CAPITULO 26

Cuando regresaron al yate y la condujo al camarote principal y no hizo ni siquiera el intento de besarla, solo escucho cerrarse la puerta con firmeza al salir. Salvatore se quedó de pie, inmóvil, apretando las manos y tratando de controlar su deseo por la mujer, de la que ahora estaba seguro no era su esposa, pero que, sin duda, era la mujer que amaba.

Antes de decirle la verdad, tenía que estar seguro de quién era, conocer su verdadera identidad y que relación tenía con Sydney y si después de todo eso ella aún seguía teniendo sentimientos por él, entonces vivirían su amor sin reservas.

Sydney pasó otra noche muy inquieta en una cama hecha para dos. Por la mañana, se encontraba en la cocina preparando el desayuno, cuando Paolo hizo su aparición.

—¿Qué has hecho respecto a ponerte en contacto con Dominic? —le preguntó, sin molestarse en saludar siquiera.

—Nada —contestó ella mientras servía el jugo de naranja. —. No hay nada que pueda hacer. Ya le he explicado el problema, tendrá que
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