunicaba poco con nosotros y un día apareció, pidiéndome que viniera a Italia con Dominic Casano y con Serafina. No estaba de acuerdo, pero él… él tenía una pistola... —sus sollozos ahogaron su voz por un momento—. Pensé que iba a matarnos, así que luché contra él, en el automóvil, la pistola se disparó y yo... lo maté. Fue entonces que el coche se salió del camino y se cayó al precipicio. —Ok, está bien… cálmate — acaricio la cabeza de Elizabeth y, con gentileza —. Ya hablaremos. Más tarde la llevaron al hospital y en él la condujeron al hospital y Rick la estaba esperando. Le hicieron un minucioso examen, buscando fracturas o contusiones que pudiera haber sufrido. De repente comenzó a sentirse mareada, con náuseas y vomitó. —Vamos, a la cama
CAPÍTULO 30Se había ido de su vida para siempre, con el rostro lleno de profunda tristeza, volvió su atención hacia las dos personas que en otro tiempo significaron todo para ella. Nick comprendió la tensión de ella y la acostó con suavidad en la almohada. —¡Elizabeth, mi amor… pensábamos que te habíamos perdido para siempre! —su madre acarició su cabello, retirándolo de la frente—. ¿Qué te sucedió? Parece que te hubiera tragado la tierra.—Lo sé, madre. Cuando llegué al lugar acordado, Sydney se encontraba con ese hombre, Dominic. Me suplicó que trajera a Serafina a Italia como un favor muy especial para ella. Parecía aterrorizada con la idea de hacerlo ella misma, pero insistió en que la niña debía ser traída aquí—suspiró—. Ya sabes que nunca he podido negarme a lo que ella me pide.Su madre se llevó una mano a la boca y ahogo el sollozo que amenazaba con salir.―¿Quiere decir…?―Sí, mama… ―su voz se apagó cuando tuvo que reconocer que Salvatore era el esposo de su hermana ―… se c
—No te preocupes. No me mires así. Lo encontramos, ¿sabes? O más bien, lo que queda de él —le sonrió con gentileza—. Salió despedido del automóvil y cayó quinientos metros, río abajo —se detuvo y observó la expresión desesperada de ella—. Es muy probable que haya muerto antes de que se diera cuenta de qué era lo que había ocurrido.—¿En… encontraron su… su pistola? — pregunto tragando saliva.—¿Qué pistola? —la sonrisa de Rocco fue enigmática y no le reveló nada—. No encontramos ningún arma y sus restos no mostraron huella de herida de arma de fuego.—Pero estoy segura de que yo le disparé —Elizabeth se obligó a confesar con no poco esfuerzo.—Estoy seguro de que merecía ser baleado—comentó Rocco con tranquilidad—. Es probable que hayas fallado. ¿Qué sucedió?—Los dos íbamos sentados adelante —recordó —. Serafina estaba llorando. Él ya la había asustado un par de veces. Cuando me negué a exigir dinero por la seguridad de Estéfano, el hombre empezó a vociferar como un loco, fue terribl
CAPÍTULO 32Salvatore no fue a visitarla y no se había presentado todavía cuando Nick llegó al día siguiente, a decirle que tenía que marcharse. —Estoy seguro de que tú te alegrarás de no tener que verme más, ¿no es así? —su dolor lo hacía agresivo—. Supongo que no puedo culparte por lo que pasó, pero eso no impide que me moleste. Si no tuviera que volver ahora mismo, me quedaría aquí, para luchar por ti —la miró con expresión sombría—. Tal vez sea mejor para todos que no pueda quedarme. Quizá te veré de nuevo, si alguna vez vuelves a Chicago. —¡Nick! Siento todo lo que ha pasado. Pero sucedió, ¿sabes? Lo lamento, pero no puedo hacer nada al respecto. —No puedes lamentarlo más de lo que lo lamento yo —sonrió con amargura — Me voy Eli, antes de que me ponga ridículo y sentimental. Se inclinó sobre ella y le dio un beso; sin embargo, ella no respondió a la caricia. Elizabeth se quedó inmóvil, lamentando su partida. «¡Qué gran enredo había hecho el destino!» No podía imaginar siqui